Rodolfo Häsler: Todo es deriva de Teresa Shaw
La poesía de Teresa Shaw adquiere en esta nueva publicación titulada Todo es deriva un giro más acentuado hacia el despojamiento y distanciamiento con respecto de todo referente material. Estamos ante un ejercicio profundo de renuncia de lo superfluo para resaltar y quedarse nada más con lo que permanece fijado al rastro de lo que fue, la huella de aquello que fuimos y que aún perdura. Eso y nada más. En un universo pétreo sólo es posible reconocer marcas. «Primero fue la piedra», dice el verso inicial del libro. La piedra, símbolo de desnudez y resistencia, es en esta ocasión una losa que acoge todo lo que la poeta ha ido dejando en el camino. Una tarja donde pueden leerse las palabras que describen la vivencia, aquello pasado pero que todavía late con fuerza, todo lo que se ha ido yendo, y queda sólo su rastro de luz, el aire, la vida más deseada en un proceso de descodificación máximo, como pregonaba la pintora Maruja Mallo. Queda en estos versos también la fuerza de la sorpresa y el descubrimiento de la belleza efímera que nos permite seguir adelante.
Junto a lo duro y pétreo que funciona como si fuera un esqueleto que aguanta, está la presencia mágica de algunos animales, mirlos, arañas, pequeños seres que abogan por la vida espiritual. El canto, el vuelo, la trans- figuración, tejer el hilo que crea un camino, son todos ellos símbolos de vida interior.
Hacia la mitad del libro comienza una evolución. En la primera predomina el despojamiento y la permanencia de las huellas de aquello que estuvo y que ya de alguna manera se fue, y que ya sea por haber producido dolor o decepción, han quedado como cicatrices en el transcurso de una vida, y son marcas indelebles en el poema. Hay elementos citados como los efectos de la guerra, las ideas erróneas, intenciones mal formuladas que el paso del tiempo ha sabido limpiar y alejar. Después brillan los elementos que van a permanecer, placeres sencillos como el efecto de un paseo en la naturaleza, la observación de un jardín cercano, y ahí la mirada se sitúa en detalles aparentemente minúsculos como el huevo roto sobre la grava que un mirlo hembra aún protege, el canto de las aves, el vuelo, el salto de la luz, aquellas emociones íntimas que la poeta eleva a categoría de iluminaciones.
La presencia de pequeños animales es constante en anteriores libros de Teresa Shaw, animales propios del campo uruguayo en algunos casos, animales que habitan el en- torno humano en otros casos, pero aquí aparecen animales de gran valor simbólico, todos ellos representaciones del espíritu, seres que se elevan del suelo, que emiten sonidos musicales, sólo puro lenguaje íntimo del alma. El tema es muy importante en el libro y funciona como hilo conductor de la escritura, o como sostén de la vivencia que trata de transmitirse. El canto del mirlo enlaza en cierta manera con el tema tan recurrente de la mística medieval donde es reflejo del estado anímico, reflejo de la elevación del alma. En su despojamiento, en el proceso de desprendimiento que transmite este libro, el mirlo se identifica con la soledad buscada, hasta alcanzar la armonía interior.
Si la concisión es una característica de la poesía de Shaw, en esta ocasión se llega en ese ámbito a un punto interesante, pues no sólo se eligen las palabras exactas, mínimas, sino que éstas, en la puntuación escogida, son escasas y seleccionadas por su fuerte im- pacto significante. Cada término funciona como un latigazo y consigue un efecto de extrema concentración que convierte al poema en una daga que atraviesa el nivel primero de lectura, para tocar rápido el lugar de la mente donde el lenguaje se transmuta y se convierte en vehículo de emoción.
Como he dicho unas líneas atrás, Teresa Shaw ha ido llevando a cabo una obra poética sólida desde los años 80, cuando comenzó a publicar, y hasta hoy es autora de un trabajo consistente que la hace una autora indispensable tanto en España, donde reside, como en América Latina. Asimismo cabe destacar que forma parte de una eclosión de poetas que sur- surgieron durante esos años, un fenómeno que ha ido confirmando nombres como el suyo.
Habiendo leído su obra prácticamente a medida que salía publicada, algo que sucede, por suerte, entre los que somos más o menos de la misma generación y nos interesa la poesía latinoamericana, me atrevería a afirmar, como primer elemento a destacar, que Todo es deriva es el mejor libro de Teresa Shaw. Su particular universo temático, su estética tan personal, reconocible siempre, en esta nueva entrega se adentra en un hondo proceso de esencialidad y renuncia de todo lo que ya reconoce como sobrante, lo que le permite mantener una mayor distancia entre el sujeto y el punto de mira elegido.
Hay un chispazo corto de humor en algunos poemas, hay que añadir, algo ha cambiado y abre o permite una nueva vía al deslumbramiento. Y añadiría, hay una mayor apuesta por la materia lírica porque Teresa Shaw, decididamente, deja pasar en sus poemas y de una vez por todas esa luz de la belleza, ese deslumbramiento de lo bello y misterioso, y la posible transformación, interior y física, que la belleza conlleva:
Crepita la ciudad hasta alzarse como el paisaje de piedra de un impoluto bosque. Los árboles alzan sus troncos grisáceos rozando el cielo.
