Jannet Weeber: espuma de la boca del mundo




De Paisaje suspendido (inédito)

LA URBE (Parte I)


REALIDAD
Primero fue la luminosidad,
el lenguaje generoso
                    mullido
                  acogedor;
luego, la palabra rota
la claudicación del signo.


Sobrevenir entonces un estremecimiento 
                          de luz profunda
                           de voz extraviada
reconstruir la imagen
los nombres    
                                  en la densa ciudad.


DEBAJO DE LOS ÁRBOLES

Debajo de los árboles,
los múltiples lenguajes de esta urbe: 
leves sonidos domesticados
              de poetas
              de comerciantes 
              de marineros.
              
Y, sin embargo,       
                                    la mudez 
su trampa, su estabilidad 
en los trenes
               en las salas de espera
                                           en los hogares


la mudez que nos cerca
alrededor 
                             y debajo de los árboles.


APUNTES DE PEATÓN

I

una bicicleta descansa impasible
en las cristalinas y heladas aguas
del Limmat
es invierno
y la vida
ya no andará sobre ruedas.   
     
II

el tiempo se detiene
mientras dos cuervos
construyen diligentemente
un futuro sobre secas ramas.

III

desatar los nudos
como quien apaga las velas
que solo queden
puentes invisibles
la belleza de lo efímero.


LO NATURAL (Parte II)

A CIELO ABIERTO

Contemplar en el horizonte
el resplandor de los relámpagos.


Frecuentar una sombra
trémula         
                 fragmentada;


entender la intemperie.


TODOS LOS PÁJAROS SON UN SOLO PÁJARO

Murmurar las aves
en su sincronizado revoloteo.


Dejar a la murmuración ser tu canto
para construir un lugar:
ser ave volando hacia la orilla,


cada una 
                                    y todas ellas.


NO SIEMPRE

No siempre ha sido la perenne hiedra
o el destello de la luz 
bajo el agua;


también es 
el vórtice del árbol
       la oscuridad en una mano
              la rotura de las hojas 
lo que nos desborda,
           nos acerca al lenguaje 
           nos contiene.



De Memoria de los días (inédito)

III.

El primer asombro. 


La caricia del viento de primeras horas de la madrugada fue mi primera emoción, el primer asombro. En esa hora fresca y mansa, de franca travesía y cercano cielo sin nubes, sólo mis cinco años y un rumor de oleaje azul por conocer, horizonte y frontera. Origen. De allí nace el silencio. Antes de esto nada era, nada había.

Apenas se vislumbraba en el camino la luz del alba y mis infantiles huesos eran ya toda dicha y temblor. Llegar al centro de ese paisaje salino, contener el aliento, elevar la plegaria de no ser desierto. Elegir siempre la densidad de la roca. Devolverse, como las garzas de la ciénaga volando hacia el mar. Después de esto, nada habrá; sin embargo, todo será.
El mar, madre, ¿siempre es el mismo mar? 

V.

Decir casa.

Allá donde se habita una realidad -esa primera realidad-, donde sé la siembra de lugares, rostros, 

de días húmedos y pegajosos en la opresión. Donde se es el eco de algo conocido.

Allá se dice casa. Nuestra casa. Grande, siempre multitudinaria, nunca quieta.

Como menguado rumor, allí me paseo por el patio de los helechos y los carnosos anturios, 

ligera, líquida, orgánica.  Para luego ser devorada en la espesura de la noche.

Noche de puertas abiertas, de umbrales sostenidos por la esperanza de cruzar a ninguna parte. Sueños que desgarra el pasado.

Y allí, hasta nuestro portal, llega entonces el agua torrencial de la mañana. Llega para arrasar todo consigo, para limpiar la vergüenza que atraviesa nuestra infancia como el calor creciente del mediodía.

Allá se dice casa, se fragmenta la continuidad, se aloja irrestricto el vacío entre las costillas. 

