Javier Dámaso: el apagado eco de un rumor




Biopolítica

He visitado
los despachos 
de los notarios
–doy fe–,
los gabinetes de los 
psicoterapeutas,
las comisarías de 
policía, las salas 
de los juzgados
–puedo atestiguarlo–,
he pasado
por los dispensarios 
médicos, los estudios 
de arquitectura,
los bufetes de 
abogados, las aulas 
universitarias
–si quieren puedo
enseñarlo–,
conozco
las oficinas públicas,
los laboratorios 
químicos, las sedes
de la autoridad 
registral,
guardo cumplidas
pruebas…

He asistido
a todos los santuarios
del dominio 
difuso, los centros
del poder pastoral
que persigue gobernar
cada acto de
nuestras vidas,
los terapeutas del cuerpo,
del alma y de lo social.
Los nuevos sacerdocios 
secularizados.

Los he visitado 
a todos.
Tienen
mis datos, la
historia entera
de mi vida.

Pero no han
dominado
mi voluntad.

Es cierto,
he pasado por dudas;
tuve momentos 
de debilidad.
Como con la psicóloga
que quería salvar
mi vida
–a golpe de talón
o de tarjeta de crédito–,
cuando mi vida
sólo la salvo yo.
Fue breve.

Hace ya mucho
que abandoné los
templos,
pero son otros los dioses
que hoy 
requieren
mi voluntad.

Pido disculpas,
escupo sobre ellos.
Sí, escupo,
escupo sobre ellos.





La catástrofe

“Nada se puede contra el ángel”
Jorge Guillén, Clamor


¿Y qué habrá que quemar para poder volver?
¿Dónde quedará el camino que hay que desandar?
Deambulamos en la noche cerrada como ciegos
hacia un precipicio. Nuestra sensatez no es más
que la rutinaria reiteración de nuestros hábitos.

Creemos acertar con la cordura desquiciada
que marcha como una cuerda rota de reloj.

Persistimos como mulas tercas habituadas a una senda
o escapamos al modo de animales desbocados sin destino.
Carentes de conciencia del rumbo y el final.

Seguimos un mapa equivocado.

El amor es un deseo sediento que vuela como un pájaro.

Nuestro desenfreno es la rueda del ingenio
de una torpe fábrica de dinero dislocada
que no aprovecha sino a unos pocos.

Vendemos sentimientos y compramos
las horas perdidas al por menor.

Quisiéramos volver al tiempo de la infancia, 
donde todo era sencillo, brutal pero sencillo.

Hemos perdido el significado de la vida 
y el sentido de la muerte…
la noción de lo grande y el valor de lo pequeño. 
Todo se rompió como un cántaro frágil.

Y estamos aquí, ciegos y sordos, en medio del desastre,
incapaces de ver al ángel que nos sigue y nos advierte
y observa con desesperación esta catástrofe,
esta vorágine que nos conduce hacia la nada.




Vencimos

Vencimos.
Nunca es sencillo
administrar 
la victoria.

La democracia
tiene 
sus reglas.

No debimos 
agraviar 
a los propios,
y aún menos por
nuestro interés
(profunda y
enteramente) 
personal.

Habría que haber
sabido desmontar las
ofensas de 
los predecesores,
desmantelar
privilegios,
desmanes,
tantas cosas…
No condescender
a la ligera
con su persistencia.

Era menester
retirar de sus cargos
a los acólitos
gestores
de los despropósitos.
A los hacedores,
pero también
a sus fieles
sirvientes.

Mantener a los justos
y capaces.
Buscar entre
los propios
los mejores.

Ser leal
hasta el final
a los tuyos.
“Leal” debo
reiterar,
no servil ni
arbitrario.

Y sobre todas 
las cosas,
sobre todas,
cumplir las promesas
que nos llevaron
al éxito.
Cumplir, amigos,
cumplir
como quien sella
un pacto
escrito en sangre.

Y qué difícil
nos resultó.
Hicimos,
colectivamente,
lo contrario
de lo dicho.
Pensamos que
estábamos
investidos
de no sé bien
qué majestad.
¡Qué ruin resultó 
sucumbir
a la adulación!
Y eso que
más de uno 
clamó 
en el desierto.
Luego, nos
quedamos solos.

Es ahora
más sencillo
para nosotros
gestionar la 
derrota.
Vencidos,
aceptamos mejor
nuestra suerte
y seguimos
sin más.




Mensajes

                                                                                                   Homenaje II a Erich Fried


Que te difamen en un blog,
…hay que entenderlo como un mensaje.

Que te injurien anónimamente,
…hay que entenderlo como un mensaje.

Que te calumnien,
…hay que entenderlo como un mensaje.

Que no investiguen tu denuncia
a tiempo,
…hay que entenderlo como un mensaje.

Que archiven tu caso
sin diligencias,
…hay que entenderlo como un mensaje.

Que se descubran 
las viejas autoridades
ocultas
bajo el anonimato,
…hay que entenderlo como un mensaje.

Que tergiversen los hechos
en la prensa,
…hay que entenderlo como un mensaje.

Que la jueza
omita datos relevantes en su Auto,
…hay que entenderlo como un mensaje.

Que la jueza confunda 
Decano con Rector,
…hay que entenderlo como un mensaje.

