Carlos Lechuga: No es fácil

(Una foto de Omar Sanz. @lenguajedemudos)

 

 

No es fácil. No es nada fácil. Ya tengo una edad en la que no soy una joven promesa, hice dos películas y ninguna de las dos es “El ciudadano Kane”, ni “La ciénaga”. La mayoría de los fondos y los concursos son para los jóvenes directores que están preparando sus óperas primas o sus segundas películas. La gente del cine y la industria, los que toman las decisiones, todo el tiempo están esperando descubrir al nuevo Reygadas; o ansían ver un cambio de carrera como el de Jon Favreau. Pero que voy a hacer yo, un cubano ahí de 36 años, con dos películas que ni siquiera se han visto mucho en mi país, con un divorcio a cuestas y viviendo en casa de mi madre, en mi mismo cuarto lleno de juguetes. No tengo un trabajo fijo y la calle esta cara, pero caaaaara. No vivo en un país donde mientras se levanta una película uno puede hacer publicidad, o alguna serie de televisión interesante. Si con mi primera película la hubiera tirado duro, duro, pero duro, una onda como “The tribe” o “Get Out” ahora estaría mucho mejor y sería mucho más fácil conseguir plata para filmar. Nunca se me metió en la cabeza irme del país, agarrar un avión y llegar a Los Angeles, nunca tuve los cojones de ir a bailar a casa del trompo. A veces amanezco con ganas de hacer una película de vampiros y otras con ganas de hacer un video experimental de dos minutos. ¿Pero dónde se ven los videos experimentales de dos minutos? ¿Dónde lo meto? En fin, no soy de los que le ha ido peor, pero podría estar mejor.

Como todo el mundo. Cuando tenía 20 años y estaba con muchas ganas de hacer una película, nunca leí este tipo de descarga y creo que por eso lo hago también. Además de para soltar algunas cositas, a lo mejor esto le sirve de ayuda a algún joven que anda por ahí, sin dinero como yo, pero con muchas más ganas, esas ganas que da la juventud, como para tirarla duro, pero duro, duro como “Sin aliento”.

El tema de hoy, si es que llego a un tema, ya que no soy escritor, es: los directores de cine jóvenes frente a los directores de cine mayores de 60 años. Cuando uno tiene esta necesidad, y no puede vivir ni hacer nada sin pensar en hacer cine uno es capaz de lo que sea. Y en este mundo a veces los directores cuando cumplimos una edad nos podemos sentir amenazados por los directores mas jóvenes. Hablo desde mis sensaciones. Cuando tenía 26 años… Una pausa, para los que no conocen como funciona la cosa para los que no son Orson (hasta para Orson era del carajo), los directores con sus productores, muchas veces tenemos que ir a concursos, talleres, reuniones de industria, para contar nuestra historia, reunirnos y conseguir nuestra plata. Entonces, con 26 años tuve la suerte de ir a México a una serie de reuniones para conseguir dinero para “Melaza”. En el salón de las reuniones estábamos un grupo de imberbes, éramos como veinte, pero también, para mi sorpresa, estaba un realizador mayor que, con la mayor dignidad del mundo, se paró delante de todos e hizo su pitch. Luego se retiró de la sala, un poco desesperanzado, al ver como el jurado, gente con menos carrera y mucho más joven que él, lo miraban. Ese señor era Paul Leduc. Qué entereza. La sensación agridulce me invadió: de pinga que después de hacer “Frida: naturaleza viva” uno no tenga una manera más rápida de conseguir dinero para lograr los sueños que uno tiene. No sé la historia de vida de Paul Leduc, alguien me contó una vez que en un momento dejó el cine y se montó un restaurante, pero bueno, evidentemente su deseo de contar sus sueños era aún fuerte, latía, y tenía que pasar por el aro como todo el mundo.  Está fuerte tener que enfrentarse a una sala de gente joven, pero también, qué fuerza tenía este tipo de seguir luchando por sus sueños.

