Noel Jardines: entre Lezama y fray Luis

Lectura a fondo de fray Luis en el Montevideo de 2004


Mi primer contacto físico con Lezama fue una vieja grabación que me pasó un poeta uruguayo, donde el viejo se escucha en una trabajosa respiración trepando por sus versos. Inolvidable escuchar «con qué seguro paso el mulo en el abismo…» Unos años después, una amiga me enseñó una primera edición de Paradiso donde aparecía una dedicatoria a su abuela: Para Fara Rey, deseándole una buena y constante alegría para que siga el hilo elaborado por mi inspiración, para permanecer en el laberinto, con mucho afecto de LL, 1966. Habían trabajado juntos en el Ministerio de Historia. Eran simplemente amigos. En 1999 tuve mis dos y últimos contactos físicos con Lezama. El poeta santiaguero León Estrada –junto a Teresa Melo, premio nacional de poesía– me mostró los naipes de Lezama. Estaban en su poder. Ahora no recuerdo la elaborada historia de cómo llegaron a sus manos. Lo cierto es que Teresa Melo tenía uno de los naipes como talismán poético gracias a un obsequio de León Estrada.

Y ese mismo año, de vuelta a casa, pasé por la calle Trocadero. Toqué la puerta. Me salió una mujer con el pelo embarrado en mierda. Los vecinos le habían lanzado una palangana de excremento y orines en protesta. Querían utilizar todo el edificio que incluía la casa de Lezama como museo. Era una cuestión de desalojo. La mujer me dejó en la casa y se fue no sé adónde a limpiarse. Quedé solo en medio de la sala de Lezama. Allí un balance, un modestísimo sofá, una vitrina con libros de cara a la ventana de la calle.

Pocas cosas, el piso de mosaicos, las paredes de un color de olvido. Abrí la puerta del baño y no me atreví a entrar. Dos pasos y el cuarto estrecho, casi infantil, con una cama alta y solitaria contra la pared. Me recordó la cama de Machado en la casa de huéspedes de Segovia. La cocina y el escritorio se me unen en la memoria. Me senté donde Lezama se sentaba a escribir. Miré alrededor. Me pareció una cabina espacial, rara. Uno que otro cuadro colgado, maderas oscuras, las plumas y bolígrafos de Lezama sobre la mesa. ¿Sería cierto que eran del poeta? La mujer, ya sin olor a mierda, me aseguró que todos los objetos de la casa habían pertenecido al poeta. Le pareció curioso encontrarme sentado detrás del escritorio. Me disculpé. Por lo menos no me había encontrado metido en la bañadera. Y me hizo el cuento de un poeta chileno que se metió en la bañadera y luego se puso a cagar en el “toilet”.

El patio es centrífugo. Aquellas viejas construcciones habaneras que traían de España, el pillar de las persianas y el silencio toledano. Miré hacia arriba y no me cayó nada. La gente vivía detrás de aquellas barandas y ventanas. En la sala, volví a mirar los libros que allí reposaban en la vitrina. Uno en particular se me quedó grabado. Era un tomo rojo. En el lomo decía «poemas de fray Luis de León». Me prometí hacerle una lectura detenida.

Afuera, una adolescente más negra que el azabache, me sacó una foto entre la puerta y la ventana. (Un día de estos buscaré la foto entre mis cosas. Yo sé que anda por ahí, entre los papeles). Y como hay muchos papeles, no hice la prometida lectura a fondo de fray Luis hasta el año 2004 en Montevideo. Me detuve en una librería que se llama Papacito. Lo primero que vi fue un pequeño tomo de las cosas de fray Luis. En el bar, que está frente al teatro Solís, leí y escribí. Salieron unos 40 poemas durante aquel invierno austral. De ellos he sacado varios al azar, como en un manojo de naipes, de los naipes de Lezama. 

(Nota de La libélula: Los poemas aparecen en otra entrada de Poesía del mismo autor)




Noel Jardines nació en Moa, Cuba, en 1957. Reside en Nueva Jersey, Estados Unidos. Se desempeña como profesor. Con el poemario Pan caníbal (Salvat, Barcelona) obtuvo el premio Letras de Oro (1988) auspiciado por Miami University. En 2016 publicó Intervalos (H Poesía, Montevideo, Uruguay). Fue miembro del equipo editorial de la revista literaria neoyorquina Realidad Aparte y es parte del movimiento Neoberraco. Entre 2008-2009 produjo la película de largo metraje “The Ideal” (PoCu Films and Millions of Pixels) y actuó en “Usted no me conoce – You don’t know me” (Millions of Pixels).

Compartir esta entrada