Pedro López Fernández: la adherencia de lo breve
I
Tanto el ego ocupa un hueco
como que luego en el hueco ocupado
toda carne antaño humilde
de repente no lo es
Altanera como el gallo
nacerá la nueva forma
El tiempo pasado si bueno
para que pase por bueno
dos veces
tampoco precisa
(por norma)
la adherencia de lo breve
La música fue
(no la letra)
la que echó por tierra el muro
[aunque nada como el grito
para que justo después de lanzado
se acabó limpiar cristales]
Tu atención deficitaria
tangencialmente mitiga
la influencia de mi ego
Una vez puestos de acuerdo
sobre el orden en la fila
entre el huevo y la gallina
aprovechemos
el resto del tiempo
en consensuar el orden que siguen
la semilla
y la palabra
II
Nada tengo en contra tuya
salvo quizás
esta tirria enquistada
de que no soporto verte
y que no puedo contigo
(que sin duda
es personal)
Que a todos
nos pare una madre
(aunque luego cada parto
se reconduzca según protocolo
a su propio paritorio)
tampoco será incompatible
con el que siempre también
ciertos padres
cuando suene el primer grito
se deleznen
contra el suelo
En los tiempos de bonanza
igual que adoramos al otro
en la misma forma densa
en que amamos a un hermano
(o en modo equivalente
a como uno
se quiere a sí mismo)
después que se salve quien pueda
cuando miramos
de nuevo hacia el cielo
y amenaza
el temporal
Que como uno
se quiere a sí mismo
(y como uno
en algunos momentos
se considera
el ombligo del mundo)
nunca nadie te querrá
(con la excepción
quizás
de una madre)
III
Si las cosas van saliendo
por el cauce que se espera
sólo somos ese llanto
que se escucha
tras el parto
Nombraremos
lo que llora
para luego ir más directos
entre el dédalo
de nichos
Todos somos legatarios
de esta miel
que no caduca
(el problema
es que se gasta)
Paulatinamente hablando
nos va atrayendo la tierra
con el fin hospitalario
de dejarnos hueco dentro
IV
Ningún apotegma nos sirve
si tan solo queda en eso
También nos molestan los pobres solidariamente
hablando
Si lo crispas previamente
y manejas bien la flauta
todo grupo dividido
(es decir polarizado)
formará una cola dúctil
hasta el fondo del abismo
Preferimos lo binario a la hora de pensar
Tolerar la intolerancia
es brindarle cimitarras al cabrón de tu asesino
o la forma más barata de tener descapotable
Pongamos ahora por caso
que mañana con el alba
retomo de nuevo mis riendas
o que ahora son mis manos
las que elevan nuevos puentes
Después de salir de mi barrio
hasta yo mismo me asombro
de lo rápido que olvido
Solidariamente hablando
le guardo rencor a mi barrio
Tampoco parece sensato
arrojar tierra sin freno por tapar así el asunto
porque después esta tierra arrojada
conforma esas dunas inmensas
que se van comiendo el mar
Todo grupo de personas
bien rociado en gasolina
tan sólo requiere una chispa
Pedro López Fernández (Cehegín, 1.966) es licenciado en derecho y empleado de banca. Reside en España, en la ciudad murciana de Cehegín. Finalista del Premio de Poesía Ciudad de Barbastro (Hnos. Argensola 2014) Sus poemas aparecen en revistas y espacios literarios como: Aeroletras (Gaceta FLL), Monolito, El Humo, El Grito Literario, Cultura Colectiva, Nocturnario, Nagari, Digo Palabra TXT, Seattle Escribe, El Coloquio de los Perros, Le.Tra.S. Umet, y Río Grande Review. Participa en la III Antología de Poesía Española Contemporánea Y lo demás es silencio (Editorial Chiado marzo 2019) Autor de las novelas El Magistrado Cuernavaca (2014) y Las cenizas de Manhattan (2018) ambas con Editorial Amarante.