José Emilio Fernández Cepero: Siempre vuelvo a las voces del silencio en el verso
CINCO PREGUNTAS a José Emilio Fernández Cepero, autor de inconcluso, poemario que verá la luz próximamente bajo el sello editorial Al Faro Ediciones.
Tienes estudios de medicina que cambiaste luego por administración de empresas y finalmente obtuviste un Máster en Lengua y Literatura Española, ¿cuánto influyó ser escritor en esas decisiones?
Todo sucede por algún motivo, incluso hasta la alegoría de las quimeras. El intelecto humano es –a mi entender- lo más preciado, aun cuando las imposiciones prevalecen. Mis estudios de medicina fueron una premonición; un ensayo exhaustivo en situaciones donde la enfermedad, el dolor, y sin duda la estratagema entre la vida y la muerte, me aproximaron al verso, al mundo que me había creado para salvarme, entre la multitud y aquellas imposiciones. En la anatomía también existe la poesía, tu cuerpo es un verso. Y entonces la escritura llega, implora un cuerpo y te consagra. En toda mi obra poética se observan imágenes recurrentes que de una forma u otra hacen alusión a nuestra anatomía. Aprendí a observar cuando estudiaba medicina, y me convertí en constante observador para poder llegar a los aciertos, pero mis aciertos se convirtieron en mis ropas carnales, en las transparencias y las opacidades de un cuerpo, en verso. Esa es mi anatomía.
El estado de alerta lo conseguí más tarde con mis estudios de administración de empresas. Un emprendedor es como un escritor, siempre están en alerta y saben discernir entre la realidad y los disfraces. Y ambos (la realidad y los disfraces) son, inevitablemente, factores inestables, que sufren una metamorfosis y te permiten conocer el verdadero rostro del hombre en sus preferencias y en su hambre. En estos rostros de negocios cohabitan la desesperación y la abstinencia, y por qué no, también la poesía. Es un mundo donde convives por muchos años y conoces a personas extraordinarias y a otras en las que jamás quisieras reencarnar; y en esta constante preocupación aparece el verso, en estado de alerta.
Todo lo vivido, estipuló mi enfoque para dedicarme a la literatura y la academia. Obtuve un Máster en Lengua y Literatura Española, y ha sido un proceso maravilloso. Soy escritor, pero también educador, y el concepto de poseer lo impalpable, lo que aporto y me aporta -como relación recíproca- me hace libre y siempre me devuelve al verso, a mi anatomía y al estado de alerta porque es así cuando logro reconocer los mundos que invento.
¿Qué es para José Emilio Fernández la poesía?
Siempre vuelvo a las voces del silencio en el verso. La poesía me define, me interpela. Es un acto totalmente liberador, es un grito de fe, de miedo, de soledades disonantes. La poesía me permite vivir intensamente todos los espectros, todas las vidas, todos los tiempos, justo aquí en mi anatomía. La experiencia poética es una otredad y la diferencia de mi ser. El acto de escribir poesía sigue siendo una revelación, una danza entre mi pudor y el misterio. La poesía es eso, el misterio, el ostracismo, mi libertad.
¿Qué le dirías a los que no leen poesía porque alegan no entenderla?
Me enfrento muy a menudo -como educador y fuera del contexto académico- con esta interrogante, que para mi entender es una preocupación. Para comenzar, escribo poemas que en lo personal me gustaría leer, no para entenderlos, sino para sentirlos. Me interesan los sobresaltos que provocan los versos por debajo de mi piel. Reconocerme en el mundo a través de versos que descifran mi condición social y anatómica, es mi pertenencia. Para lograrlo, solo tengo que leer un verso, cerrar mis ojos y permitir que el misterio se apodere de todas mis formas, de las posibilidades, lo personal, lo ajeno, y de lo inevitable. La preocupación para los que no leen poesía porque alegan no entenderla, no es otra que la aprensión de acercarse al desconocimiento, o a lo que en realidad conocen muy de cerca, y, aun así, profesan miedo del misterio; cuando en realidad es ese misterio lo que nos provoca sentir más allá del entendimiento. En lo personal, me atrae la poesía como exploración intelectual de lo que nos preocupa y aterra: la identidad y lo desconocido.
inconcluso es tu tercer libro publicado, antes vieron la luz En la hora de los peces y Los puentes de mi raza. ¿Con qué se encontrarán tus lectores en inconcluso, qué les espera en este nuevo poemario?