Que quien dilató los tiempos diga
que todo ha prescrito,
…hay que entenderlo como un mensaje.

No puedes ser ciego,
los hechos son elocuentes.
Debes saber interpretar los mensajes.




Presagio
(En Pintia)


¿Quién añorará
nuestras ciudades
cuando nos hayan
vencido?
¿Quién,
cuando no
seamos más
que el apagado eco
de un rumor del
pasado?

Estos que hoy
vienen de la lejana
Roma creen ser
superiores,
pero son débiles
y menos capaces.
Mira sus cuerpos,
cómo expresan
su fragilidad.
Dependen de artilugios
y complicadas máquinas
que un día desaparecerán
y se hallarán entonces
desnudos
como niños.

Nuestra desgracia,
sin duda alguna,
está en que no veremos
tal día. No,
no lo veremos.
Nosotros,  fuertes
como las bestias
del campo,
habituados al frío
y al calor
y a todas las inclemencias
de esta amorosa tierra,
hechos a hielo y fuego,
¿dónde iremos?


Bebe, mi amigo,
apura el fondo
de la copa de barro.
Hoy puedes disfrutar
de estos vastos campos
y todas sus riquezas,
los bosques frondosos,
los caudalosos ríos,
un cielo inquietante
alto como las montañas.

Perecerán tus hijos
o se confundirán
en multitudes
irreconocibles ya
para siempre.
Otra estirpe,
otros dioses,
otras canciones.
¿Y nuestras gestas?
Sí, serán todas
olvidadas.

Pero no desesperes.
Alguien recordará un
día que aquí estuvimos,
y lo sabrá por los restos
de estas copas,
añicos de nuestro goce
y nuestras vidas.




Monasterio de la Moreruela
(Zamora)


Fue la causa 
                      de la libertad
la que cerró
                            este cenobio,
estas piedras calladas,
                                   majestuosas,
                        imponentes.


Fue la causa 
                      de la libertad.


¿Aquí,
             en el silencio y el retiro
hubo, quizás,
                    un dios sereno?


                          Pudo ser.


Pero hubo 
                  sin duda 
                                encierro y opresión.


Estas piedras 
                      implacables,
esta maravilla
                    de la construcción,
estos espacios vacíos
                              y huecos,
                              deseo del espíritu,
esta ansia
                    de Dios.


Aquí también 
                      el sufrimiento, 
                                 el flagelo, la sangre, 
                   la mortificación.


Piedras que hablan
                         y no sólo inspiran 
                                            serenidad.


Transmiten el eco 
                             de siglos, 
                          un dolor de carne 
                            y pústulas,
vidas entregadas,
                             a los arcos, 
                                          las volutas,
las bóvedas,
                     los ábsides,
                                    absidiolos,
los largos pasillos.


Unas vidas silenciadas
                                   en medio de la nada,
                                                   de la nada,
                                                   de la nada.





Salón de Comares
“En mí al Occidente envidia el Oriente”
Ibn Zamrak

Sueño de filigrana, 
¿qué dirá la sura
sobre adorar 
a mi amada?

Todo en su honor 
en esta mañana 
a contraluz.

Amanecer como 
reyes
en medio del fulgor
y de la vida.

Las paredes hablan 
y dibujan sin fin
entre celosías, 
las paredes hablan
y alaban tu amor.

Imaginar un amanecer
junto a ti
en esta sala luminosa.
Goce y fruición 
de todos los sentidos.

Aquí hubo una estirpe
que adivinó que la vida 
no es la sumisión
a un dios y a sus profetas.

Aquí hubo 
una estirpe
que se dejó 
llevar por el deleite
y el placer.

Un linaje que supo 
que no hay 
más que una existencia,
que las huríes 
siempre son
de carne y hueso.
Honor siempre a Jayyam,
dulce embriagador
poeta de los
sentidos. Y también
a Al-Ma’arri,
al descreído, 
mi caro
y atormentado
amigo.
Vida no hay 
más que una,
goce o prisión
está en nuestra
cabeza.





(Poemas seleccionados por el autor de El ángel de la tempestad, Páramo, Valladolid, 2018)

El ángel de la tempestad,
(Páramo, Valladolid, 2018)

JAVIER DÁMASO (Valladolid, 1964), es poeta y profesor de Derecho en la Universidad de Valladolid. Recibió el segundo accésit al “I Premio Francisco Pino de Poesía Experimental” en 2011. Ha publicado cuatro libros de poemas; La Edad de Hierro (2002-2013) (2014), Incluso sin palabras (1986-1991) (2015), Viajero inmóvil (1992-2001) (2017) y El ángel de la tempestad (2018). Tiene actualmente en proceso de publicación Objeto para destruir (1981-1986). Ha publicado además: Tras el cercado (2016) y Frágil Refugio (libro de autor, 2016). Recogido en la antología Sentados o de pie. Nueve poetas en su sitio (2013), ha sido organizador y director de las “Primeras Jornadas de Poesía en la Universidad” (Valladolid, 1988), de las “Jornadas de Poesía en Valladolid” (Valladolid, 2017), de las “Jornadas de Poesía y Migraciones” (Valladolid, 2018) y de las “Jornadas En Primera Persona. Poesía y Mujer” (Valladolid, 2019).

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