Carlos Barbarito: su vasto corazón a la lluvia
Pound Revisited
Ve libro mío en la mudez nacido,
y abraza a quien se apiadó de solteros y casados,
de la pequeña Aurelia y de las vendedoras de tienda,
y que ahora es una sombra,
una presencia fantasmal que cruza los jardines de Kensington,
los senderos de los sucios, vigorosos herederos de la Tierra.
Abraza a quien un día entregó su vasto corazón a la lluvia
y se quedó para siempre en las aguas del zafiro,
dile que yo también me he unido al vuelo de las golondrinas
y traigo en mi sangre la luz de los abedules y el oro rojo de los arces,
para que cuando llegue la más terrible de las horas
y en mí todo sea cernido y disuelto,
ante los ojos de mis ojos permanezca intacta la Belleza.
Mal de piedra
Este permanente combate contra una hoja en blanco,
¿qué ofrece a mi vida? Quizá menos
que la astilla que me da en pleno rostro
cuando ando por las calles hacia mi calle.
El aire que no arde, los ojos enrojecidos,
límites inapelables: vigilia de la brizna,
burla del légamo, sangre clamando por el jaspe,
un pez fluyendo por la corriente
hasta el último fulgor del cobalto.
Ah, querido Cavalcanti, tiene que haber una puerta,
un secreto,
una llave.
Segundo retrato
Me estoy desvaneciendo.
Solo ante el vértigo de las cosas,
ante el inexplicable tejido de la lluvia.
La noche quiere que en este día olvide
que alguna vez me fue dada la juventud,
que es el dominio sobre los misterios del sexo y de la muerte,
cada palabra dicha o escuchada,
cada vigilia en pos
de una cifra, de un rostro, de una isla distante,
la inmensidad del mar, lo vivido y lo soñado,
la imagen de la luna en el agua,
el vientre de la mujer amada,
los días de tormenta, las tardes de la infancia,
las lágrimas derramadas
y, lo que es más terrible todavía, la esperanza.
Me estoy desvaneciendo, ya casi no puedo ver mis manos.
Cuarto retrato
Se derrama mi palabra sobre la fatiga de las cosas.
El niño regresa de la ceniza
y muestra las heridas de la soledad, del desamparo.
La noche crece y me llama.
La noche es infinita y oscura, como la muerte y la ceguera.
Por favor, ponme una máscara.
No puedo seguir en carne viva.
(Poemas seleccionados de Éxodos y trenes para La libélula vaga)
Carlos Barbarito nació el 6 de febrero de 1955 en la ciudad de Pergamino, provincia de Buenos Aires, la Argentina, y reside en Muñiz, también localidad bonaerense. Por su obra poética obtuvo primeros premios y otras distinciones, y ha sido incluido en antologías, en su país y en el extranjero. Fue traducido al holandés, italiano, inglés, catalán, francés, griego, persa, filipino, turco y portugués. Ha publicado, entre otros, los siguientes poemarios (en la Argentina y otros países de América y Europa): Poesía quebrada, Teatro de lirios, Éxodos y trenes, Páginas del poeta flaco, Parte de entrañas, Bestiario de amor, Viga bajo el agua, La luz y alguna cosa, Desnuda materia, Puntos de fuga, La orilla desierta, Piedra encerrada en piedra, Figuras de ojo y sombras, Música humana y de paramecio, Un fuego bajo un cielo que huye, Cenizas del mediodía, Feu sous un ciel en fuite (traducción de Patrick Cintas), Paracelso y Falla en el instante puro. En el campo de las artes plásticas publicó dos volúmenes: Acerca de las vanguardias. Arte argentino siglo XX(Comisión de Homenaje a Jorge Feinsilber, Buenos Aires, 1990) y Roberto Aizenberg. Diálogos con Carlos Barbarito (Fundación Federico Jorge Klemm Editora, Buenos Aires, 2001).