Luz Cassino: una aventura, un viaje, una sorpresa…
Por Aleisa Ribalta
(Una conversación con la poeta Luz Cassino)
Nos ”conocíamos” desde hacía ya un tiempo. Como muchos poetas, decir que nos conocíamos es un eufemismo, digamos que nos divisábamos a través del entramado de amigos comunes en las redes sociales. Este verano sí que pudimos vernos y conversar de verdad, fue casi una casualidad. Me fui de visita a una ciudad con mar de la costa catalana y me di cuenta de que ella también vivía allí. Me atreví a escribirle, contestó. Allí frente a la estatua de Francesc Macià, en Vilanova i la Geltrú, nos dimos cita. Apareció luminosa, como su nombre, sonrisa entera, mirada que no miente. Olvidé la cartera en casa con las prisas, así que las cervezas las pagó ella. Luz Cassino es poeta a todas.
A.R. – Luz, estás como todos impregnada de muchos bregares por el mundo. ¿Eres de las que siempre está de paso?
L.C.- Las personas hemos migrado en todas las épocas de la historia a lo largo y ancho del planeta. Mi abuela y mi abuelo, italianos del sur, fueron parte de la considerable emigración europea de fines del siglo XIX y principios del XX, imagina que sólo Argentina recibió seis millones de personas. Quizás ese espíritu es el que me invade y acompaña. Nunca estoy de paso, diría más bien que soy tremendamente curiosa y que me comprometo con el sitio donde vivo porque me interesa pertenecer, conocer y, sobre todo, el intercambio con la gente.
Y claro, esa condición es fundamental en la medida en que el acto de escribir es también una aventura, un viaje, una sorpresa…
A.R. – Tu faceta de activista sociocultural te ha reportado muchas experiencias, conocer gente de todo tipo, cada proyecto como un horizonte nuevo. ¿Esos encuentros alimentaron y transformaron tu escritura?
L.C. – El compromiso social está presente en mi vida y por ende en mi obra. Es una mirada que no te abandona, no puedes hacerte la distraída ante lo que acontece a tu alrededor y como decía Saramago: “En un mundo feliz no sería escritor”.
Por otra parte comprobar que existe tanta gente implicada que genera y te invita a participar de obras y actos colectivos en pos de causas sociales y humanitarias, conmueve y te repites: hay esperanza. Y más cuando te ves rodeada de jóvenes que lideran proyectos y que se suman a tus propuestas y las enriquecen. ¿Cómo no tender lazos, cómo no hacerte eco de quienes necesitan ser amplificados?
Lo hicimos con fuerza y convicción desde Mézclate Conmigo, el programa de radio que llevábamos adelante en Barcelona con un equipo de gente fantástica. Un ciclo que duró ocho años y que obtuvo reconocimientos y premios varios. Una experiencia donde además la poesía y la literatura universales tenían un apartado especial.
Allí también difundíamos a editoriales pequeñas, nuevas, que con enorme esfuerzo nos publican.
A.R. – Tengo entendido que eres psicóloga, ¿qué saca Luz Cassino para los poemas que escribe de ese lento observar al otro?
L. C. – Soy psicóloga social, es un matiz diferente, ya que nuestra formación nos da elementos para una adecuada intervención sociocomunitaria. La psicología social considera a la persona siempre en relación a otras y a su entorno social. Somos seres sociales y esos vínculos, la trama de vínculos y roles que establecemos con otros y otras, son esenciales a la hora de comprender nuestro devenir.
Escribir establece tal vínculo con los lectores que abona, nutre y engrandece ese entramado social. Fíjate que nosotras mismas nos relacionamos desde nuestros poemas y luego ya nos interesamos por conocernos más. Salvando las distancias mis referentes en este oficio de escribir, como lectora digo, por ejemplo Julio Cortázar a quien no conocí personalmente, es alguien tan cercano como si fuera un familiar. Sus personajes, el vuelo poético con que tiñe sus textos, sea el género que sea, han sido fundacionales desde mi adolescencia.
A.R. – A propósito, ¿qué leías en la infancia y la adolescencia?, ¿de qué savia se fue nutriendo tu camino de lectora?
L.C. – Pertenezco a una generación que devoraba libros que no compraba casi, es decir, se compraba un libro o se traía de la biblioteca y se pasaba de mano en mano en los recreos de la escuela secundaria. Estábamos atentas, en femenino porque íbamos a un colegio laico y de ”señoritas” en pleno centro de Buenos Aires, atentas digo a las novedades editoriales y a falta de internet y de redes sociales, nos transmitíamos de boca en boca la información actualizada. Entonces éramos ávidas lectoras de todo tipo de literatura en aquellos pujantes años setenta.
