Damaris Calderón: mi memoria es todo olfato





MI MEMORIA ES UN PERRO OBSTINADO 
 
Duermo con una mujer filo de obsidiana.  
Duermo con un cuchillo. 
Duermo con cardos. 
Duermo con un martillo. 
Duermo con las botas puestas. 
Duermo con perros. 
Duermo con sangre 
en mi ropa interior. 
Camino las calles 
que son siempre la calle 17 # 5013 
de Jaguey Grande, 
donde las matas de mi infancia 
fueron cortadas, 
la décima guajira suena 
como una pared rota 
y la uva, ya no da más. 
 
Mi memoria salta las tapias. 
Escarba. 
Abre un hueco. 
Regresa. 
(El río que me enseñó a correr perdió las piernas) 
Mi memoria le da a la caza alcance. 
Mi memoria es una carne puesta a secar. 
Se muerde a sí misma, se cae a dentelladas. 
A mi memoria hay que amarrarla  
darle candela para que no recuerde. 
Hay que dispararle sacarle los órganos. 
Hay que hacerle la lobotomía. 
Hay que abrirla con escalpelo. 
Mi memoria es todo olfato. 
Toda papilas. 
Toda dientes. 
Un animal despedazado. 
Despedaza. 
 
Mi memoria se alimenta con sangre de gallo. 
Mi memoria es el sol 
que ilumina las calles oscuras. 
Los portones se mueven solos. 
Las cercas se doblan. 
Las guayabas caen a pedradas. 
Y el recuerdo es más inflexible 
que el metal. 
 
Si pudiera volver a amar el limonero  
y hasta la mata de naranja agria. 
 
Los perros desentierran ese hueso, Cuba, duro de roer. 




NINGÚN POEMA ES MÁS GRANDE QUE TÚ 
 
Me gustaba “el arte de perder”. 
El agujero en el buche. 
Decir 
(escribir) 
en imperativo: 
“No, no fue un desastre”. 
El desastre sigue ahí. 
El reloj de mi madre 
sigue en mi mano, invisible. 
Y la casa. 
Y la frazada con sangre. 
Y los continentes. 
He visto gente 
(la mayor parte) 
vivir y morir sin literatura. 
Y respiran 
y se duermen igual. 
El sol se pone 
sin literatura. 
El gusano no perdona. 
Y hay ojos luminosos 
sin letras. 




NOCHE CUBANA 
 
Calor insoportable, asfixiante. Me despierto varias veces en la noche. Entre el atontamiento del sueño, creí que la luz fría del cuarto parpadeaba, después pensé que estaba sucediendo solo en mi cabeza; cuando rompió a llover, entendí que había sido un relámpago, un lenguaje que ya no comprendo. 
Afuera: ruido de caballos, cascos de caballos y carretas pasando y bicitaxis y camiones de la basura y tractores. Y vendedores ambulantes que gritan tomates, cebollas a 20 pesos, el buen arroz… Es un pueblo, una calle y una cantidad de ruido insoportable. La gritería de los vecinos, del barrio, la gritería de mi casa, la vulgaridad irrumpiendo por todas partes, colándose con la música, con las palabras, los gestos, los olores. La indolencia, la indiferencia, la inercia en forma de fiesta, de borrachera, de falsa alegría, de atontamiento. 
– Tengo una chancleta para rompértela en el lomo, tengo un látigo. 
Los grillos de la noche cubana, su chicharreo que tardo   en  reconocer  y  me enloquece. Olvidé cómo sonaba, cómo suena la noche cubana, el zumbido de grillos.
 Mi madre: otro grillo de patas delgadas, cruje en la noche, entre las sábanas. 
Noche, como el cuerpo de un esclavo, bocabajo. Y el viento mayoral, sonando el cuero. 
El aguacero caballo, el aguacero cascos, procesión campesina. El aguacero, el ruido de la noche triturando el cerebro. Todo grita. Las matas de guayaba, de limones, los plátanos. Todos gritan, hablan con las manos, con los gestos, como si la vacuidad pudiera acentuarse con el énfasis. Como si el griterío y la mímica vulgar pudieran darle consistencia a la nada. Pasan los caballos de mi pueblo, con orejeras, enyugados a la carreta insular, metáfora del país. 
En tiempos oscuros, el canto, es oscuro. Negro. Escribo a la luz de un quinqué, a la luz de mi memoria, a la luz de las manos de mi madre, con un cabo de vela, con un cocuyo. Y no le tengo miedo a la noche ni a la página en blanco, porque nunca estoy sola con la noche ni con la página en blanco. Soy legión. 




