León Félix Batista: Los amores son tormentas
LOS AMORES SON TORMENTAS
León Félix Batista
Ni siquiera el espectro de la muerte física, que suele nivelar todos los sentimientos, libró al gran poeta inglés Ted Hughes (1930-1998) del manto gris de nubes –nublado tan querido– llamado Sylvia Plath. El hecho archisabido del cruel suicidio de ésta (en 1963, la cabeza embutida en el horno de la estufa, el propano penetrando sus pulmones), después del abandono de Ted por otra, habría de marcarlo para siempre. Con dura valentía soportó el ataque de sectores feministas que tomaron a Plath como un icono. Más: él siempre se negó a responder a periodistas y biógrafos acerca de aquellos años turbios, al tiempo que editaba los poemas póstumos de Sylvia –el esquizofrénico Ariel, en 1965–, sus Collected Poems (1981) y sus diarios (éstos editados incluso literalmente: prefirió destruir aquellas páginas que consideró dañinas para los dos hijos de ambos).
Otro hecho, inesperado, lo hundió un poco más en la ciénaga de las acusaciones: Assia Guttman, la poeta amiga de la pareja por la que Ted abandona a Sylvia, se suicida del mismo modo, con el agravante de llevar hasta la muerte a la hija de dos años de ambos (a éstas últimas dedica su quinto libro, Crow, de 1970). Aparentemente, Ted era un demonio. Sin embargo, guardaba un gran secreto, sólo revelado meses antes de morir, cuando se sabía carcomido por un cáncer de colon y a nadie dijo nada, salvo a cercanos conocidos.
Durante casi una década Ted iba escribiendo el poemario Birthday Letters (impreso en 1998, meses antes de su defunción), en el que, en casi doscientas páginas, daba testimonio poético de su borrascosa relación con Plath, también una gran poeta. El tomo lo dedica a Frieda y Nicholas, los vástagos que tuvo con Plath. Es una especie de testamento de amor, mixturado con análisis del perfil neurótico de la poeta americana (que podemos leer en español gracias a la excelente traducción de Luis Antonio de Villena: Cartas de Cumpleaños, Lumen, 1999, edición bilingüe, España).
Testamento extraordinario construido sobre las bases cenicientas de un amor. Allí Sylvia es “una ramita de lilas húmedas” aceptando por marido a Ted, aparece como becaria Fulbrigth con “exagerada sonrisa americana” y su predilección por el color rojo “para confortar los muertos”. Cada línea dirigida –para actualizar su ausencia– a un tú epistolar, a veces cómico, a veces trágico, a veces simplemente tragicómico. Faz distinta a la que excava y exhibe el famoso estudio de A. Alvarez sobre el suicidio (“El Dios Salvaje”, que dedica páginas de profundo sondeo a los desequilibrios de la autora de “Ariel”). Nada de diagnósticos: poesía. Una vez más las olas de la lírica y el verbo definen complementariamente los vicios y virtudes del ser humano.
Pero antes de estas “cartas” a destinatario muerto, Hughes fue levantando un universo poético personal que lo convertiría en el poeta inglés de posguerra más osado. Aparece la naturaleza, primordialmente animal, con toda su crudeza ajena a lo humano. El humor negro y la hipérbole sobre el escenario de páramos y selvas, permiten al poeta dejar hablar a lo silvestre. El vehículo de su expresión es, a contracorriente del canon, la zambullida en el inglés antiguo, con muchísima aspereza y exceso en la dicción.
Privilegiando lo grotesco, el feísmo, la violencia y el ridículo, Hughes se alimentó de fuentes singulares: el gótico, el comic, el folklore y las literaturas primitivas. Eso explica su aventura solitaria, sin herencia en Inglaterra, y la extrañeza que produce tanta originalidad en el lector, porque debe despojarse hasta los huesos de la dicción poética y prosódica que educa el gusto general: su lenguaje literario da de lado a las herencias latina y árabe de nuestra tradición y, lejos del racionalismo, retoma el prosaísmo nórdico y el estrato germánico de su lengua nativa.
Ted (contrario a Sylvia) fue en vida casi nulamente conocido en nuestra lengua, apenas con un par de ediciones en España (Plaza & Janés, Hiperión) y México (El Tucán de Virginia), por ejemplo, aunque poco a poco vendría, por fortuna, la gran difusión de su escritura.
