Óscar Wong: Y nos dijeron que éramos inmortales

 
 
Vacuidad y desamparo. Siempre. Pero la dinámica del mundo contemporáneo, «civilizado», llevó a la humanidad a creer que era única, todopoderosa. Importaba más el status: el vehículo más lujoso, la mejor casa, la máxima preparación académica. La publicidad nos llevó a los «falsos silogismos de colores». Y olvidamos lo importante: vivir, solidarizarnos con el prójimo. Competencia y deslealtad fueron los parámetros. Incluso el arte se volvió instrumento de poder, desvinculado del ámbito espiritual.
 
Aunque la Muerte estaba presente. Una y otra vez. Y la soslayamos por completo. Ignoramos los gritos desaforados del planeta, los estertores de las especies que terminaron por extinguirse, gracias a la actitud imprudente del humano. Competencia desleal, sí. Y quienes estaban en el desamparo pretendían sacudirse del marasmo económico. Y se volvieron resentidos o sicarios, políticos o comerciantes desleales.
 
Y la guadaña continuaba acechando. Guerras, SIDA, violencia intrafamiliar, violaciones, pedofilia hasta en las iglesias. Mas todo se volvía noticia, indicadores sociales. Las religiones se volvieron vanidad. El ámbito sacro, espiritual, fue soslayado. Ciegos, mudos, mancos: la indiferencia ante el dolor humano como característica primordial. Pero el juego continuó: los ojos puestos en los aparatos móviles, sin advertir la catástrofe, el tiempo que transcurría con voracidad acelerada.
 
Entonces la fragilidad del individuo cobró la relevancia de siempre. La vida, la existencia recuperó su valor. Es, por sobre todas las cosas, un milagro. Prevalecer es capital. Cuidarnos es importante. El otro es fundamental. La presente sacudida, el confinamiento de ahora lleva al individuo a recuperar «El sentimiento trágico de la vida». Todo es fugaz, pero trascendente. «Las leyes de la flor» de los Siglos de Oro españoles volvieron; aunque no para todos. Resistencia siempre habrá. El individuo tiene, además, el libre albedrío. Y la genética, la resistencia biológica -la selección natural- hará lo suyo.
 
Se habla de la nueva normalidad que viene. Sí. Con esta experiencia, Las nuevas parejas se gestarán para sobrevivir y envejecer juntos. Acaso el ciudadano ideal, como postula Rougemont en «Los mitos del amor», cobrará vigencia: el individuo que cuida el entorno, paga a tiempo sus impuestos, etc., porque ama a su familia y ama la vida. Aprender a convivir con el vacío, con el riesgo de la inminente desaparición física, será la constante para asumir la existencia con responsabilidad.
 
Así, el ser humano, más consciente, sabrá que la verdadera felicidad es la suma de momentos felices, pues en verdad -aunque sean mínimos, insignificantes- se vuelven únicos, importantes, reveladores. Bienvenida sea la nueva humanidad, la nueva normalidad!
 
 
 

Oscar Wong (Tonalá, Chiapas, agosto 26 de 1948) es de ascendencia sino mexicana. Poeta, narrador, ensayista y periodista. Experto en discursos políticos (redacción y corrección de estilo), especialista en artículos periodísticos y literarios. Autor de una treintena de obras ensayísticas, antológicas, narrativas y poéticas. Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Fue Subsecretario de Cultura y Recreación del Gobierno de Chiapas (1982-1984) y Director de Publicaciones del Coneculta-Chiapas (2010). Becario del INBA-FONAPAS en crítica literaria (1978-1979) y del Centro Mexicano de Escritores en ensayo literario (1985-1986).
Ha obtenido diversos galardones nacionales en los tres géneros en que se desarrolla: Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde 1988, el Certamen Literario Rosario Castellanos en Cuento 1989, Premio de Poesía de Ciudad del Carmen, Campeche, en el 2000, Premio Nacional de Ensayo Literario Magdalena Mondragón (Torreón, Coahuila, 2006), entre otros.

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