Ivo Basterrechea Sosa: Reencuentro




La ves hermosa sentada sobre la cama, las manos metidas entre los muslos, la cabeza baja y la mirada fija en el piso. Esto te desespera de tal modo que no dejas de medir la habitación con tus pasos largos. La mandas a desnudar, lo que parece que por enésima vez has repetido la frase y ella continúa sin cambiar la posición. Enciendes un cigarro y el gusto amargo te obliga ir hacia donde está el cenicero y retorcerlo contra el fondo. De nuevo diriges los pasos hacia el ventanal de cristal y al correr las cortinas observas como las últimas estrellas del amanecer luchan contra la claridad del día. Dejas de mirar los colores del cielo y corres las cortinas. Los brazos los cruzas sobre el pecho y una vez más miras el reloj. Luego tu mirada vuelve a caer sobre la espalda de ella y los salticos de sus hombros delatan su llanto. Criticas la forma con que has actuado para lograr tal propósito y te lanzas sobre la cama, colocándole la cabeza en la espalda para sentir su respiración acompañada del sonido áspero de la mucosidad, que a rato le sale por la nariz. Ella suplica en un bajo susurro que apagues la luz, por lo que comprendes al cabo de varias horas haber perdido el propósito de verla desnuda, para contemplar la piel blanca, las líneas de su cuerpo, el espacio entre sus senos donde se acomoda el azabache que cuelga de su cadena. Después de todo quieres lograr dos cosas: con la luz observar su cuerpo y sin ella, evitar que observe el tuyo porque si alguien tiene que ocultar algo ese eres tú, las cicatrices y los verdugones que cubren parte de tu pecho y espalda y por eso evitas exponerlos ante los ojos delicados de esta mujer. De solo pensar en eso los recuerdos te llevan a aquella mazmorra mugrienta y húmeda por los goterones que ruedan por la pared sembrando el hongo verdoso desde el techo hasta el piso. El hambre, el sueño y el ardor de las quemaduras te aflojaban el cuerpo, no así la lengua, la que apretabas con los dientes para evitar la palabra. Al escuchar los chirridos escapados de los goznes herrumbrosos de las rejas el espasmo te invadía nuevamente. A veces pensabas que habían cometido un error contigo. Sabías que eras de la disidencia, pero no lo de la bomba en la gasolinera y de esto último te acusaban y por tal calumnia con los hierros candentes querían hacerte hablar. Jurabas no mencionar nombres aunque te volvieran loco, trituraran los huesos o sacaran las uñas, como lo viste hacer a muchos de tus compañeros. Esto te enseñaba que no podías delatar a nadie hubieran puesto la bomba o no de lo contrario ese vendría a acompañarte y quizás no aguantaría lo que tú, Manuel Alarcón, has aguantado con tus testículos…

Pregunta si apaga la luz y con desgano le dices que la apague. La luz se apaga. Tu cuerpo junto al de ella quedan paralelos en la cama buscando con los ojos en la oscuridad las líneas del techo permaneciendo así durante largo rato, sin moverse. Ella deja de llorar y luego se sienta en la cama y comienza quitarse las ropas. La imitas sin articular palabras al igual que cuando estabas en la cárcel. Tienes una mujer al lado y recuerdas de nuevo el día en que te encontrabas desnudo entre la humedad de aquellas paredes, supurando un líquido amarillento que brotaba de las quemaduras y que jamás supiste determinar si apestaba o no porque en la celda reinaba una peste mayor. Escuchas la reja abrirse de par en par y frente a tus ojos aparece una muchacha completamente desnuda por lo que pudiste apreciar sus senos erectos y sus carnes apretadas y uno de sus brazos doblado a la espalda por aquellos hombres que tantas veces te habían hecho lo mismo. Miras en su cintura las llagas carmelitosas hechas con colillas de cigarro, era otra que acusaban por lo de la bomba. Ella esgrime en su otra mano un hierro candente y el hombre que le sujeta el brazo la empuja hacia un lado para dar paso a dos más que se abalanzan sobre ti hasta dejarte inmovilizado. Luego la obligan para pegarte el hierro en el pellejo pero ella con una fuerte sacudida lo lanza hacia un charco formado en el piso. Sólo pudiste ver los golpes que le dieron en tu presencia, no así la forma en que la sacaron porque sentiste un fuerte porrazo en la nuca…

Pasas una mano por las sienes y casi sin darte cuenta pasas la otra por una de las partes del cuerpo de la mujer que tienes al lado. No vuelves a recordar nada más sobre el calabozo sino que te pones a pensar en la flor que tocas, y sientes que se abre con el calor del sol y el polen se dispersa entre tus dedos. Tu boca se humedece y la mano de ella te acaricia el pecho palpando el relieve de tus cicatrices. Piensas en cómo reaccionaría pero no le das importancia. Tus músculos se contraen y no puedes soportar más por lo que la llevas hacia ti con un impulso violento enlazándola por la cintura. Sientes un sobresalto al notar pequeños abultamientos en su piel. Son cicatrices. Procuras olvidarlo uniendo con fuerza tu cuerpo al de ella. Lentamente comienzan a moverse y así permanecen largo rato. Más tarde se separan sudorosos y diriges la mirada hacia los rayos del sol que penetran a través de los espacios dejados por las cortinas. Ella al verte sonríe quizás en pensar lo mismo que tú.





Ivo Basterrechea Sosa. Escritor, poeta, editor y guionista. Nació el 12 de noviembre de 1956, en Media Luna, provincia de Granma, Cuba. Vivió en México y en la actualidad radica en Miami, Estados Unidos de América. Impartió conferencias en la Universidad Autónoma de Acapulco (UAA) y en la Universidad Autónoma de Guerrero, México. Publicó los poemarios Alma desnuda, Milagros, el libro de cuentos La virgen de Paul AnkaEl Diccionario cubano-español, Cubaneando, y la novela policíaca El reverendo. Dirigió y editó la revista de promoción cultural Paradiso. Ganó diferentes premios en Cuba. El primer premio en cuento de la editorial Voces de Hoy, en Miami. Finalista en el IV Certamen Internacional de Microrrelatos 2017 Jorge Juan, de España. Finalista en el V Certamen Internacional de Microrrelatos 2018 Jorge Juan, de España. Finalista con dos relatos en el IV Concurso de Microrrelatos del Hotel Montreal 2019, de España. Finalista en el Concurso de novela histórica HISPANIA 2019 en España.

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