En mi casa de la infancia se permitía leer ”de todo”, recuerdo un episodio donde me veo conversando con mi mamá, ella cocinando y yo apoyada en el marco de la puerta, como habitualmente hacíamos. Yo tendría unos 14 años y esa semana en el círculo de préstamo de libros me había tocado ”Teorema” de Pier Paolo Pasolini, una obra y un autor que levantaba ampollas desde los sectores más conservadores. Varias amigas no podían llevar ese libro a sus casas porque no se les permitía hacerlo. Pregunté a mamá por qué yo sí podía leerlo y me contestó que siempre leyera lo que quisiera y que si no lo entendía lo dejaría para más adelante pero que fuera libre de elegir qué leer, que yo era la que decidía. Su “vos leé no importa qué sea pero leé” me ha alentado y me alienta hasta hoy. Gracias mamá.
A.R. – Hay otra persona que como tu madre, significa mucho para ti. Háblame de tu padre, dime solo lo que quieras contarme de él.
L.C. – Ah, mi papá y los poemas que le he escrito… uno de ellos ha sido musicalizado por el cantautor catalán Tomás Pinel, otro acto de generosidad.
Es curioso porque a mamá que ha sido imprescindible en mi educación y formación como persona y como mujer, y que es ejemplo de vida, no le escribo tanto así de manera directa. En cambio a papá he necesitado describirlo, quizás reconstruirlo.
Volvemos a la infancia una y otra vez, allí está la esencia y están todas las respuestas. Volvemos a las mesas de domingo, a las tías y los tíos, cercanos, cómplices, a las siestas de verano.
Ahora que somos mayores les comprendemos tanto… y sólo queda agradecer.
A.R. – ¿Cuándo descubres que quieres y puedes escribir? ¿Qué género te tentó primero y donde te sientes más cómoda?
L.C. – Escribir desde siempre, narraciones cortas y poesía desde el colegio, a los 7 años me animaba con poemas. Mi madre que era autodidacta porque no le permitieron continuar estudiando, recitaba a viva voz a Bécquer y a Almafuerte y juntas leímos tantas veces Rimas y Leyendas, a Juana de Ibarbouru y su Higuera y tantos más que es imposible no estar impregnada de esos sonidos poéticos y de sus bellas imágenes.
A.R. – Te he estado llamando poeta durante todo el tiempo desde que te conozco y no sé si estás del todo de acuerdo, es tu oportunidad de convencerme o no de lo que quieras.
L.C. – Poeta o escritora, la gran pregunta junto a por qué escribimos. Ya no me planteo ni una cosa ni la otra, como decía Simone de Beauvoir «Escribir es un oficio que se aprende escribiendo”, entonces escribo.
De pequeña, como te comentaba, me dedicaba más a la poesía, luego me interesé por los cuentos, influenciada por Cortázar, Benedetti, María Elena Walsh, García Márquez, Borges. Y con la madurez volví sin remedio a escribir poemas, digo a escribir porque de la poesía y su influjo no me había ido nunca.
La poesía es un pájaro, un barrilete, un aroma de infancia, aquella esquina del primer beso y es también una herida abierta o el abismo.
A.R. – ¿Y hablando de abismos, qué libro está a punto de nacer , por dónde andan hoy los sueños de una poeta siempre en movimiento?
L.C. – Ahora estoy trabajando en dos proyectos, un libro de relatos, más intimista, casi biográfico; y un poemario dedicado a mi hijo mayor. Soy una mujer en movimiento, sin duda. Sin embargo fui muy tardía en publicar.
A.R. – Bueno, tardía pero segura, ya tienes dos libros editados. El segundo te ha dado muchas alegrías. Cuéntame de ese viaje maravilloso que es para ti Domicilio Equivocado.
L.C. – En 2015 sale mi primer poemario en solitario, Insight (Ed. Lastura) un libro de agradecimientos varios. En la dedicatoria digo ”A mi casa de la infancia, ese pequeño mundo donde los libros poblaban todos los rincones. Mi madre, a quien no permitieron continuar estudiando, me enseño a amarlos. Ella sabía muy bien cocinar la vida y dar amor a manos llenas. Qué podía hacer yo sino inventarme esta manía de escribir y enredar las letras en poemas donde el amor brotara…” Fue muy bien acogido y está casi agotada su segunda edición.
En cuanto a Domicilio Equivocado (Huerga & Fierro 2018) es un libro profundo, quizás algo más maduro. La poeta Begoña Abad tuvo la gentileza de prologarlo y sus palabras reflejan perfectamente el sentido del poemario, del que dice entre otras cosas que es “una mudanza del alma”. Sí, me está dando muchísimas satisfacciones y recién comienza su andadura. En este sentido, hay que reconocer la labor de Charo Fierro y Antonio Huerga, que con tanta profesionalidad llevan la editorial, son trabajadores incansables que además te miman, te cuidan y hacen crecer tu obra. Como hacen las familias, entonces te das cuenta que vuelves a la familia, a la casa familiar desde otro lugar, desde otra vuelta de espiral que es nada más y nada menos que la vida.
Esta entrevista apareció también publicada en:
y en:
https://animalsospechosoeditor.com/escribir-es-tambien-una-aventura-un-viaje-una-sorpresa/