Mario Meléndez: vestidos para una fiesta de cenizas





El inconsciente es un manicomio
con vista al mar


Cada pez que sale del agua 
trae camisa de fuerza




5

Vi al Papa despertando
de una horrible pesadilla
Dios le había contado
que leía a Rimbaud
Era año nuevo
El Papa dormía abrazado
a su Cristo de peluche




6

Vi a la muerte arrastrando 
el ataúd de Vallejo
El ataúd estaba vacío
pero pesaba una eternidad
Era noviembre
Los gusanos hacían gárgaras
con las cenizas de Dios





7

Vi a Dios besando a la muerte
en un café de París
Llevaba una barba de siglos
y un paraguas 
para espantar la soledad
Era verano
Su sombra se echaba viento
con la oreja de van Gogh




11

Vi a la muerte llorar en el entierro de Cervantes
La gente gritaba: “Compañero Miguel”
“Presente”, decían los gusanos
mientras lo bajaban a su última morada
A pocos metros de ahí cremaban el cadáver de Dios





13

Vi a Marilyn Monroe dando de mamar a su sombra
tenía los pechos tristes
y usaba camisa de fuerza para dormir
Se había tatuado en la espalda algo revelador
También Dios fue mi amante




16

Vi a la muerte entrar a un hotel sin espejos
Vi al conserje cerrar una puerta al infinito
Vi a Dios salir del brazo de Rimbaud
Vi a la muerte abordar el tranvía
Vi en el lobby Cerrado por duelo
Vi llegar la policía, vi fotógrafos
Vi una vieja ambulancia llevarse un cadáver
Vi al conserje desnudo en esa ambulancia
Vi su cuello tajeado, vi sangre
Vi sus ojos de buey camino al matadero
Vi su nombre escrito en la espalda de Dios
Se llamaba Verlaine





23

Vi a Picasso montado en un caballo verde
llevaba camisa de fuerza y una máscara africana
Sus mujeres lo seguían (a pie) por un desierto de sal
cargaban sus cuadros al hombro y un paraguas
          de Matisse
El caballo lucía una extraña peluca
sus patas ortopédicas se abrían hacia todos lados
desesperando a Picasso que lo golpeaba con un palo
          de ceniza
Aburrido bajó del caballo
y comenzó a trazar en el suelo figuras amorfas
líneas arrancadas de un alfabeto imposible
Aquí cavaré la tumba de Dios, se dijo
los gusanos jamás me perdonarán
Y ordenó a sus mujeres cortarse las venas
mientras él pintaba su caballo de eternidad





29

Vi a Sinatra en la máquina del tiempo
Soñaba interpretar sus grandes éxitos 
arriba de un tiranosaurio rex
Pero llegó a una aldea de pescadores
en el momento exacto
que un sujeto marchaba sobre las aguas
Deja tu voz y sígueme, le dijo
desde hoy probarás mi palabra
Ante tal ofrecimiento Sinatra dio media vuelta
y partió hacia el futuro 
Sólo avanzó unos segundos
y vio al mismo tipo ahora crucificado
Canta para mí, le suplicó esta vez
y te llevaré al reino de los cielos
Entonces nuestro héroe
comenzó a masticar un extraño gemido
una especie de lamento gregoriano
que dejó a las piedras del Gólgota 
temblando de eternidad
Quédate con nosotros, pidió el centurión
y serás el protegido de Roma
Pero Frankie tenía una espina atravesada
quería grabar a dúo con el hijo de una sirena
Lo siento, respondió, debo volver a casa
me espera el fantasma de mi madre
para darme las buenas noches
Se despidió de allí firmando todos sus discos
mientras la máquina del tiempo
reproducía los acordes de My way





32

Vi a Kafka en el cuarto de los juguetes
Conducía un tren infinito
sobre rieles que parecían anguilas
Bajo la cama otro niño desarmaba
una oruga fluorescente 
La oruga tenía el rostro de Kafka 
también los muebles, los relojes
las paredes tenían su rostro
las arañas aburridas en sus telas
los juguetes en la habitación 
El único que no tenía el rostro de Kafka 
era el propio Kafka cuyo rostro
semejaba una página en blanco





39 

Vi a Dios por el espejo retrovisor 
mientras salíamos de un túnel transparente 


Viajábamos a toda velocidad
vestidos para una fiesta de cenizas  


Cada quien llevaba una máscara 
y una piedra atada al cuello 
para lanzarnos en el primer río


Vagamos toda la noche por un desierto de sal 
delirando con la tierra prometida


En el asiento trasero las musas bostezaban
sacaban sus pechos por la ventana 
como si fueran restos arqueológicos 


Los gatos que olvidamos en la cajuela 
nos habían predicho el futuro


Ninguno verá el amanecer, confesaron
con una certeza que nos paraba los pelos


En la última gasolinera compramos tabaco 
y alimentamos los gatos antes de abandonarlos


Maullaban a un lado del camino 
cuando encendimos motores


La luna era una trenza de ajo 
pegada al parabrisas 


las estrellas semejaban estacas 
que añoraban nuestro corazón 


Con los primeros rayos de luz
comenzamos a desaparecer


Razón tenían los gatos, dije 
subiendo el volumen de la radio


mientras veía a los Sex Pistols
por el espejo retrovisor





46

Vi el cadáver de Dios
                                  pastando en la eternidad





(Poemas del poemario Esperando a Perec, seleccionados por el autor)





Mario Meléndez (Linares, Chile, 1971).Estudió Periodismo y Comunicación Social. Entre sus libros figuran: Vuelo subterráneo, El circo de papel, La muerte tiene los días contados, Esperando a Perec y El mago de la soledad. Parte de su obra se encuentra traducida a diversos idiomas. A comienzos del 2013 recibe la medalla del Presidente de la República Italiana, concedida por la Fundación Internacional don Luigi di Liegro. Una selección de sus textos fue publicada en la prestigiosa revista Poesia de Nicola Crocetti. Al inicio de 2015 es incluido en la antología El canon abierto. Última poesía en español (Visor, España). En 2017 algunos de sus poemas aparecen traducidos al inglés en la mítica revista Poetry Magazine de Chicago. A partir de 2018 trabaja como editor general de la Fundación Vicente Huidobro. 

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