Joaquín Gálvez: el eterno viajero de esa nave que zarpa hacia la nada

(Foto: Cortesía del autor)

 

 

MI REINO EN ESTE MUNDO

 

Al artista

 

Mi mundo no pertenece a mi reino,

pero yo he creado un reino

a pesar de mi mundo.

 

En mi reino -¡es evidente!-

el breve sentido de la vida

lo ocupa

un vasto raciocinio de acorde.

En cambio, en mi mundo,

el arpa otra vez se subordina.

Por eso, al hombre que soy en mi mundo

se le prohíbe entrar en mi reino.

¿Qué iluso mesías pretende

hacer de este mundo su reino?

 

Mi reino es otra muralla china,

de la que no tiene control

la implacable voluntad de mi mundo.

La civilización de las máscaras se rinde

ante la luz de mi reino;

la oscuridad es la única memoria de luz

que queda en mi mundo;

todo su sentido común es sólo

utopía en mi reino.

 

Ah, de ese dios el hombre puede ser su relevo:

a causa de este mundo,

yo he creado un reino

a imagen y semejanza mías.

 

 

 

RETRATO MALDITO DEL POETA

 

Soy la nota disonante del orden establecido:

la oveja negra del rebaño

humanamente social y familiar;

el hijo pródigo que se marcha y más nunca regresa.

Soy el portador de la antorcha de Sócrates y de Jesús,

aún sin los designios de la cicuta y la cruz;

a quien le causa fiebre las inclemencias del status quo.

Soy Ovidio, otro expulsado de la vida,

precisamente, por cargar con mi pluma tanta vida.

Soy el que lleva la soledad como diadema,

aquel que inunda todo espacio con su lava

de eterno inconforme:

el dandi y también el santo.

Soy el cabecilla en la lista negra,

el que sólo cumple con las leyes de sí mismo

-por supuesto, un condenado de sí mismo-.

Soy el que cree en cierta bondad de los demonios,

así como en cierta maldad de los ángeles.

Soy el profeta Kahlil Gibran: “mi maldad es mi bondad terriblemente herida”

(algún amor –alguna nobleza- me mostró la ruta del crimen).

Soy el Abad devoto de la duda,

el eterno viajero de esa nave que zarpa hacia la nada.

Soy el que, más allá de todas las posibilidades,

intuye en el suicidio una puerta.

Soy el que convivió con Erich Fromm en un manicomio de América

(ambos no fuimos patológicamente normales).

Soy el que no descarta el alcohol y otras alturas (prohibidas),

quien deja rastros de sus ojos en unas piernas entreabiertas.

Soy, inevitablemente, el que se encontrará con Charles Bukowski en su camino.

Soy el militante del antiextremismo

(¿acaso otra forma de ser extremista?).

Soy el discípulo que reniega de su maestro,

y el maestro en cuya estrella brilla el desafío de su discípulo.

Soy el defensor de la lógica del absurdo,

quien cultiva con altiva humildad

este gladiolo del ego.

Soy el aguafiestas de las manidas fiestas,

el único que pudo dar con la luz en un Gulag de Siberia

(¡ah, mi sagrada escritura!).

Soy el peregrino que parte a cumplir su misión estética,

para nunca llegar al rostro definitivo de la belleza.

Soy el que no soy,

pues siempre habrá otro Yo esperándome.

Soy, obviamente, el poeta.

 

 

 

El DESORDEN / CIERTA HUELLA

 

sean todos ustedes bienvenidos /

constelaciones de mi desorden / personajes públicos

de esta habitación que a nadie le abre las puertas /

todas las noches celebran en mi escritorio un carnaval /

y sus pasos aseguran una bitácora en mi estro /

son como alquimistas / transforman el olvido en saxofón

para que alguien hospede un firmamento /

(digo, un huérfano que me ampara)

quedan, pues, libres / no son Jonás / pero ahora escribo

para que sean noticia / prófugos del vientre de la ballena.

 

 

 

HÁBITAT

My City, my beloved, my white! Ah, slender,

Listen! Listen to me, and I will breathe into thee a soul.

Ezra Pound

 

He says again, «Good fences make good neighbors.»

Robert Frost

 

I

 

La noticia de última hora no es una esquina

donde la noche cancela su anonimato.

Ni la luna que baja hasta los condominios

ha encontrado un ojo para iniciar la leyenda.

 

Ezra Pound no tuvo el corazón sitiado por un iPod

en el momento en que la música es un abismo,

y el silencio no se avergüenza de ser

un escándalo mayor.

 

II

 

Mi vecino ha levantado una cerca

para que no me tropiece con sus palabras,

para que no me llegue de soslayo la fisura que distingue a su alma.

 

Hello, sir.

(A prudencial distancia…

“Don’t cross the line!”)

 

Mi vecino ha levantado una cerca

para que no se funde un nido cuando se crucen nuestros pasos.

 

Le teme a la estación con que puedo entrar en su casa.

¡Ni un pie adentro…!

Para que nunca meta las narices en su cabeza.

 

Una cerca se interpone entre su alegría y la mía,

entre su tristeza y la mía.

 

Seremos muy buenos vecinos, Mister Frost,

entre nosotros nunca se levantará la vida.

 

 

HOMENAJE A MAGRITTE

 

Esa montaña de cadáveres son orquídeas canceladas.

 

Alguien quiso cultivar un jardín,

pero en sus ojos se miraba el gas -de una cámara-…

Y ese espejo fue una sentencia

cuando reflejó el rostro del agua.

 

 

(Poemas seleccionados por el autor de varios libros para La libélula vaga)

 

Joaquín Gálvez (La Habana, 1965). Poeta, ensayista, periodista y editor. Reside en Estados Unidos desde 1989. Se licenció en Humanidades en la Universidad Barry y obtuvo una Maestría en Bibliotecología y Ciencias de la Información en la Universidad del Sur de la Florida. Ha publicado los poemarios Alguien canta en la resaca (Término Editorial, Cincinnati, 2000), El viaje de los elegidos (Betania, Madrid, 2005), Trilogía del paria (Editorial Silueta, Miami, 2007), Hábitat (Neo Club Ediciones, Miami, 2013), Retrato desde la cuerda floja (Poemas escogidos 1985-2012, Editorial Verbum, Madrid, 2016) y Desde mi propia isla (Editorial El Ateje, Miami, 2022). Textos suyos aparecen recogidos en numerosas antologías y publicaciones en Estados Unidos, Europa y América Latina. Desde 2009, coordina el blog y la tertulia «La Otra Esquina de las Palabras». De 2015 a 2017, fue miembro del Consejo de Dirección de la revista Signum Nous. En la actualidad dirige Insularis Magazine, revista digital de Literatura, Arte y Pensamiento.

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