Antonio Tello: hundidos en el fondo de mares muertos
ASTEROIDES
Un niño llama con su lengua sucia, me llama
y lo sigo, camino tras él, amigo, voy tras
él por montañas y hondonadas de basura,
pisando la inmundicia, cruzando riachuelos
corrompidos.
En el cielo de los desdichados
no hay cometas. En el cielo de los desdichados
los ángeles planean en círculo como algunos
pájaros. La noche capital. El tiempo quieto.
Ya no vivo aquí, no puedo seguirte, le digo,
creo decirle, pero lo sigo y desde la cima
descubro la ciudad, la nación que generales
y gerentes crearon en el basural, guardada
por cancerberos albinos.
Me hablas con tu lengua
viciada. Sé que la visión te duele, amigo,
insistes, y, aunque ya no viva aquí, te sigo,
no puedo irme, todavía sigo en este lugar,
cerca de ti, donde late el dolor.
El dolor es
real, me dijiste cuando los perros nos mordieron.
Me hiero para sentir, pero el dolor ya murió.
Está muerto. La luz se apaga, amigo. Veo la
oscuridad. He esperado, quizás aún espero,
pero ahora, llegado el momento, pregunto
¿queda algo ? ¿además del dolor queda algo?
…
Una nota suena en el aire y la luz del alba
empuja la noche hacia su derrota.
Nada, nadie, dirá, podrá decir, que el día
no sucedió, que la existencia es un
espejismo o el sueño de un extraño.
No hay moral ni inteligencia en el existir.
La razón, acaso la única razón
del día, ajena a toda justicia, es
aproximar el hombre, esa pulsión de
sangre en el corazón de las sombras,
al latido y la visión de la eternidad.
La violencia, el hambre, el destierro y
el amor, todo ocurre en el día y al fin,
una nota tiembla en el aire, la luz decae,
la tarde se agota y el sol, con un rubor
de sombras, deja en el horizonte
la arrebolada estela de su naufragio.
….
sabrás, amigo, que la sangre llegará
al ocaso y a esa playa, donde boquean
los peces que alguna vez fueron hombres,
habitantes de las ciudades, pecios de
civilización hundidos en el fondo
de mares hace tiempo muertos.
Entonces,
volcarás el vino en la mesa, sobre
la espalda tus sueños cargarás y huirás
del dolor. Marcharás. Te irás. Caminarás
hasta que al atardecer de un día cualquiera
mirarás atrás y, flotando en el polvo,
antes de que el aire o la última luz del
día se los lleve, verás el temblor de los
espejismos.
En ese instante, hermano,
en la greda del camino también verás
más breves y hondas tus huellas, aunque la
bolsa de los sueños ya esté vacía.
Antonio Tello. Poeta y narrador argentino. En 1973 inicia su carrera literaria con El día en que el pueblo reventó de angustia, libro que la dictadura argentina secuestrará y destruirá, y que será reeditado en 2014.
Amenazado de muerte por la Triple A, en 1975 se exilia con su familia a París y luego a Barcelona donde ejerce el periodismo y desarrolla casi toda su obra narrativa, ensayística y poética, considerada como una de las más relevantes de la literatura argentina del exilio.
Sus novelas De cómo llegó la nieve, Los días de la eternidad y Más allá de los días, que integran la trilogía Balada del desterrado, y los cuentos de El interior de la noche “recrean y trascienden con aspiraciones de universalidad el tiempo y el espacio históricos del terror dictatorial vividos en Argentina”. A su obra narrativa, se añaden los cuentos reunidos en El mal de Q. y las novelas El hijo del arquitecto y Romance de Melisenda.
Su poesía incluye, entre otros, Sílabas de arena, Nadadores de altura, O las estaciones, poema del que se ha dicho que es una “brillante reformulación del clausus hortus clásico”, Lecciones de tiempo, considerada la obra de un poeta filósofo por la hondura metafísica de sus versos, y En la noche yerma, poema que la crítica ha situado en la tradición poética de T.S. Eliot y de Ezra Pound.