José Antonio Olmedo López-Amor: solaz de inhibiciones




IN ALBIS

Cuando neonato, de espíritu cencido, no presagiaba la importancia de lo aún por decir. Lo dicho me colmaba, preocupaba, me distraía el norte y solaz de inhibiciones y ojos vueltos, me creía feliz. De lábil incuria e indócil pasmo, pronto acucié de esa gotera y anduve a los arreglos. Ahora no digo, no digo; pues a la apical palabra que desorbitada vuelca precede un testimonio, que sin verbalizar, multiplica a otros tantos, a otros cantos. La púrpura mental presagia insomnio de habla, no te acomodes y piensa; percute y repercute a/en cuanto te rodea, concítate a ti mismo. Quizá tomas por propia la voz transliterada de otro ventrílocuo. 




ENJERIR

Desvalido en el amor, la bestia que en mí se guarda es nocherniega. Su luz calla la luz y en su palabra se filtra una fuerza inextricable. Me habla de cinco cosas y de cien a un tiempo. Es profunda su fronda, y su extrañeza, simultánea; renuente a su enigma me entrego y deflagro en la concatenación de faltas que al delito llevan, y la desesperación me empuja y embarga a rebasar balizas y puberales sueños. Soy mílite dilecto de la sombra, diorama bicéfalo que poetiza por no matar.



MÍA HERIDA

Solo haces aquello que no atreves a dejar de hacer. Tu mente se desdobla, se fragmenta, se inflama, rebosa de su hueco e inunda y desborda otros compartimentos. Pero eres siempre tú. Quizás en otro lugar. Conmisto en apariencia, o sin parecerlo, solo, percudes tu inocencia culpando al aire. Trebejo del miedo. Basta.




CARNIS

La historia universal ya no te sirve, —observa tu mano, verás una boca— porque caminas solo. Decir o devorar, piensa en tu puño esa garganta fiera, camina y no preguntes, porque quizás no vuelvas. Morder, besar, versar, lamer. Su gran colmillería te invita a desgajar a cuanto abraces. 




TOMA

Tiemblo mis manos cada vez que las voces. Alguien me dice, y cuando no lo hace, soy yo quien todo calla. Mis manos dicen tu fisonomía cada vez que perturban vedas sensibles de tus protuberancias con calor y aspereza, con el miedo de hallarte ya no única. Tus manos, sobre mis latidos en carne, delimitan vacío, restringen fuego, desintegran tiempo, aplacan furia. Tu caricia es lectura. Escritura es mi cuerpo empapado de oscuridad. El beso de tus manos y mi tacto de ojos. Léeme. Toma de mí lo que jamás encuentro. Di cuanto yo no puedo sobre mí. Habla la lengua que no hemos estudiado y nos define. Di la palabra, el grito, el arpegio, el canto, el gruñido, el silencio, la música que no puede escribirse y con nosotros muere.




VERBA

Desconozco de dónde, pero a mi lengua llega un pensamiento transformado en signo, transformado en voz y pretende transformarte a ti y tu pensamiento. Una conciencia sola no tendría a quién decir, una palabra sola, un único pensamiento, un solo signo. El otro es un desafío, un pesebre de hambre, otro universo latente cuyo amor es presión evolutiva. Te hablo, y cuanto digo, ha cruzado un espacio que es tiempo inmensurable. Te hablo, y cuando me escuchas, reconoces en mi voz al héroe que ha sobrevivido al laberinto, al místico ileso, al único superviviente de sí mismo. No me muevo y lo hago, no pronuncio y digo. La otredad me recibe, es por ella que clamo. 




VENTANA HORIZONTE

Veo un caracol en la rama cortada que espera su bautismo de fuego, frente al hogar. Veo a una niña que llora, embarazada por un viejo. Veo a una madre acusada de violar a sus tres hijos.  Cadáveres de gente que ya no se levanta sangran en la mezquita. Una marea negra invade y contamina y veja, humilla y mata la cándida azul vida del pez y de la estrella. Veo el incendio del bosque: comenzó en los despachos. Veo mentiras muy bellas, harapientas verdades, asesinos de lo noble, ladrones de talento. Veo medrar la farsa en comedia grotesca. Veo un solo mundo por hombres destruido. A una anciana golpean. Un niño muere de hambre. Veo a un poeta describiendo asombrado el mágico azul posado en una nube; y me pregunto: ¿dónde está la poesía?
Veo a alguien que ya murió sobre mi cama; intenta intimidarme, provoca que le mire. 
Cuando deje de verle
me pondré mejor.








(Poemas pertenecientes al poemario inédito Demens, selección del autor)


José Antonio Olmedo López-Amor. Escritor, crítico literario, poeta y editor valenciano. Cursa Estudios Hispánicos, Lengua Española y sus Literaturas en la Universidad de Valencia. Es codirector de la revista literaria Crátera. Miembro de la Academia Norteamericana de Literatura Moderna Internacional. Publica  los libros de poesía: Luces de antimonio (2011), El testamento de la rosa (2014) Finalista del VI Premio Nacional Juan Calderón Matador, La soledad encendida (2015), La flor de la vida (2016) Finalista de los Premios de la Crítica Literaria de Valencia, Maldito y bienamado bibelot (2017) Ganador del II Premio Nacional de Poesía Isabel Agüera Ciudad Villa del Río, Nubes rojizas (2019) y Actos sucesivos (2020) Ganador del III Premio Nacional de Poesía Ateneo Mercantil. Publica en 2017 su libro de ensayo y crítica Polifonía de lo inmanente. Apuntes sobre poesía española contemporánea (2010-2017). En breve, publicará El monstruo en el camerino, su primer libro de aforismos, en Ediciones Trea.

Compartir esta entrada