Víctor Jiménez: un último recurso contra el naufragio
Parte meteorológico
Fin de semana gris
con palabras invisibles bajo el viento,
con destierro interior, con incluso,
alguna tormenta de notas
de Miles Davis o Bach,
que recorrerán determinados
puntos de mi espina dorsal.
Este sábado,
tendremos cielos
muy cubiertos con lágrimas
evocadoras e incluso,
posibilidad de alguna tormenta
intensamente emocional.
Temperaturas corporales
nocturnas sin cambios
o en ligero ascenso
imaginativo y diurnas
en ligero descenso,
flotantes como esporas.
El viento soplará abajo,
arriba, en medio, de lado
de medio lado,
entre mis dedos y deseos.
Serán vientos de componente
sur y suroeste,
flojos más allá del olvido.
Para el domingo,
se espera un día muy nuboso,
no por convicción,
sino por obligado axioma.
Llegan chubascos
débiles a mis recuerdos,
ocasionalmente con
versos congelados
y tormenta en la metáfora.
Nieve en torno a 1000 metros
de mi alma y ligero descenso
de las temperaturas que dejarán
heladas débiles en la culpa.
El viento soplará de oeste a noroeste,
flojo entre mis ojos hinchados,
para darle paso, poco a poco,
a la alegría.
Como ven, no tengo
palabras bonitas para describir
este tiempo que me domina.
Solo me queda soltar los brazos,
dejarme llevar incapaz de ganar o perder.
Incluso, me niego a jugar todos los juegos.
Este fin de semana renunció a caer en la trampa
que me tiende la puta nostalgia con su luz
y su tiniebla.
Sueño una isla
Isla de tardes bucólicas,
mareas impecables,
agua sucia de puerto,
diente de perro
mordiendo los pies,
acera de sombras,
rostros desgastados,
baches conocidos,
aceras olvidadas,
Uva Caleta,
Flamboyán,
Ceiba encantada,
perro callejero,
humedad del techo,
aguacero de mayo,
casa ruinosa,
pulpo,
gato,
erizo,
olor a café,
montaña de basura.
Me reconozco insignificante,
olvidado,
despojado.
Voy guardando todo con esmero:
la mar,
los amigos,
las calles,
el llanto,
la nostalgia,
los poetas olvidados.
Y, tal vez entonces,
me consuele saberme la isla entera.
El secreto de Aquiles
Huir para que,
si me he ahogado duro como un reflejo.
Digo que los versos son el escape,
un último recurso contra el naufragio.
Pero ellos nunca llegarán a buen puerto
ni a las orillas distantes de Nigeria.
Siento la misma ira de Aquiles
cuando dijo que La Habana,
Caracas o Troya eran nuestras,
para después terminar
devorado en las fauces de una flor.
Mis ojos se hicieron añicos
ante la evidencia de saber que
Aquiles no era más que un charlatán.
Huir para que.
Si no puedo detener las palabras
de los próximos días.
Mejor me doblo y me parto en dos
como la marea o un pistilo.
Entonces,
ahora si podré emprender el viaje
con algunos poemas de otros en los bolsillos
hasta las lejanas costas de Nigeria.
La noche más oscura
Érase una vez
en una noche de hielo y frío,
un viejo pescador navega
a través de los fiordos de Noruega.
Se dedica a profundas reflexiones.
El pequeño bote es todo su universo,
lo único que lo mantiene a flote
es su mezquina voluntad de remar sin descanso.
El viejo se pregunta si los copos de nieve
pueden causar la inclinación de la tierra.
Se cuestiona la vida secreta de las almejas
y la velocidad de los satélites que alumbran
el espacio como mollejas.
Cuelga la cabeza,
escucha el mar,
los icebergs parecen molinos de viento.
Piensa que se puso la chaqueta
demasiado apretada,
que se caerá de cabeza al agua
y se lo devorará el famoso Kraken
que merodea por estas aguas.
El viejo navegante piensa
en todo lo que se dice en su pueblo.
Se dice que los monstruos superan
en número a los vivos esta noche,
que los osos levantan vuelo,
exactamente a las tres de la mañana.
Se dice también,
que las focas muerden la nariz de los niños
cuando estos se les acercan,
y puede afectar su estatura.
Las niñas se convierten en las Huldras.
Los niños en los Nissers.
Por eso hay tantos gnomos nadadores
en el bosque de Trillemarka.
Rodeado de pensamientos tan profundos,
el viejo rema con todas sus fuerzas.
El viejo pescador de Trondheim,
da la pelea en su noche más larga.
Rema,
Rema,
rema,
rema el viejo en la noche.
Rema,
rema,
rema,
Rema.
Rema en la noche más oscura
que jamás haya vivido.
No alumbra la luna su bote.
El viejo extraña
sus queridísimas auroras boreales.
Asustado que estaba el viejo de la luz de la noche.
Tambores lejanos
“Todo acude, todo llega,
todos vienen.
Los muros se ensanchan,
el techo desaparece”.
~ Reinaldo Arenas
Es de madrugada,
escuchó tambores,
lejanas galaxias,
versos que nunca escribiré.
La música,
llega a mí cabeza
cargada de símbolos,
juego de palabras,
notas extrañas.
Vuelan palabras
a medio hacer:
Miedo,
ira,
fracaso,
textos,
dudas.
Justificaciones.
Derrotas.
Todo es abstracto:
sacro,
vasto,
casto.
Castigo.
Comparsa del Alacrán,
carroza de mi niñez.
Serpentinas.
Bares,
borrachos,
fiesta de brujas.
Carnaval.
Amor.
Hacer el amor.
Vienen
los lugares comunes
de siempre,
rostros impenitentes,
poetas suicidas:
Arenas, Heriberto,
Poo, Fonz…
Mis muertos.
Tus muertos.
Recorro
países y ciudades:
La Habana, 1980
Panamá, 1983
Hialeah, 1984
Colombia, 1993
South Beach, 1995
México, 2006
Homestead, 2016
Mí padre.
Tu madre.
Digo una oración:
Padre nuestro
que estás
en ningún lugar.
Madre muestra que no
te escucho.
Es de madrugada,
suenan lejanos tambores.
Anunciado los días por venir.
Víctor Jiménez nació en la Ciudad de La Habana, Cuba, 1965. Es cineasta independiente, productor de televisión y escritor. Graduado en Producción de Cine y Televisión en Miami. En el campo audiovisual ha realizado publicidad, cortometrajes y documentales, algunos de ellos premiados en Festivales Internacionales. Sus textos han sido publicados en diversas revistas de los Estados Unidos y Latinoamérica. Actualmente reside en Miami y trabaja para el Centro Creativo de Promociones de la Cadena NBCUniversal donde se desempeña como director, escritor, productor y editor. Ha publicado el poemario Siete Ciudades (Red- Ediciones S.L Barcelona, 2012) Tiene listos dos poemarios inéditos, ILUSORIUM y Golpe de Mar.