Bernardita Maldonado: Entre agua y savia las palabras, las semillas

(Foto: Cortesía de la autora)

 

AZUL

A Liliana Mazilu y Costel Nita

Píntame un centro azul, una hebra celeste donde todo se pueda alojar, un sitio para quedarse más adentro de agria tierra, un violín de música oscura cae sobre Budapest y hay un pájaro con sed y un caballo encadenado a un nudo no resuelto. Hay dolor en la memoria, píntame un centro azul, mientras ignoras mercados quirófanos andamios. Píntame un centro azul, de prisa es tarde y rubíes crepusculares amenazan desgranar toda su rojura en la ciudad, no tardes, inventa de nuevo la ternura y no preguntes por qué, porque quiero morir de azul y de violines, en la ciudad donde nadie somos parientes.

 

AMARILLO

Al paso del topo las raíces se destrozan, el tamiz de la tarde ilumina frágiles concavidades. Entre agua y savia las palabras, las semillas. El topo menosprecia la posibilidad de una guarida. Busca densidades en el cieno. En la gravedad de la luz, cambia roca por aire y viceversa. Los estambres cuelgan surcando la movilidad del aire gastado del atardecer.

¡Yo te nombro fango! en estas orillas de río sin molino, entre un cóndor y su presa, el poema está de paso, persigue el asombro hasta el amarillo talud de la selva de las significancias.

 

 

PARA PERDER LA HUELLA DE ADÁN, bastó un solo un parpadeo de los siglos, para no saber nada de su siesta arcaica, nada de sus ojos pardo arcillosos, nada de su balbuceo al nombrar las bestias y los pequeños insectos que habrían dado sus pasos entre las hojas y los fangos, nada del resuello de la esperanza al lanzar la voz al aire, como flecha disparada hacia un centro que se diluye. Algún día, cuando el lenguaje deje de ser el animal anhelante castigado por el deseo de una entrega, algún día cuando los osarios pesen menos que la tierra, sabremos ese principio que busco en el molde antiguo de tu barro, entre la pátina de realidad que se interpone entre el mundo y tú y que sin embargo guarda la líquida belleza de todo el misterio de la vida, como la lágrima mineral de una piedra muda que anega el corazón y la página en que escribo.

 

 

EL MUNDO SE EXTENDÍA, como el cuerpo de un animal tardío, el corazón arrancado lo ofrecieron a los dioses de un olvidado país arrasado por taludes, el oficiante ocultó la compasión detrás de su máscara, la ternura como nigromante fue inmolada en medio de hechiceros y saltimbanquis, los poemas cerraron las puertas y no hubo ni mendrugo de palabra que llevarnos a la boca, ni el cuenco tibio de tu nombre…y el cuerpo fue abandonado a la muerte de sus incendios cotidianos.

 

 

NO LE PREGUNTES POR LA TERNURA AL DIABLO, me dice Martín de Porres, la salvación de los animales pequeños y los objetos nimios, así como la salvación del llantén y la verbena, ocurre cada dos mil años, ahora los milagros duermen, como duermen los trozos de versos en el bolsillo del poeta, como duermen los cadáveres de los escarabajos en la caja del taxidermista, asunto grave es la ternura amarga como la cicuta griega, urgente como la nostalgia de aire de un inexperto nadador, humedad secreta, secretísima que no impregnará el sudario del mundo.

 

 

Este cuerpo que llamo mío

Este cuerpo que llamo mío

que sostiene mis actos y mis palabras,

habitante entre congéneres del mundo visible,

que en posición fetal alcanza el sueño.

Cuerpo enumerado

como se enumeran las jaulas de los pájaros,

cuerpo que no está dibujado en la pared de Lacaux,

médula, cabellos, huesos

que no recibieron una ofrenda de milenrama en Shanidar,

pero que guardan dibujado en el pecho una culpa arcaica.

Este cuerpo mío como

que como un marsupial guarda neonatas palabras,

y salta murallas coronadas con afilados cristales;

este cuerpo mío

que enfila con otras hormigas su carga matutina,

y que a veces escapa de su camino

para pasearse por las antiguas comarcas,

donde un guerrero maya perdió su batalla.

Este cuerpo mío

que apenas se hace perceptible entre las cosas,

que a veces se empequeñece, más todavía

para escuchar lo que susurra la cebada

y otras veces se vuelve sombra

buscando esquirlas luminosas

que no duran más

que el instante de arena en el bostezo del desierto,

ni más que el estertor de un pez entre las manos.

Este cuerpo de fatiga mular,

solo acogido por las rosas minúsculas

que se mecen al filo de todos los abismos,

en los que cada día suscribo mi reino.

 

(Poemas seleccionados por la autora de varios libros inéditos)

 

Bernardita Maldonado Loja-Ecuador, publicaciones en poesía: Biografías de pájaros, Con todos los soles lejanos. En ensayo: Héctor Manuel Carrión, la extraña soledad del corazón, (recopilación, estudio introductorio y edición de la obra de Héctor M .Carrión) editora de la Correspondencia de Carlos Manuel Espinosa (publicados por la Casa de la Cultura Núcleo de Loja). Consta en varias antologías de poesía, ha participado como ponente en Congresos de Literatura de España y Ecuador y en lecturas poéticas organizadas por la Universidad Nacional de Loja, la Asociación Colegial de Escritores de Catalunya, así como en el Festival Barcelona Poesía, ha colaborado en la revista Rocinante y en la revista lojana Suridea.

Compartir esta entrada