Maurizio Medo: sin palabras definitivas





13.



Las generaciones futuras escribieron flores junto
al  hashtag#soyvanguardista sin descubrir que
aquello (ajeno al swing de un versado sin rima)
era una trampa establecida con el fin de perpetuar
los límites de la Literatura con la tierra salvaje,
aunque esto no implicara algo nuevo pues hoy
se trabaja con la misma materia prima.
“De espaldas a la realidad”, como adujo una dama
inglesa del siglo XIX para referirse a la situación
de la poesía con respecto al ritmo de vida.
Fue al reclamarla para sí como quien gana una
licitación pública promovida por un consorcio
de mecenas que empezó a menguar ante la ley
de la oferta. Y los lugares comunes se convirtieron
en el demodé con qué explicar el aura de una época,
aunque no pudiera exhibirse en una sala
del Museo de Historia Natural.



14.


A Rafael Espinosa


La radio cantó la balada de una mujer
(tres veces muerta) hasta que secó
como uno de esos almiares dejados
atrás en la carretera. Yo seguía en
el auto, resignado cuando de pronto
cruzó un gato. Era negro, ¿la cábula
pactada se cumple cuando no hay
movimiento y en los hospitales las
diferencias entre sábana y mortaja
redujeron por una huelga en la oficina
de Recursos y Mantenimiento? 


El gato cruzó otra vez sobre
todas las otras cosas.


La suerte es así.


Nunca está en frente.


Entonces la realidad hizo chasquear su tálero
y como sólo puedo conocerla a través de mí
(por el retrovisor de algo tan condicional
como la vida) a medio camino
de ningún sitio. Me sentí un huésped. 

Después de tanto pisar los pedales el auto
ya no responde. Se abandonó por entero
(como la vida) sin ninguna esperanza de auxilio
hasta oír algo que los árboles
no pudieron contarme: 


el gato estaba sobre el parabrisas, listo
para atentar contra mis pensamientos.
Tanto que me atreví a vaticinar: 

los árboles hoy no me contarán nada.

Les hace falta cierto nivel de oscuridad para
que su fotosíntesis incluya también
la producción de símbolos.


El gato es un signo.


No es como la araña, o la idea
de la araña que existe al desaparecer
de la tela.

—Es un signo—me dije, en medio de
la crisis de los signos. La soledad
ha sido ocupada por cierta manía
de la historia: perpetuarse
aun cuando nada acontezca.


Y como no es superficie… para dejar
un rastro debe cruzar las pampas
de ciertas frases hechas (y los ribazos
de esas mismas frases) sin palabras
definitivas, de un lugar a otro
hasta desaparecer (como la araña
en medio de la tela).


No consigo descifrar qué callaron
los árboles en esos rojos de hibisco.

Esto no hará aparecer al Servicio de Grúa.
Ni conseguirá que el Hombre Manco aprenda
a preguntar qué flor expresa la fatalidad de
los días. Y como nadie le responderá azucena.
El oficio de florista existe solo en una canción
de una forma tan emotiva que consigue 
conmover hasta a los perros




15.

un salto de sapo
jamás abolirá
el viejo pozo
Paulo Leminski



Eso no ocurre en la poesía moderna.

Los sapos son o un mero ornamento
o una metáfora infeliz de esa poesía.

Por ende, conmueven.

Pero nadie versa sobre anuros (ni otros
espíritus visibles) imperfectos (frente
a la concepción que la lírica construye)
con la naturaleza. Tal vez porque, luego
de escalar por la asonancia de la trova,
ya en lo alto, sobre el alambre de sus obras,
los poetas (adictos al elán bergsoniano)
miran hacia abajo y se repugnan
por las semejanzas entre su condición
y la del maldito atrapamoscas.

(Esta selección de poemas pertenece al libro Interferencias publicado recientemente por Ay del seis, España)






Maurizio Medo, escritor y editor ítaloperuano nacido en Lima en 1965, ha publicado Travesía en la Calle del Silencio (1988), Cábalas (1989), En la Edad de la Memoria (1990), Contemplación a través de los espejos (1992), Caos de Corazones (1996), Trance(1998), Limbo para Sofía (2004) y en este mismo año sacó a luz dos ediciones de El Hábito Elemental(una en el Perú, otra en los Estados Unidos) así como coeditó con el poeta chileno Raúl Zurita La Letra en que nació la pena, muestra de poesía peruana 1970-2004.

Es autor, entre otros libros de poesía, de Manicomio (1ª ed. Santiago de Chile, La calabaza del diablo, 2005; 2ª  ed. Lima, Zignos, 2007; 3ª ed. Monterrey, La regia cartonera, 2013; 4ª ed. Guadalajara, Mantis, 2013; 5ª ed. Madrid, Varasek, 2014) y Dime novel (1ª  ed. Ediciones Liliputienses, Arequipa, 2014; 2ª ed. Guadalajara, Luzzeta ediciones, 2015), y parte de su obra reunida fue publicada en Ediciones Liliputienses en el año 2015 con el título Cuando el destino dejó de ser víspera en el año 2014. Su obra poética ha sido parcialmente traducida al inglés, francés, checo, croata, portugués e italiano, y aparece en antologías como Pulir huesos. Veintitrés poetas latinoamericanos (Galaxia Gutenberg, 2007). Es editor del proyecto editorial País imaginario y durante 10 años dirigió la web Transtierros. Actualmente se dedica exclusivamente a la docencia.

Amén del magisterio poético Medo, desde 1990, se desempeña en el periodismo cultural -por el que abandonó sus estudios literarios- Es codirector del boletín de Latin American Write Institute (LAWI), New York, Brújula Internacional, y editor de la revista AQPCULTURAL. En 1986 obtuvo tempranamente el «Premio Nacional de Poesía Martín Adán». Su obra ha sido comentada por autores como Javier Sologuren, Raúl Zurita, Enrique Verástegui, José Antonio Mazzotti y Róger Santiváñez quienes coinciden en señalarlo como una de las voces más originales dentro de la poesía latinoamericana actual.

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