Eduard Reboll: un mar dormido en su final





es verdad
hay muchos abrigos oscuros

muchas bufandas a cuadros
con las mismas mujeres
del año anterior

muchos 
lugares públicos y muchos
niños disímiles y lo peor
es que estos muchos serán
los mismos 
mañana al despertarme



el recital en aquella chabola
tenía un acorde bajo el bandoneón

mientras un niño limpio seguía 
bajo el brazo de una mujer gitana
y un pañuelo púrpura
con los ojos del norte en su rostro
permanecía atento al gentío

fue una apetitosa manzana sin piel 
caída del árbol más longevo de su huerta 
quien hizo saltar la calderilla 
por un vagón de aburridos y luz

le di unos centavos de cobre
y hablando con la noria 
que conney island ofrece al visitante
llegamos con aquella melodía 

a recorrer con un taxi amarillo
una ciudad de edificios de juguete
    y butacas de cine



viene lento 
el rosa y sus matices por el hudson 

sosegada 
una grúa se refleja
en el jardín pacífico de este océano

siete gaviotas descienden 
sobre el mástil acerado de una nave

y un paseo de dos se consume 
contemplando el pie humedecido de un niño
que ha intentado acercar su figura
a un mar dormido en su final

un desfile de nimbos 
cierra un día común y escondido
entre los surcos de un cigarro y el siguiente



este hombre me robó el ocaso
y un litigio por lo breve

en una bicicleta de montaña
buscando el homicidio de las ocho
y su fin en estas aguas

con su piel a granos
velado por un sol empobrecido y sin balcón 
se despide pedaleando
hacia un convoy de mercancías



decae el día
con algunos cocoteros en el suelo

y la voz elevada de un chubasco

se acerca despacio hacia mí y hacia la orilla
con los flecos sueltos de las plantas 
que viven en el mar 
             nadando sin ropa


y frente al cielo


con un hombre y una mujer 
agazapados en un malecón sin nombre
rodillas cruzadas y un libro
         cerrado entre sus manos


medito mejor sobre los hechos
entre un ayer de vodka y hojaldres 
mientras la veo llegar
con sus zapatillas rojas y dos mentiras



tiene un ocre
la mañana que circunda a los foráneos 

ahí está la ciudad y su mar en south pointe
repleta de domingos en el agua 

cada tarde 
la arena y la sal de sus bañistas 
impregnada de toallas 
bajo un lujoso hotel cubierto por el oro

cierra un circulo a la hora del regreso

y como sea
esta bahía tiene gatos rubios
pajaritos
hielo en un vaso
cierres de una historia
y un sinfín de  púrpura
cian
beig
y verde lima en sus trajes de baño
calles ungidas de automóvil 
un cálido goce de los hombres de una isla
  y el mercurio del sur en sus hamacas



se van la edad y los amigos
por la puerta derecha de este apartamento 

un domingo

y el invierno de los años 
con el final de los mismos 
coinciden en una fiesta 
de un hombre con varios lustros

septuagésimo primer aniversario 

así es el tiempo
su jugada y su dibujo de frutas 
su humor barroco
cenas en un parís junto a la lujuria
un paseo sobre el césped sin bullicio 

y  todo 
repito   todo
en una ciudad ordenada
por el caos interno de un muñeco 
que produce y habla siempre 
de una habana donde nunca regresa 
   su esplendor
 
 


(Poemas inéditos seleccionados por el autor)



Eduard Reboll. Barcelona. Poeta, periodista, crítico cultural en artes visuales, cine y teatro, profesor de español y editor de contenidos de la revista Nagari. Ha escrito artículos para las revistas BaquianaTumiamiTelarañaConexosSignum NousCaritateRácataEncuentros, y para los periódicos Expressnews. Colabora para el periódico El Nuevo Herald y ha publicado La Lírica del Crápula (Setra, 2008) y mimiamimemata (katakana editores, año 2017). Sus poemas han sido recogidos en distintas antologías; la última Oír Ese Río: Antología para los ríos del mundo (Ed. Charpentier, Buenos Aires, 2017). Su más reciente libro de ensayos es Bajo la luz de mi lámpara de Ikea.






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