LA CAMINATA 
 
Me voy recostando a las paredes del pueblo sin portales, me voy calcinando al sol, mientras camino al cementerio, me voy arrancando yerbas, porque no veo ni una flor en el camino y los bicitaxis pasan y las carretas, con los caballos, y yo me hago a un lado, y sigo caminando, mi caminata fúnebre. 
Este pueblo, que tiene el nombre de un árbol, no da sombra. En este pueblo, crecí, recortándome.  
En este pueblo, no se acostumbra a visitar a los muertos, guardar posesiones, memorias. Voy sola, a pie, por vergüenza, y por expiación. 
En este pueblo la vida de mi madre y la tuya, la muerte de mi madre y la tuya, al fin descansan en espacios separados. Tú estás enterrado en un nicho de Los caídos por la patria, pero tu nombre no se lee en ninguna parte, mi hermana tuvo que indicarme que estabas aquí. Y está bien, así te entregaste a algo que creíste más grande que tú, de forma anónima. Soy tu hija y me recuesto a una columna y trato de tocarte a través del cemento. Soy tu hija y me parezco a ti más de lo que quisiera. Soy tu hija y no llegué a tiempo. Me mandaron fotos: mi hermana sentada en un sillón, mi madre sentada en un sillón, dos soldados en atención, velándote. Y yo, del otro lado, el traidor. 
Cuando llego con las maletas, todos me rodean. Cuando las maletas, se vacían, a nadie le importo. A ti, sí, que te quedas al lado mío, pidiéndome que te cuente. Y cómo te voy a poder contar. Entonces hacemos las dos silencio. O hacemos el arroz con mango, la comida del hambre nacional. 
Me gusta el puerco. Y la harina de maíz. Pero no me puede gustar la harina (y no me va a gustar) porque tú te partiste el lomo para que tus hijas no tuvieran que volver a comer un plato de harina, como tú. Entonces mi abuelo va al patio y agarra al puerco y le busca el corazón y le hunde el cuchillo. Y el puerco se pone a gritar y yo me pongo a gritar y las hojas del patio se ponen rojas, con el reguero de sangre. 
Y las ranas, también las comemos, sí. Y el cobo, el caracol, el calamar, la claria, la jutía, el cocodrilo, la carne de majá, de conejo, de gato, de caballo, lo que se ponga por delante. Pero lo que más nos gusta, por puerco, es el puerco. 
Coges la comida con la mano, y me dices que la carne se come así, y mi abuela hace la aguja del puerco, las patas, en salsa; frituritas, con los sesos del puerco, morcilla; globos, con las tripas del puerco, dulce de sangre, con la dulce sangre del puerco.  
Entonces pienso que la vida es una gran boca, que se lo traga todo. Y la muerte, otra gran boca, un agujero, que también se lo traga todo.




VIENEN TIEMPOS DIFÍCILES 
 
Vienen tiempos difíciles. 
Sepultado 
el oso dormirá en el frío. 
La corneja caerá muerta. 
El zorro buscará su presa.
 Las aves 
Los hombres 
emigrarán al sur para sobrevivir. 
(Yo me abro un agujero en el pecho). 
Los cuervos limpian la sangre 
de sus picos. 
Los colores abandonan 
las hojas de los árboles. 
Es difícil moverse, 
crear nuevos caminos en la nieve. 
Mi cuerpo pesa. 
No he sido vencida. 
El calor de mi sangre fluye sin parar 
hasta que el invierno abandone la tierra. 




LO QUE LE DIJO UNA LARVA A DYLAM THOMAS 
 
Lo que le dijo una larva a Dylam Thomas: 
«La muerte no tendrá señorío.» 
Lo que le dijo el éxtasis a la metástasis. 
Lo que la yerba nueva 
al pelo y a los dientes 
que se pierden. 
El musgo y la rosa 
la expansión del pulmón y las manchas. 
Lo que le dijo mi madre 
al enjambre de gusanos: 
» Vuelvo a calentar el jarro de leche «. 
Lo que le dijo la ternera derribada 
a las moscas: 
» Zumben, que a mí me zumba Eleusis 
entre las patas». 
Lo que le dijo el Gargajo a la garganta: 
 » Soy otra flama «. 
El cuerpo al doctor: 
» Te dejo el piyama «. 
Lo que le dicen los pies  
a los caminos: 
» Mendrugos míos». 
Lo que me dijo mi madre antes de extinguirse: 
‘Nos vemos mañana». 
Lo que me digo a mí misma: 
«la vida trabaja activamente en la muerte». 
Y a mí, carajo, me ronca. 
 


(Estos poemas pertenecen a Mi memoria es un perro obstinado)

Jonás, obra de la autora


 




DAMARIS CALDERÓN CAMPOS (La Habana, Cuba, 1967). Poeta, narradora, ensayista, editora y pintora. Licenciada en Letras por la Universidad de La Habana. Magíster por la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (UMCE), Santiago de Chile. Ha publicado más de catorce libros, entre ellos: Sílabas. Ecce Homo; El remoto país imposible; Duro de roer; Los amores del mal; Parloteo de Sombra; Las pulsaciones de la derrota; Mi cabeza está en otra parte; el tiempo del Manzano. Ha participado en festivales de poesía internacionales en Holanda, Francia, Uruguay, Argentina, Perú, México, entre otros países. Parte de su obra ha sido traducida al inglés, al holandés, al francés, al alemán, al noruego y al servo-croata. Su labor poética ha sido reconocida con numerosos premios, entre ellos: El Joven Poeta, Cuba, 1 987. Premio Unión de Escritores y Artistas de Cuba, 1989.Revolución y Cultura, Cuba, 1994. Premio de poesía de la Revista Libros de El Mercurio, Chile, 1999, siendo la primera mujer y extranjera, que recibe este premio. En el 2011 obtuvo la Beca Simon Guggenheim, en poesía. En 2014 le fue otorgado en Chile el Premio Altazor a las Artes, en el género de poesía, y el Premio a la Mejor Obra Publicada por el Consejo Nacional del Libro y la Lectura de Chile, por su libro Las pulsaciones de la derrota. En 2018 su libro Las pulsaciones de la derrota, obtiene el Premio de la Crítica a la mejor obra publicada en Cuba. En 2019 se le concede el Premio a la trayectoria literaria, por la Fundación Pablo Neruda, Chile. Ha compilado también las antologías de poesía: Cercados por la aguas, (Ril Ediciones; Santiago de Chile, 1995) y Los cuatro puntos cardinales son tres: el sur y el norte (Ediciones Arte y Literatura, Cuba, 2008. Su obra se ha extendido también a la docencia, marcando una importante presencia en las aulas universitarias y Centros Culturales, entre otros espacios e instituciones.

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