Se instala el pavor y se enmudece. El olvido borra el camino de regreso.

¿Cómo volver, entonces, a habitar esa fragilidad, a vivir nuestros cuerpos?



VIII. 

Tardes de aguacero

Con las aves, llegan las lluvias a este lado del Caribe. Miro el riachuelo que forman las densas gotas y todas ellas son turbia cascada en las alcantarillas, golpe líquido de tambor en mis orillas. Agua que habla, que grita; agua que es hartazgo y, a la vez, refugio.

Abro mi boca y el cuerpo recobra su sed extraviada. 
Llueve, todo el día llueve, sobre mí, dentro de mí, pero es lodo lo que allí permanece.


De Otra cosa es el silencio (Torremozas ,2015)

IRREMEDIABLE


                                                                                    “Mañana/ me vestirán con cenizas al alba,
                                                                                      me llenarán la boca de flores” 
                                                                                                                                       A.Pizarnik


Cálido aliento que engendra 
una palabra, un verso, un sueño,
envuelto en velos de silencio,
un recuerdo del ayer en un tiempo
que no existe, disfrazado de hoy.
Futuro incierto, invisible,
encuentro ineluctable:
lo que hoy soy seré mañana,
viento, fuego,
espuma de la boca del mundo,
y desde siempre 
tierra, brazo truncado 
de una raíz.


DEL OLVIDO

Vernos ahogados en una coraza de fuego
sin más salida que bocanadas 
de un esquivo aire redentor,
cuándo fue que olvidamos
y no parimos más 
sueños de alas extendidas,
cuándo la memoria se volvió cenizas
y empezamos a hacernos cavernas,
cuándo vendrán los perros 
a tragarse nuestros astillados huesos.


EL OTRO LADO DEL SILENCIO

Este continuo desprendimiento
este viajar hasta el centro del alma
y dejarla ir
                ser
surgir de la palabra
ser a través de ella
refugio
             camino
ave libre surcando el viento
lo demás no importa
la muerte si llega
no importa
porque toda esta inesperada belleza
permanecerá
y siempre tendremos la 
orilla del mar.


EL FULGOR DE LOS ESPEJOS 

Cierras los ojos y allí está 
el niño que eras
                esperando en la vigilia
                en la vastedad del pasado
                de mirada fija
niño alucinación
                en la gravedad de tus pestañas
                cabalgando ligero el pensamiento
niño canción,
                 verso, murmullo
niño viejo
                 tú ahora viejo
persiguiendo el fulgor de los espejos
desciendes indefenso los peldaños
dejando atrás la piel
                           los huesos
                                               tu mañana incierto.

JANNET WEEBER BRUNAL.Nace en Montería, Colombia, en 1976. Licenciada en Lenguas Modernas y especialista en traducción, reside en Alemania desde hace 10 años. 
En 2013 recibe una mención honorífica del Premio Platero de Poesía de la ONU. En 2015 publica Otra cosa es el silencio (Ed. Torremozas), su primer poemario. Ha sido incluida en la muestra Literarias. Voces femeninas de Latinoamérica como parte del proyecto Mirando al poniente del escritor hispano-colombiano Antonio María Flórez, al igual que en Arborium. Antología de los cinco continenetes (Ed. Charpentier, 2019).  Ha sido invitada al Festival itinerante de poesía latinoamericana Latinale y sus poemas aparecen recogidos en Las Noches de Lupi en Berlín (2017).  Algunos de sus poemas aparecen también en diversas publicaciones digitales del mundo hispanohablante. 
Trabaja actualmente como docente de español en la universidad Ludwig-Maximilian de Múnich, al igual que en otras instituciones universitarias de la región. Dirige el blog literario Voces. Diario poético (https://vocesdiariodepoesia.com/), en el que da a conocer la poesía tanto de nuevos autores como de los clásicos entre sus estudiantes y el público general.

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