Esta es mi traducción de una de esas desgarradoras cartas póstumas de Ted a Sylvia. Mi homenaje a dos de los más grandes poetas de la lengua inglesa del siglo pasado.
ODIASTE ESPAÑA
España te asustó. España,
Donde me sentí en mi casa. La luz de sangre cruda,
Las caras de anchoas aceitosas, los bordes
Negroafricanos de cada cosa, te asustaron.
Tus años escolares, de algún modo, se olvidaron de España.
Las rejas de hierro forjado, muerte y tambor árabe.
Ignorabas el idioma, tu alma estaba vacía
De señales y la luz soldadora
Te marchitó la sangre. El Bosco
Te tendió su mano arácnida y la estrechaste
Tímidamente; una americana típica.
Profundamente viste la mueca funeral de Goya
Y la reconociste y retrocediste
Mientras tus poemas se encogían de frío y tu pánico
Se aferraba a la américa universitaria.
Así que, como turistas, nos sentamos en la corrida
Observando los toros aturdidos, torpemente carneados,
Mirando al matador de rostro gris, detrás de la barrera,
Justo debajo de nosotros, preparando el estoque
Y vomitando miedo. Y el cuerno
Que se escondió en el vientre de moscón
Del picador derribado perforó
Todo lo que te esperaba. España
Era la tierra de tus sueños: el cadáver de polvo rojo
Con el que no te atrevías a despertar, las fruncidas amputaciones
Que ningún curso de literatura había embellecido.
La tierra de embrujos detrás de tus labios africanos.
España era de lo que intentabas despertar
Y no podías. Te veo, bajo luz de luna,
Andando por el muelle vacío de Alicante
Como un alma en espera de la barca,
Un alma nueva, aún sin entender,
Pensando todavía que está en luna de miel
En el mundo feliz, con toda la vida por llegar,
Feliz, y todos tus poemas aún por dar con ellos.
León Félix Batista (Santo Domingo, República Dominicana, 1964), ha publicado El Oscuro Semejante (1989), Negro Eterno (1997), Vicio (1999), Burdel Nirvana (2001, Premio Nacional de Poesía “Casa de Teatro”), Mosaico Fluido (2006, Premio Nacional de Poesía “Emilio Prud’Homme 2005”), Pseudolibro (2008, Premio Nacional de Poesía “Universidad Central del Este 2006”), Un minuto de retraso mental (2014, Premio Nacional de Poesía “Emilio Prud’Homme 2013”) y Música ósea (Cascahuesos, Perú, 2014). Existen varias ediciones, excrituras y antologías de algunos de estos libros: Se borra si es leído, poesía 1989-99 (2000); Crónico –segunda edición de Vicio– (Tsé-Tsé, Buenos Aires, 2000); Prosa del que está en la esfera (Tsé-Tsé, Buenos Aires, 2006, Universidad Autónoma de Santo Domingo, 2007); Inflamable (La Propia, Montevideo, 2009), Delirium semen (Aldus, México, 2010), Caducidad (Amargord, Madrid, 2011), Sin textos no hay paradiso (Gamar Editores, Colombia, 2012), el libro electrónico Joda poética completa (antología personal, 2013), El hedor de lo real en la nariz imaginaria (Ruido Blanco, Quito, 2014), Duro de leer (Viento y Borra, Santo Domingo, 2015) y Próximo pasado (Editorial Praxis, México, 2018).
En 2003 se publicó en Brasil la antología español-portugués Prosa do que está na esfera (Olavobrás, Sao Paulo, traducción de Claudio Daniel) y en 2014 la versión al portugués de Mosaico Fluido (Lumme Editores, Sao Paulo, traducción de Adriana Zapparoli). Está incluido en más de una decena de antologías de poesía publicadas en diversos países, entre ellas Zur Dos (última poesía latinoamericana, Bartleby, Madrid, 2005), Jardín de Camaleones (la poesía neobarroca en América Latina, Iluminuras, Brasil, 2005), Cuerpo Plural(antología de la poesía hispanoamericana contemporánea, Pretextos, Valencia, 2010), Poesía esencial dominicana (Visor, Madrid, 2011), y País imaginario (Ruido Blanco, Ecuador, 2011; Amargord, Madrid, 2014).Ha sido parcialmente traducido al inglés, sueco, alemán, italiano e hindi.