Verónica Durán: entonar el himno trágico del bosque




*

Padre
quisimos abrir el fragor
pero ni la súplica del diente
ni el humor de la constancia
prendieron las hélices que fructificarían
la respuesta.

Pese al miedo
y un titubeo en proezas
al desabrigo enfrentamos pujanza

derivar que los demonios arrojan
sobre el ánimo

cuando señalamos anatomía
ante el grito del espejo

y no alcanzamos a ver más
que un espigón de ilusiones difusas.

Vecinas sombras nos condecoran.

Las mismas que cifraron humedad
al entonar el himno trágico
del bosque.

Llegaron entonces las osamentas
nos entregaron su ajedrez de espanto
y una lágrima más tarde se fumaron la eternidad.

En cuanto dictaron lo mal cerrado
de la llaga

tronaron a pie lenguas submarinas
timones en la seña
de lo impreciso.




*

En el lar de esa niñez
no cundía el maíz

aun así separabas panoja a las gaviotas

hijas que hogaño te acompañan
reconocen el destello
cantan en torno a las conquistas.

Oceana ya no engarza
avanza exangüe de la entraña
más voraz.

Las reidoras han perdido el estribillo

vuelves a erguirte para tronzar el hambre
yemas
en la enramada de los tejados.

Los hombres del puerto se burlan
corazones noray
ignoran que Deva te asciende

que dinastías de fondo esbozan
arrecifes y
al ungir ancianidad

el ojo trota ciego
exhausto de vida que se desgarra
a flor de linfa.

Pero por más que a bocajarro
se presente la retirada
luciferinas retoñarán

los nogales de tu muerte
serán vasto oleaje.




*

El cuerpo rebosa ártico
cuando duerme.

Te observo
obelisco y remembranza

venaditos soñando
su propio estiaje.

Si me descubrieras
disimulando el cúmulo

las gemas
del estirón

cruce de límites
como un portazo de mamá

como si un ahora senescente
nos hubiese abandonado
sin origen.

Me aferro a la mano dormida
piedad distinta a la de tu hermano
estuario que tiendes

infinitamente en ti somos
roca viva
indivisible.




*

Cuando ya no estés
misterios olfatearán la noche

semblante abatido
tras el arpón de la ausencia

acíbar que jamás olvidarán.

Rastrearán la llave
removerán los morros
la uña sumida en el descuido

esa que no has querido levantar
en crianza

aunque algunos se empeñen en retorcer
la posición solar de tu pasado

trayectoria de pasos cayendo sobre el puente
en estela de erizos.

Cuando ya no estés
algas pardas ondularán hebras
de tu verbo

tan limpio adentrarás el abismo imponderable
mientras misterios aúllan.

Dos brazas de salitre ablandan
la despedida
cierran después de ti la puerta
improvisan nudos de trébol
que apagan relojes
de latón.

Ónice rozas hondura
en tu lápida encienden velas
grutas de coral.




*

Media vida tatuada a bordo
de un pesquero

muaré
tensando memorias.

Rederas niegan semejanza
lo cierto es que en ambos llamea
la misma medusa.

Desconocen que aprendimos
jugando entre sedales

un mástil por cada dedo
un dedo por el sostén
de cada hijo.

El índice se ha soltado
juntos invocamos la venida
trenzamos riberas entonando el ángelus
de los cinco lobitos que exploraron el algar
buscando vida más allá del intento.

Quizá también el daño
en la amura de lo intruso.

Afasia boreal.

Cuentan que perecieron flexibles
doliéndose ante la indiferencia
en su maniobra azur.




*

Tanteas el contorno
en la ráfaga que modula
la jerga de las sogas

fuera un ramaje
perfectamente cilíndrico
oscila

destapa el cosmorama
metálicas selvas despiertan
eco de botavaras anuda el sudor.

Manso te alargas
rocíos del sol* mecen la entrelínea.

Te alargas
hasta que confundimos siluetas
con un bregar
de cuellos como suburbios
desangrados.

El oficio pliega la edad
en lesiones.

Gamelas* hunden rizomas
serpeando la viscosa orfandad
de las profundidades.

Rielas púrpura adentro
en radios que bogan distancias
de limpidez

la misma que zozobra
el principio

madréporas para desleír el quebranto
estrofas vivas aletean la furia
ardora que nos acerca.



(A mi madre)

*

Un filamento de moco transparente rubrica
el último gesto.

Con pies de hiedra se desliza el Urco
a punzar el adiós en tu rostro.

Insólita belleza
advertir cómo brota la helada
mientras el cuerpo enmudece

astro desfigurado
en ardor.

Te ves fiereza
desdoblada en la holgura

cerca de otra cría
endrino acaso.

Sin embargo aquí
una veleidad de espectros
invade

achaca a los animales
su vacío

toma símbolos que no sienten

frutos perecerán en agraz
cuando trepadoras aíslen.

Subidas a la luna en una voluta
Pequeñas gitanas* avistaron la ciudad

esqueleto plástico
entre damas de serbal que delatan
la traición del viento.



(Poemas seleccionados del poemario Pah, autoeditado por la autora) 
(Foto cortesía de la autora)





Verónica Durán (1983, Canido, pueblo costero al suroeste de Galicia). Artista multidisciplinar. Ha autoeditado su primer poemario: Páh. Y recientemente, publicado en Eolas Ediciomes su segundo libro: Corazonar. Algunos de sus textos han sido mostrados en espacios virtuales como la Revista Kokoro; Uno y Cero Ediciones; y Transtierros. Actualmente aprende a tocar el piano compaginando su formación en patronaje con el cuidado de su padre más una familia de felinas.


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