León Félix Batista: tras el cristal gaviotas
ROPA EXTERIOR
Si cuentas por mujer lo que compone
A la mujer, no acuestes a tu lado
La mujer, sino el fardo que se pone.
Quevedo
- Con docenas de cuadernos (para urdir metamorfosis) y artificios de esplendor en las muñecas. De ella mana, con minucia, la belleza convulsiva, y al calor de los compases calcetines equiláteros, contornos. Asilarse en esa flora (que me inflama) de los fémures subiendo (jubiloso) hasta donde reina el Arno, y de golpe interceptar, dilatadas las pasturas, la hendedura de un tendón y la ráfaga de un brillo: como objeto en mar de leva contra rocas imposibles o el abdomen inundado de estricnina. ¿No será que aquellos vidrios interponen a mi vida un valladar?
- La mente representa su derrame intermitente, como la transpiración de los cuerpos climatéricos, o el tejido que, nublado, reciproca imponderables. Después se contradice, y (en una esfera exacta) perpetra el almanaque: lo puede hacer brotar. Pero las percepciones –parece– no progresan, ni habrá desplazamiento entre las cosas. Lo que sostiene al ego es la pura piel voluble, discurso del vestido: desde ese núcleo espléndido el ángulo del tronco hacia abajo se bifurca –para delimitar. Aunque tiende a ser velado por un pellejo azul que trabaja como asilo hasta su estado cero.
- Taza de té en la mano. Tras el cristal gaviotas. El día alcanza el máximo solar de envergadura. Su técnica –sin márgenes– se cifra en inconstancias: tornea los relieves –y el mundo es más palpable. Así se labra un muslo al devenir efímero: se emancipa de su centro hasta cegar. Es posible que yo evada su parámetro profundo y consiga contemplar la cataplasma, como ajeno a su color y semirrígido, como eclosión de un brote en un hangar. El gris es hoy lo imbécil que se extrae de la razón expandiéndose en escorzo, vulnerando.
- Se avecina infinidad, suceder precipitado, debido a la dinámica del fémur. Este sólido distiende contexturas en escuadra, refugiándose –furtivo– tras compuertas. Conquistar autonomía desde su mundo inánime: artilugio de una pierna bajo la falda-tubo con un recorte al bies. Fragilísimo talante radicándose en mi frente contra mil exposiciones efectivas. Expondrá su evolución (por lo menos a mi escala) y su resto de progenie con un largo acoplamiento (del contorno del motivo) con veneno al ladear.
- Digieres ligereza con tus zapatos suecos. El tiempo desmantelas entre lo indeterminado. Tu vínculo al instinto, con otra latitud, lo debes a la yerba y al núcleo de un temblor. El tramo de la recta (lo “siempre indefinido”) conjura tu vacío con signos diminutos: cocuyos, anatemas, y rachas de automóviles a cuyo raudo fósforo estiras hasta el fondo los cantos del vestido. Lomo a lomo contra el árbol extirpas un espejo, después el ademán retrógrado de un lápiz engendra los eclipses –el rímel se agostó. Por enésima ocasión vulgar anacronía y asfixia con la baba: qué denso el pensamiento. La sombra de un cliente, la mano con puñal, deslíen tu monólogo. La vida al malabar en el aro de un esfínter.
- Era el aura de las aulas (o su aurora boreal); conducía mi frontal al desenfreno. Se deriva de pensar que uno cae de la anarquía (un otoño, no fecundo, los negocios del remanso: los otoños repetibles pero cepa de sucesos), y no puede el cuerpo oscuro estar sereno. Así que –como un péndulo– mil veces daba larvas su uniforme colegial, y (por discernimiento) su cabello remolino que cubría los tirantes bordeados de volumen. Estallaban, eso sí, las disidencias: descendían por los hombros, pasaban por el plexo, en un telos paulatino, con espuma: intrascendente. Más próximas las masas, luego el quiasma de las ingles: algo poco definible, de sentido inexpresable, como soltar botellas con mensajes en un lago. El principio –más severo– del desnudo, si consigo vislumbrar ¿de qué es coartada?