Yo no sé si cuando yo tenga 60 tenga la fuerza de eso. Con 36 a veces me despierto con ganas de tirar la toalla. Imagínate tú.  Para acabar rápido este cuento, más nunca vi a Leduc, el premio por supuesto se lo dieron a un joven y en ningún pasillo ni salón volví a ver al consagrado director. Una de las noches, en el bar, un respetado guionista español de 70 años me miró como si yo fuera el enemigo y me dijo: “Los jóvenes vienen a por nosotros los viejos, pero da igual, yo me voy a una montaña con mi rifle y voy a por todos. A mí no me mata nadie”. Me quedé pensando: coño, que rico sería un mundo donde hubiera para todos, para que todos, viejos y jóvenes, pudiéramos filmar. Cuando uno es joven uno puede llegar a ser un poco soberbio. Esa soberbia muchas veces es mala, pero otras veces ayuda a hacer las películas. Ojalá yo, a esta altura del juego tuviera la misma soberbia y fuerza que tenía con 28. 

Hace par de años, aún no sé cómo, por las cosas raras de la vida, terminamos mi ex esposa y productora Claudia y yo, en una playa griega llena de millonarios con varios tipos y tipas fuertes del cine del mundo mundial. Ahí los dos únicos latinoamericanos éramos dos cubanitos y el resto de la gente eran: Ira Sachs, Julie Delpy, Abel Ferrara, Lisa Cholodenko, Ruben Östlund, el tipo de “Take Shelter” que es un grande, los representantes de grandes estrellas, la guionista griega y productora de “Canino”, Michael Weber, en fin… La crema…  Y por cosas de la vida, o me lo imagino yo, entre Abel Ferrara y yo hubo un momento.

No era la primera vez que veía al señor Ferrara. Unos meses antes, en el festival de Toronto, me lo había cruzado en una farmacia, flaco, viejo, cabizbajo, estaba buscando una medicina. A un tipo tan grande lo vi tan pequeño, que mi soberbia juvenil me permitió sentir pena por él por unos minutos.

Bueno, la cosa es, que íbamos a estar una semana en el mismo edificio y en la misma playa con Abel Ferrara, su joven esposa y el niño o niña pequeño. Desde el primer encuentro con el grupo, la gente, los durakos de verdad, no sé por qué, se mantenían un poco alejados de Abel.

Abel, que no sabe quién soy yo, pero me sale ahora decirle Abel, se percató de que en todo el grupo, el único que lo miraba con admiración era yo.  Entonces, como lobo viejo, me vino arriba y en un inglés ronco y musical me dijo: «Hi guys, I´m Abel». Estaba viejo, encorvado, flaco, feo. Este genio además de ser un genio, imagínense las drogas, fiestas, mujeres, fumadera, alcohol, todo por lo que ha pasado. Y luego de saludar se fue por ahí con los millonarios a luchar. Estaba como yo. En la lucha del baro para la próxima peli. Desde ese momento algo feo surgió en mi interior. Me da hasta pena decirlo, pero era algo así como una sensación de que a mí a esa edad me iba a ir mejor. Qué recomemierda el cubanito. Por supuesto que no me iba a ir mejor, no de viejo. Ya no me iba mejor. Ya no había hecho las peliculonas que había tirado el loco este. Y en vez de verlo como a un compañero de lucha, como a un “igual” en el mejor sentido de la palabra, me había puesto gallito a juzgarlo.

Hoy me siento como el culo, porque la vida te pone en tu lugar, y porque realmente creo que en el fondo escribo esto para que nosotros, los que estamos en este mismo barco, que no podemos dejar de pensar en el cine 24 por 24, y que deberíamos tratarnos mejor. Deberíamos querernos más. 

En fin, que no hay salida digna en envejecer en el negocio.

Envejecer está de pinga. Estar luchando para conseguir el dinero para la próxima película, con los achaques de la edad, acostumbrándote a hacer un pitch frente a gente más joven que uno. Compitiendo con jóvenes promesas. Los dolores del cuerpo. Problemas en los dientes. La próstata. Los pitch.

Al otro día en la tarde me fui a la playa, el agua estaba fría con cojones y éramos pocos.  Aquello parecía el final de «Muerte en Venecia», el sol poniéndose, las olas tocando la arena, y ese genio, encorvado, canoso, seguía con trabajo a su bebé de 2 o 3 años, que corría de allá para acá con una vitalidad imposible.

Mientras tanto, su mujer, una rubia lolita, que tenía 40 años menos que su esposo, no paraba de estirarse y acomodarse su bañador ante los ojos de los fortachones salvavidas.

