Rosa Silverio: más loca que una cabra
Más loca que una cabra
Vivo entre cuatro paredes blancas
abrazada a mi camisa de fuerza
perdida en las inexplicables cavidades de mi mente
asida al Prozac, al Trileptal, al Seroquel
huyendo de todos los demonios del pasado
intentando crear una estética desde el caos
rehaciendo con mis manos la poesía
resucitando cada día en la palabra
Yo soy Yo fui Yo seré
Yo intento descifrar la cosmogonía del mundo
desenmascarar al dios inventado por el hombre
crear una nueva teoría de mí misma
desentenderme, desmadejarme
encontrar una filosofía
aferrarme a una teoría de la ciencia
pero mi voz es agua y se dirige río abajo
mi voz no entiende de cálculos matemáticos
ni de física cuántica, ni del big bang
ni de todo aquello que no quepa en mi poética
Mi voz sólo habita en la locura
y en la locura estoy yo y está la nada
yo desafiando los accidentes cósmicos
dudando de cualquier revelación antropológica
La humanidad no tiene explicación alguna
Yo soy el testimonio de un enigma
yo soy la sombra de la que habló Platón
y esta habitación es mi caverna
Yo en primera persona gramatical del singular
Yo la evasión, la rueda, el estallido
yo este encierro voluntario
yo seis metros bajo tierra
yo pegada al suelo con cemento de viejo zapatero
rota y desmembrada
descosida
enferma
paranóica
borderline
más loca que una cabra.
¿Quién es la peor?
Quién es la peor
me pregunto mirando mis manos manchadas
y mi tintero vacío
Quién me ha clasificado y me ha sepultado cuando aún respiro
Quién ha osado despellejarme y falsificar mi escritura
¿Quién pretende poder conmigo?
Acaso no sabéis que no soy moneda de cambio
y que mi huerto no fue cultivado por ladrones ni usureros
Yo misma he sembrado cada fruto
cada semilla que ha germinado ha sido
por el trabajo persistente de mis manos
y hoy que me despojo de carnes prestadas
de falsas evidencias y de maldiciones vetustas
exijo que se presente ante mí el que haya cortado mi trenza
el que me haya quemado, quien me haya tachado de infame
Y aquí delante, en este tribunal que antes me ha juzgado
que rinda cuentas, que asuma sus responsabilidades
que unja mis pies con el mejor aceite
que me borre el título de la peor de todas
y guarde la piedra para siempre.
Lo locura
Este animal que llevo dentro
que abre sus fauces
me muerde
se alimenta de mí
me enflaquece, me drena
ejerce su poder cuando le da la gana
y actúa como un dios sin consultarme
Este animal que llevo dentro
y que me rasga las paredes de la casa
desordena todas mis habitaciones
ha roto todos los floreros
ha triturado todos mis poemas
y se ha apropiado sin permiso de mi lecho
Este animal que llevo dentro
al que no puedo combatir con ningún arma
esta fiera que intento sacarme cada día
que es mi amante, mi sal y mi verdugo
en pocos años, estoy segura, terminará devorándome
y condenándome a la muerte.
El riesgo de bajar
El riesgo de bajar puede ser caro
en especial para una loca
abandonar el búnker nunca es seguro
una se puede romper en el descenso
Nunca se sabe lo que te espera abajo
-el ancho mar, la tierra fértil,
la mano del hombre que se ama-
Pero aquí arriba no se apuesta nada
todo está blindado y el disparo no penetra
una no se entera de la guerra
del cambio climático
de las protestas en Egipto
del conflicto en Palestina
Una no se entera de los muertos
del amigo que se arroja de un cuarto piso
de la hermana a punto de parir
del esposo que no puede más con la carga
Aquí todo está seguro
y sólo hace falta el número del psiquiatra
a veces un libro de poesía
y en la hora exacta, la pastilla que toca
Qué importa el origen del mundo y la filosofía
qué importa la metafísica y todas las artes
En este búnker se puede estar desnuda
se puede no saber nada
se puede ser el ignorante más grande de la tierra
Anochece y la escalera se torna tenebrosa
miro hacia abajo y no me atrevo
Soy una gran cobarde, ahora todos lo saben
pero no estoy dispuesta a pagar el precio de bajar
es demasiado alto
y no me lo permito.
