Ediel Pérez Noguera: las luces que se hunden más allá del faro

(Foto: Cortesía del autor)

 

 

CANCIÓN AL HOMBRE NUEVO

 

Cada época tiene

su viaje y su naufragio

su locura y su límite

su dios

su necedad.

 

Cada época

tiene un resplandor que miran todos

y un sitio a donde no volver

y una pregunta como un astil desierto.

 

Cada época tiene

un hombre en el suelo

a donde van los escupitajos de la ira.

 

Ese hombre

vieja sombra

quiero ser.

 

 

ISLA, 1989

 

Las cañas vienen y van

y yo leo revistas del este

para niños que recitan los versos de la dialéctica.

Leo guerrilla, niños de Chernóbil.

África agoniza.

América esplende en su vidriera.

 

Salva isla, sálvalos a todos:

evoca a tus muertos y salva

sacrifica a tus vivos y salva.

 

Yo te doy mis siete años

el viejo papalote que no alcancé a volar.

Te doy mi ración y mi dibujo

en él están las palmas y los héroes:

ellos saludan con sus manos de titanes

sin ver el gris que se derrama desde una esquina y les tapa el rostro.

Una sombra hay también en el rostro de mi padre

y en el busto

y en la voz de los que cantan un himno machacón al comienzo del día.

 

Salva isla, sálvalos a todos:

elévalos por encima del tricolor

llévalos donde sopla un viento sin roña

y donde una paloma no se estrella contra las ráfagas.

 

Tengo siete años y escucho un horizonte que se derrumba sobre un signo.

En la escuela nos dijeron que el horizonte no podía caerse.

Me hicieron levantar el puño —el frágil puño de niño—

y jurar entre símbolos y nombres.

 

Yo anduve entre las cañas sin saber lo que pasaba.

Tardé diez años en romperme la cabeza contra los arrecifes.

Tardé veinte años en ver el fondo sin raíces de la isla.

Vi en el espejo al recluta de mi padre

en el mar,

en un barco de la marina siempre a punto de una guerra.

La guerra nunca vino pero su rostro se derrumbó como un muro.

Fue un vuelo de palomas espantadas.

Mas la isla sin raíces siguió su viaje

y el niño entre las cañas

sobre la arena

con su cabeza abierta contra los arrecifes

con sus ojos perdidos en cien miradas

el niño intocable siguió su viaje.

 

Y a lo lejos el canto de la isla le susurra:

salva niño

escribe sobre nuestra piel

danos tu fijeza

danos tu labio.

Y en la brisa se escucha el “así sea”.

 

 

SUEÑO DEL REO

 

Cuanto digamos a partir de este instante

será usado en nuestra contra.

Podremos arrancarnos la lengua

y aun acusarán la impertinencia del silencio.

Los barrotes dispuestos ahuyentan a las aves

pero he construido un pájaro

con las plumas que se desprendían del sol.

Alguien quiere ser el tránsito entre el hombre y el polvo

entre el asesino y la víctima.

Alguien intenta ganar el cielo con su culpa.

 

 

TIENDE INMENSO

 

He sido leal

como los pájaros que cada invierno

vuelven a la isla.

Ya soy un mito

con solo mirar las luces que se hunden

más allá del faro.

 

 

ÚLTIMO TREN EN LA TIERRA

 

Voy con las manos vacías

en el último vagón.

El aire me despeina

las nubes se disuelven.

Voy silbando

todos silban un paisaje en cada ventanilla de lluvia.

 

Soy niño

soy perro

soy el que viaja sin boleto.

Me despido de mí en este minuto

y en la siguiente estación

y en cada pueblo del que soy extranjero.

 

Recuerdo las figuras del mundo

fábricas

escombros

puentes

y en todo el crujir de la máquina

y en todo yo

fugaz

detenido.

 

Andaba en la vía

pies desnudos

entre sueño y sueño

las postales sucias.

 

Nada detiene la marcha

ni los huesos trizados

ni los pañuelos que se agitan

ni poemas en los muros de la estación.

Y yo en la cola de este cometa

alcanzo las líneas que se desprenden de los horizontes

los signos que asoman un instante para hundirse tras la estela.

 

Una música rechina en todas las arterias

de las entrañas de los hierros esplende.

Hacia qué naciones perdidas

Hacia qué desierto futuro.

 

Esperamos, siempre esperamos

con las maletas cocidas de promesas.

Quién llega, quién parte.

Volveremos mañana a la misma hora

y pasado mañana volveremos

las manos en el cristal

el silbido llenando la instantánea.

 

Voy sin nombre y sin número

con una flor robada, un rezo

flotando encima de mi cabeza

más allá del humo y las nubes que se disuelven

en este viaje que no recuerda su origen

en el último tren del último día en la tierra.

 

(Poemas seleccionados por el autor para la revista)

 

 

Ediel Pérez Noguera (Artemisa, 1981). Poeta e investigador. Licenciado en Estudios Socioculturales y Máster en Procesos Culturales Cubanos. Actualmente cursa el Doctorado en Humanidades en la Universidad de Sonora. Graduado del XIII Curso de Técnicas Narrativas “Onelio Jorge Cardoso”. Premio David de poesía (2016). Premio Sed de belleza de ensayo (2016). Premio Casa Seoane de poesía (2016). Ganador del Concurso Nacional de Reseñas Literarias Segur (2017). Mención en el Premio Calendario de Poesía (2018). Obtuvo Mención en el XV Concurso Literario Bonaventuriano de Poesía y Cuento Corto (2019). Ha publicado los libros de poesía Arca por Ediciones Unión (2016), Diario del límite por la Editorial Unicornio (2018), Con el sol en el rostro por Molino Blanco Ediciones (2021), La ciudad de los mendigos por la Editorial Unicornio (2021) y Valor de uso por la Cristàlida Ediciones (2022). En el género de ensayo publicó La fuga de una línea mágica: el sentido decolonial de la poesía de Ángel Escobar por Ediciones Sed de Belleza (2016).

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