Aquella imagen contenía una verdad que todavía no logro desentrañar. No sé por qué en vez de verlo como la simple imagen de una familia feliz y realizada, para mí era una muestra de algo más.

Él se veía un poco resignado. Ya no era ese loco vivaracho que se drogaba, flirteaba y tenía el mundo a sus pies.

Ni siquiera sé porque escribo sobre el Sr Ferrara, un hombre al que no conozco, que en un sentido no está nada mal, y que a fin de cuentas ha podido hacer grandes películas.

Mi punto es que está de pinga ser un caballo como Ferrara y tener que, con avanzada edad, seguir bailando, bromeando, chisteando en frente de la gente de dinero (casi siempre, gente más joven), para poder conseguir el dinero para la próxima obra.

Es más tiempo el que se invierte buscando la plata, que el tiempo en que estás filmando. Neumonía, cojera, insomnio, pero hay que seguir luchando.

La esposa de Abel, la lolita, todo el tiempo estaba hablando con un salvavidas fuerte, musculoso. Y nuestro genio, solo, a cada rato dejaba el niño a salvo y se ponía a coger un descanso. Mirando al horizonte. No sé qué pensaba. ¿Pensaba en Claudia Schiffer? ¿En Denis Hopper? 

Una vez más, la juventud, la arrogancia del salvavidas que ni sabía quién era este viejo, y así y todo, flirteaba con su mujer.

Una vez más los jóvenes jodiendo a los viejos. ¿O era la vida jodiendo a los viejos? Quise acercarme y decirle algo. Pero la regla en estos casos es no molestar. ¿Esto le pasaba por estar con una mujer más joven? ¿Por haber vivido mucho? ¿Al ser un gran director de cine se merecía una vida mejor que el resto de los mortales? ¿Más respeto? ¿Yo era un comemierda? En fin, muchas preguntas en mi cabeza.

De todo esto lo único que saco ahora, a las puertas de mis 40 y sin saber si voy a volver a filmar en la vida, es que lo único que uno puede hacer en esta vida, es ser humilde. Muy humilde y esperar lo mejor.

No quiero cuando tenga 60 tener que subirme a una loma con un rifle para acabar con los jóvenes. No quiero a los 70 tener una novia de 30 deseada por todos y tener que estar en esa lucha. Si me gustaría tener una peli como “The Addiction”. Ni siquiera sé si hay un problema entre jóvenes y viejos o es solo esta industria que funciona para los jóvenes porque se supone que después de dos películas ya los directores la van a tener más fácil para seguir y aumentar la filmografía. Pero no es así.

Lo que si sé es yo de joven era más soberbio y ahora la vida me está poniendo en mi lugar. Intentar ser humilde, serlo, es algo sabroso. Está bien. No sé si Paul Leduc pudo hacer su película. No sé si Abel sigue con la misma chica. Lo que si sé es que nadie de esos monstruos se interesó por mí ni por mis proyectos. Para ellos, nosotros, los dos cubanitos, éramos un rara avis, nos miraban raro, nos preguntaban como si quisieran saber y cuando íbamos a responder, se perdían sin mostrar ningún interés.

Solo espero tener fuerza para, a los 60 años, poder seguir pidiendo por ahí dinero para mis películas, lo mismo delante de un grupo de jóvenes, que de un grupo de millonarios. No sé si llegue. Solo trato de no parar de trabajar y esperar, con humildad. Pero no es fácil. No es nada fácil. 

En caso de que, con el tiempo, no logre crecer en mi filmografía, no logre aprender (ya que para aprender hay que filmar mucho), sí sé que habré aprendido a ser más humilde.

Bueno, si sirvió de algo esta muelita, esperen mi segundo post sobre directores de 60 años, aun no sé si hablare de Curtis Hanson o David Trueba.

Bajanda afectuosamente…

Carlitos. 

  

   

Carlos Lechuga. La Habana 1983. Director, guionista, script doctor, ghostwriter y muy cinéfilo. Estudiante de la FAMCA del ISA y de la EICTV. Ha dirigido hasta ahora varios cortos y dos largos. Ha trabajado con cineastas como Humberto Solas, Juan Carlos Tabío, Iciar Bollain. Sus obras han estado en varios festivales internacionales como Toronto, Rotterdam, San Sebastian y en museos como el Moma.

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