Inconcluso es un grito, es una metamorfosis, una ruptura de piel y de sobresaltos. Es un poemario que implica intimismo, preocupaciones, lujurias, pertenencias y gritos de albedrío; definiendo así mi jerarquía ante un mundo de bestias y analogías. Consta de un ante y un después, un hombre que no existe más allá de los miedos, pero se renueva en un acto inefable y como un reptil, muda su piel. Me tomé la libertad de humanizar los conceptos de la disecdisis (alteración en la muda de los reptiles) y la ecdisis (la muda en reptiles) como imagen mutante en todas mis formas y entre todas mis virtudes. Inconcluso es una historia de principio a fin, contada a través de versos. El libro es un poema gigante, es el hombre que se estremece en su constante incursión más allá de la no existencia, la aridez y los aciertos. Pero inconcluso también es un vuelo, la transparencia, la lujuria, es la anatomía de mi condición de hombre de isla, de amante, de intentos.
Por último, una confesión. ¿Cuál es el libro de poesía que más has leído, y al que sabes que volverás siempre?
Agradezco mucho esta pregunta y son inevitables los sobresaltos que provoca. Confieso que siempre retorno a la raíz, a donde puedo emanciparme en mis silencios, en los mundos que me creo para guarnecer mis alas. Es allí donde siempre regreso entre desplazamientos y posibilidades; me refiero a “Poemas sin nombre” de Dulce María Loynaz. En su poesía encuentro la certidumbre del tiempo y la presencia halagadora de un refugio de nostalgias, de silencios y soledades antiguas; donde la revelación del mundo no es más que el yo poético y sus matices, pero también la posibilidad aparente de mutar, donde el silencio es el mayor refugio para descubrirse. Confieso, es el libro de poesía que más he leído, al que siempre vuelvo para retomar el vuelo, porque: “El mundo entero se me ha quedado vacío, dejado por los hombres que se olvidaron de llevarme…/Pero cuando les falte mi verso tímido, nadie sabrá que alguna vez yo anduve entre ellos”.
Por Gino Ginoris
José Emilio Fernández Cepero, Santo Domingo, Villa Clara, Cuba 1971. Reside en Estados Unidos desde 1997. Obtuvo una Maestría en Ciencias en Educación del Idioma Español en Nova Southeastern University y se graduó siendo elegido miembro de la Sociedad de Honor de Phi Kappa Phi. Su poesía ha sido recogida en las antologías “La Ciudad de la Unidad Posible” Editorial Ultramar, 2009 y “Convergencias” Editorial Verbo(des)nudo, 2017. Tiene publicados los poemarios “En la hora de los peces”, 2015 y “Los puentes de mi raza”, 2017 ambos por la Editorial Verbo (des)nudo bajo el sello Colección Alas. Su obra literaria ha sido expuesta en periódicos (“El agua y el Espejo”, Miami Herald, Estados Unidos, 2016 / Las razones de la poesía, La Razón, España, 2019) y diversas revistas literarias alrededor del mundo (Tú y yo somos una isla, Culturamas, revista de arte y literatura, España 2016 / Revista de arte y literatura, Verbo(des)nudo. Santiago de Chile, 2017 / Linden Lane Magazine, revista de arte y literatura, Estados Unidos 2018 / La experiencia de la libertad, México, 2019 / La libélula vaga, Suecia, 2020). Parte de su obra poética fue incluida en la antología de crítica de arte “Bohemian Rhapsody”, Ediciones de Arte Le Project, Cuenca España, 2019. José Emilio Fernández Cepero ha sido jurado de importantes concursos internacionales de poesía y actualmente está comprometido en su trabajo como educador a través del estudio de la lengua y la literatura españolas.