Kelly M. Grandal: la tenue vasija de la noche

Tuétano

La Habana reverbera, se resiste,
revienta en los adoquines.
Años luz,
presiento su galaxia de estrella niña.
No la nombro ni me nombra.

La Habana guarda en mí lo irrepetible,
pulsa como un nervio;
detrás de todo, siempre,
el ámbar de su verano.
Me hiere por vez primera
mi cuerpo descubriendo su costumbre:
mi padre y yo en la Alameda de Paula,
la mano brújula de mi madre.

A veces canta su cancioncilla,
cambia mi voz,
sopla sus polvos sin que la vea.
Boca monstruosa,
como una rémora se aferra a mis caderas.

La Habana susurra en mí, siempre en mí,
fantasma incómodo;
despacio me aprieta el cráneo,
Reina de Agua
reclama mi cabeza.



República del Rajatabla

Cuando se prendía, se prendía;
aguanile y sudor,
barro de los cuerpos abrazando otros cuerpos.
Bar Rajatabla y el chin chin de las botellas,
república independiente de juglares y locos,
de una ciudad neón y la tenue vasija de su noche.

Allí la lucha de clases se resolvía bailando. Era tan fácil.
(Marx, obvio, nunca se bañó en las playas del Caribe)
Luego lo cerraron en nombre de la lucha de clases,
como todo el país se convirtió en espacio yermo
y no estaba Oswaldo, que se fue a México;
ni Mauricio, que está en Los Ángeles;
ni Wendy, que ahora vive en Costa Rica
mientras Ariana se pasea por Barcelona y visita a Tomás
y a Mariana, que está en Irlanda
y Enrique no baila a Jéctol en las calles de París
y yo escribo desde Miami.
Ya no quedaba nadie.

Bar Rajatabla, en tu barriga besé,
tuve amores infieles,
a dentelladas mordí
la carne de mis vergüenzas.
Fui
con toda la furia de mis veinte años,
como si todo fuera a estar allí, siempre.
En tus entrañas retamos a Dios
para ser expulsados, errantes;
hijos de una república descolorida,
despedazada.



Rito

Ve al agua,
escupe en el río.
Gira tres veces.
Un guamazo de ron, cariaquito morado,
amárrate una penca en la espalda
y persígnate
contra tanto manigua afuera
y tanta bruja y tanto diablo
y tanta culebra de siete cabezas.


Exequias

Dádle un velo a la viuda,
ocultadla del mundo,
prended ya las lámparas.
Ha muerto el esposo en tierra extranjera,
no hay pater familias que oficie las ceremonias.

Habrá que atravesar el ponto
por siete días
con siete noches,
inmolar un cordero para las exequias.
Habrá que enrumbar las naves
cuando despunte el sol.
Vivir el luto es vivir la larva:
una viscosidad deforme con muchas cabezas.

El rey ha muerto,
sonad las caracolas,
que nadie hable.
Se ha derramado su hogar como leche en un cuenco.
Ha muerto el esposo
en tierra extranjera.


Ghetto Headquarter

No son los patios de los junkeros,
— metálicos, mutilados—
lo que llena la cabeza de alfileres.
Tampoco la vieja bajo el sol,
sobreviviente del apocalipsis.

Brownsville se aplasta como un cocodrilo,
inventario de escombros
de una ciudad-postal para mercadillos vintage.
Opa-Locka ruina de odaliscas, hachís art decó,
cierto polvo en el aire cae sobre los cuerpos,
una luz tiembla de cierta manera.

North West, no lugar, coordenada invisible,
paisaje en la ventanilla.
Miami by car
y siempre por accidente,
ten cuidado y te agarra la noche.
Por ahí no pasó Don Johnson.

Pero hay que mirar con la punta del ojo:
la lluvia desdibuja las calles, alivia la canícula.
Los niños corren, ríen,
se refugian en la escuela
y la trompeta de Wynton Marsallis suena en el carro.
Ella pasa altiva, con su paraguas rosado,
entre una fila de árboles.


Cruzo la calle y suena La Lupe

Si finjo
que aquí no pasó un tren
con su clave de humo
y algo no quedó aplastado entre los rieles,
una gardenia se seca al sol.
No estoy muerta,
aunque deambule por las calles como un espectro.

Dame un poema, amor,
que arrope con su lengua mi entrepierna.
Esta ciudad ya no cree en nadie,
a todos nos elimina,
la gente triste no tiene cabida
en el progreso.

No tengo cabida,
no quiero el show,
la tiranía del mindfulness.
Cruzo la calle y suena La Lupe.

(Estos poemas pertenecen al libro inédito Zugunruhe, de próxima aparición)

Kelly Martínez-Grandal (La Habana, 1980). Poeta, ensayista, editora y curadora de fotografía. Es Licenciada en Artes y Magister en Literatura Comparada por la Universidad Central de Venezuela. Tras veinte años en Venezuela, se radicó en Miami, ciudad donde publicó su primer libro, Medulla Oblongata (CAAW Ediciones, 2017). El segundo, Zugunruhe, sale a la luz en el 2020, bajo el sello editorial The Operating System, en Nueva York.

Ha participado en varias antologías, entre las que destacan 101 mujeres contra la violencia de género (Fundavag Ediciones, 2014) y Aquí [Ellas] en Miami (Katakana Editores, 2018). Actualmente forma parte de la directiva de Funcionarte, una organización sin fines de lucro dedicada a educar sobre la violencia de género a través de la literatura y el arte, para la que también trabaja como coordinadora.

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