Este fragmento, estos versos suyos, podrían definir sin lugar a error toda su poética: en ese espacio que aparece entre la desaparición de algo y el deseo, se sitúa su universo.
Frecuentemente la poeta recurre a lo que ha vivido, acumulado tiempo atrás, y recordado, vuelto a reconstruir en la memoria con ese poso de lo que ha dormido, y transformándose en otra cosa. Y claro, en esa recreación brota un despunte de luz, cierta luz, o luz transversal, o hasta luz del pensamiento asentado, y ahí el poema traspasa y lo hace- mos nuestro, como lectores suyos. El brillo que aparece en todo este proceso en que la poeta trabaja con su memoria, es atrapado en el instante diario, es la luz de la creación que desemboca en la emoción.
Esa estética a veces se detiene y se recrea, y está siempre amenazada por el peligro de la destrucción, o su inminencia, objeto de un merodeo alrededor del fin, fin de un todo, y muerte, que se proyecta en un cristal roto: eso es lo que se percibe en la lectura de Teresa Shaw, vida en un cristal roto, balcones vertiginosos, tantos abismos, precipicios que nos amenazan en sus poemarios, como una tentación.
Teresa Shaw, y esto también he de decirlo, es de las escasas poetas que aúnan la creación entre ambos lados de la lengua española, resulta un símbolo, junto a otros casos, de ese interés continuo y no ocasional a la poesía latinoamericana. ¿Y por qué es esto importante? Si la lengua hizo un camino desde aquí hacia el otro lado del océano, es allá, en su variedad y en la amplitud, donde adquiere absoluta dimensión, y eso es así desde Darío, y cuando uno se adentra en ese inabarcable espacio de creación, siente enseguida esa apertura, esa mirada desprejuiciada y un atrevimiento que rompe moldes. De ahí brota Todo es deriva.
Y eso se nota y está ya en la poesía de Teresa Shaw, conocedora de esa diferencia específica que es la poesía latinoamericana, esos poetas y esas poetas que siendo de tantos países tienen el don y el privilegio de ser de cualquier parte pues sobrepasan los límites geográficos del nacimiento, después de tantos y tantos nacimientos. Y ella va por ahí. Este nuevo libro, Todo es deriva, más lírico y con más hondura, escrito con una sonrisa distante y socarrona, es un libro de esplendor.
(Prólogo del libro cedido por el editor)
https://animalsospechosoeditor.com/libro/todo-es-deriva/
Teresa Shaw (Montevideo, 1951). Licenciada en Filología Hispánica en la Universidad de Barcelona y coeditora de la revista 080 poesía, Barcelona, ha publicado los títulos de poesía Evocación de la luz (Barcelona, 1999), Destiempo (Barcelona, 2003) y El lugar que contemplas (Barcelona, 2009) y, en Animal Sospechoso Editor, Cabañas en el desierto (Barcelona, 2019) y Todo es deriva (Barcelona, 2022). Asimismo, ha traducido el libro Wooroloo (1998) de la poeta y artista plástica Frieda Hughes.
Su obra ha sido recogida en algunas antologías como Barcelona: 25 años de poesía en lengua española, The Other Poetry of Barcelona: Spanish and Spanish–American Women Poets y Voces de la poesía uruguaya reciente. Austero desorden (Verbum, 2011).
Rodolfo Häsler nació en 1958 en Santiago de Cuba y desde los diez años reside en Barcelona. Estudió Letras en la universidad de Lausanne, Suiza. Tiene publicados los siguientes libros: Poemas de arena (Editorial E.R., Barcelona, 1982), Tratado de licantropía (Editorial Endymión, Madrid, 1988),
Elleife (Editorial El Bardo, Barcelona, 1993 y Editorial Polibea, Madrid, 2018, premio Aula de Poesía de Barcelona), De la belleza del puro pensamiento (Editorial El Bardo, Barcelona, 1997, beca de la Oscar Cintas Foundation de Nueva York), Poemas de la rue de Zurich (Miguel Gómez Ediciones, Málaga, 2000), Paisaje, tiempo azul (Editorial Aldus, Ciudad de México, 2001), Cabeza de ébano (Ediciones Igitur, Barcelona, 2007 y Ediciones El Quirófano, Guayaquil, 2014), Diario de la urraca (Huerga y Fierro Editores, Madrid, Editorial Mangos de Hacha, Ciudad de México, y Kálathos Ediciones, Caracas, 2013) y Lengua de lobo (Hiperión, Madrid, 2019, XII Premio Internacional de Poesía Claudio Rodríguez).
Ha publicado también la plaquette Mariposa y caballo (El Toro de Barro, Cuenca, 2002) y Cierta luz, Ediciones Mata Mata, Ciudad de Guatemala, 2010), así como Antología poética (Editorial Pequeña Venecia, Caracas, 2005) y Antología de Tenerife, Ediciones Idea, Las Palmas, 2007).
Ha traducido la poesía completa de Novalis, los minirelatos de Franz Kafka y una selección de Anthologie secrète de Frankétienne. Es autor de la antología poética El festín de la flama de la poeta boliviana Blanca Wiethüchter.