Cuando una voz muere
Cuando una voz muere
otra resucita
Un grajo sobrevuela mi casa
la rata se ha escondido en la cocina
el cuchillo ha cortado el amor en dos pedazos
y el monstruo se ha comido el más apetitoso
Siempre, cuando una voz muere
otra resucita
Una bayeta, el detergente, el agua oscura del fregadero
la suciedad que se limpia, el secreto que se oculta
la violencia que enferma
En este hogar siempre ha sido invierno
los latigazos eran el alimento de mis hijos
y la barbarie mi obligado juego cotidiano
Pero yo lo he descubierto:
Cuando una voz muere
otra resucita
Así que llegó la soñada última noche
y mi mano ya deforme arrancó a la mandrágora
desterró al enemigo
Amaneció, es el gran día
el tiempo de amar, y ya lo he dicho:
Cuando un monstruo muere
una mujer resucita.
Hay que ponerle nombre a esta tristeza
Hay que ponerle un nombre a esta tristeza
hay que ponerle un corazón,
un ojo de gato o de serpiente,
hay que ponerle un vestido
tacones
maquillaje
y sacarla a pasear
emborracharla
y cogérsela en una esquina
o en un motel de mala muerte.
Hay que golpear a esta tristeza,
darle latigazos,
enseñarle quién manda,
amarrarla a un poste eléctrico
o deshojarla en una tarde de septiembre.
Hay que saber que el mundo
es una telaraña o una sombra ancha
dispuesta a devorarlo todo,
a tragárselo todo de una bocanada
o de un zarpazo.
Hay que entender que las cosas
tienen un lugar geográfico, un nombre,
una textura exacta y una forma
y que dentro de esas cosas
está desnuda y en silencio
la tristeza,
como una corriente de aire frío
o el mar cuando se han dormido las olas,
como un conuco solitario,
un rancho de tabaco a oscuras
o Matanzas a las cinco de la tarde.
Hay que saber que la tristeza existe
como existe la casa, la tacita de té,
el reloj, el árbol, los recuerdos
o la fotografía de mi abuela
con una blusa llena de pájaros blancos
y una mirada que me hace recordar
a todos los muertos que ha tenido que llorar
mi pobre abuela.
Hay que saber que la tristeza no sólo existe
sino que también tiene su espacio,
su rincón en el interior de cada cosa,
su propia coloratura, sus exigencias
e incluso sus horarios
y que a veces uno se cansa,
se harta de tanta mansedumbre,
Rosa Silverio (Santiago de los Caballeros, 1978). Poeta y narradora. Reside en Madrid, España. Ha publicado los poemarios De vuelta a casa (2002), Desnuda (2005), Rosa íntima (2007), Arma Letal (2012), Matar al padre (2014), Poemas tristes para días de lluvia (2016), Mujer de lámpara encendida (2016), Invención de la locura (2017), Invenzione della follia (2018), la antología Antes de Madrid (2019) y la plaquette bilingüe Rotura del tiempo / Broken time (2012). Además, publicó el libro de relatos A los delincuentes hay que matarlos (2021), editó la antología No creo que yo esté aquí de más. Antología de poetas dominicanas 1932-1987 (2018) y coeditó En el mismo Trayecto del sol. Poesía dominicana 1894-1984 (2019) junto a Plinio Chahín. Sus cuentos y poemas aparecen en diversas antologías y han sido publicados por revistas y suplementos culturales de diversos países. Su obra ha sido traducida al inglés, francés, italiano, portugués y catalán. Ha recibido varios premios importantes, entre ellos el Primer lugar en el Concurso de Relatos de la Alianza Cibaeña, el de Vencedora Absoluta del Premio Nosside de Poesía de Italia, el Premio Nacional de Poesía Salomé Ureña y el Premio Letras de Ultramar de Poesía.