- El sol de hoy le da como una alegoría: sobre sí descomponiéndose en fragmentos de amarillo. Para cercar los bordes (porque la corva es iceberg) sus cúmulos componen una serie. Pero se perpetúan con ánimo vicario: el esplendor de laca que sale de la seda como celaje en páramo nevado. Aquellas “tentativas de la metamorfosis” agotan el emblema, fenómeno mecánico, lo fijo es un talud y se desprende el cuerpo. Inoculando el vértigo, como si me dragara: haciendo muy confusa la dinámica mental.
- La nuca reverbera: un óbolo frugal. Con ásperos imanes se enmaraña frente a mí. Replica vello leve en las astas de la estrella: desvaríos de una hipérbole grabada sobre piel. Omóplatos supuran de los tiros de la blusa: relieves escarpados instauran su vector. Las próximas variables (tornándolas estériles) serán articuladas sobre lo descompuesto. Yo quiero –simplemente– abrevar en el venero. Es un manso pensamiento de agasajo.
- Doy la historia en crudo, así: no hay eventos que editar, sino de pronto engastes, serpientes en suspenso y légamos que tienden a lo andrógino. Tan vano es el montaje que aromas se abren paso en esta explicación de su desnudo a medias. Texturas satinadas, deliciosamente frías, se adhieren con ventosas a toda cavidad. Y salta (granuloso) lo críptico a volumen, transpirando en la penumbra su furor por superficie.
- Preciso densidades de una masa articulada para justificar la mutación de un mundo. Con ángulos corrientes lograr el equilibrio de vértices perversos que pierden su extensión. Es el desgarramiento (o su instantaneidad) presente en el estrecho pantalón. También los torsos libres –mecánica animal– que cobra un cuerpo a cuerpo. Aquí –los mismos folios– vendré a mi idolatría: valerme de sus tópicos e hipótesis y réplicas y hallar entre las brumas fermentos. Y morir.
(Poemas seleccionados por el autor de la trilogía Prosa del que está en la esfera (Tsé Tsé, Buenos Aires, 2006), compuesta por los libros Negro Eterno (1997), Vicio (1999) y Burdel Nirvana (2001))
León Félix Batista (Santo Domingo, República Dominicana, 1964), ha publicado El Oscuro Semejante (1989), Negro Eterno (1997), Vicio (1999), Burdel Nirvana (2001, Premio Nacional de Poesía “Casa de Teatro”), Mosaico Fluido (2006, Premio Nacional de Poesía “Emilio Prud’Homme 2005”), Pseudolibro (2008, Premio Nacional de Poesía “Universidad Central del Este 2006”), Un minuto de retraso mental (2014, Premio Nacional de Poesía “Emilio Prud’Homme 2013”) y Música ósea (Cascahuesos, Perú, 2014). Existen varias ediciones, excrituras y antologías de algunos de estos libros: Se borra si es leído, poesía 1989-99 (2000); Crónico –segunda edición de Vicio– (Tsé-Tsé, Buenos Aires, 2000); Prosa del que está en la esfera (Tsé-Tsé, Buenos Aires, 2006, Universidad Autónoma de Santo Domingo, 2007); Inflamable (La Propia, Montevideo, 2009), Delirium semen (Aldus, México, 2010), Caducidad (Amargord, Madrid, 2011), Sin textos no hay paradiso (Gamar Editores, Colombia, 2012), el libro electrónico Joda poética completa (antología personal, 2013), El hedor de lo real en la nariz imaginaria (Ruido Blanco, Quito, 2014), Duro de leer (Viento y Borra, Santo Domingo, 2015) y Próximo pasado (Editorial Praxis, México, 2018).
En 2003 se publicó en Brasil la antología español-portugués Prosa do que está na esfera (Olavobrás, Sao Paulo, traducción de Claudio Daniel) y en 2014 la versión al portugués de Mosaico Fluido (Lumme Editores, Sao Paulo, traducción de Adriana Zapparoli). Está incluido en más de una decena de antologías de poesía publicadas en diversos países, entre ellas Zur Dos (última poesía latinoamericana, Bartleby, Madrid, 2005), Jardín de Camaleones (la poesía neobarroca en América Latina, Iluminuras, Brasil, 2005), Cuerpo Plural (antología de la poesía hispanoamericana contemporánea, Pretextos, Valencia, 2010), Poesía esencial dominicana (Visor, Madrid, 2011), y País imaginario (Ruido Blanco, Ecuador, 2011; Amargord, Madrid, 2014). Ha sido parcialmente traducido al inglés, sueco, alemán, italiano e hindi.