Virginia Ramírez Abreu: Martí. El poeta entre columnas
Dedicado a quién me heredó la vocación masónica y desde el Oriente Eterno me ilumina no como padre, sino como Hermano.
En el año 2007, Samuel Sánchez Gálvez, investigador cubano, publica su investigación “Martí ciñó el mandil. Prueba documental de su filiación masónica”, editado por Ediciones Bachiller, de la Biblioteca Nacional de Cuba. Esta investigación, que se centró en la búsqueda, encuentro y verificación de pruebas, halladas en la la logia cienfueguera Fernandina de Jagua, exponía por primera vez documentación probatoria de la pertenencia de José Julián Martí y Pérez a la Orden Masónica. Gran importancia revierte este trabajo de Gálvez, pues se han tardado años de discusiones entre investigadores e historiadores, partidarios de la filiación masónica de Martí y los que han sostenido y aún sostienen, que no es así. Justamente y creo que a partir de la publicación de esta previa investigación, que sólo ha sacado a la luz lo que muchos dábamos como hecho, salé en Canarias, también en 2007, bajo el sello editorial Ediciones Idea, una segunda investigación, “Martí, España y la masonería”, del investigador Manuel de Paz Sánchez, un trabajo mucho más amplio que aborda con bastante profundidad el momento histórico del arribo de Martí a la masonería española, a finales del siglo XIX, justo en el momento del triunfo de La Gloriosa, es decir la primera República y también introduce de forma nada profana, las características de la masonería, los orientes y la forma de trabajo en los diferentes talleres de la capital metropolitana, Madrid. Al mismo tiempo, y dando por válidas las pruebas de Gálvez, intenta resaltar más fuertemente líneas abiertas por éste, introduciendo una serie de cuestionamientos e interrogantes que ayudan a continuar precisando a través de la investigación rigurosa, espacios confusos que continúan abiertos, sobre todo aquellas cuestiones circunstanciales que se infieren de escritos, conferencias de masones y sobre todo las que derivan de Ofrenda de hermano, un escrito de Fermín Valdés Domínguez, probado miembro masón, amigo predilecto de Martí y, además hermano de logia.
Ambos estudios, más otras aportaciones, abren las puertas a una nueva revisión crítica de la obra martiana, ahora con una especie de Piedra Roseta, de clave netamente masónica. No dejando de recomendar los sendos estudios antes mencionados, para este breve ensayo nos interesa precisar sólo unos breves datos: José Martí, a los pocos meses de llegar a España desterrado, en 1871, es recibido hermano masón, en la ya extinta Logia Caballeros Cruzados, Nº 48, perteneciente al GOLU (GRAN ORIENTE LUSITANO UNIDO) y adherida al Soberano Capítulo Provincial de Madrid. Esta Logia trabajaba el Rito Francés y Martí no sólo es recibido en ella con 17 años, sino que en sólo cuatro meses fue exaltado al grado 3º, el de Maestro Masón. Esta logia “abatió columnas” (cerró) poco después, y se infiere que Martí pasó a trabajar en otro taller del mismo Oriente, el mismo Capítulo, el mismo Rito y también en Madrid, Armonía nº 52, donde ejerció uno de los Oficios de Logia , el de Secretario. Este cambio a Armonía nº 52 está en plena verificación, y las conclusiones que se sacan con respecto del movimiento de Martí de una a otra, es simplemente una lógica, por la datación de firmas en documentos, etc. Siguiendo los datos que se precisan para este ensayo, Martí adoptó, como era la costumbre, un nombre simbólico, Anahuac, que después figurará en mucho de sus escritos revolucionarios. Anahuac era la forma en que los nativos americanos nombraban América. Por último y también por esclarecer, se encuentran en Cuba las JOYAS MASÓNICAS de Martí, entregadas por la viuda de Fermín Valdés Domínguez, que revelan que Martí alcanzó el Grado Filosófico 18 o Caballero Rosacruz, aunque esto implicaría un cambio de Rito, pues en el Rito Francés los grados se organizan de otra forma. Otra puerta abierta para deleite de investigadores.
Dicho esto, no es mi intención ahora revisar o puntualizar esos aspectos de la hagiografía masónica de Martí. Hace ya varios años vengo investigando la obra literaria martiana, en primer lugar y hasta ahora, su poesía. El objeto de este ensayo es justamente adelantar a forma de muy breve, a través de una sola obra, lo que pretende convertirse en una investigación mayor y una relectura de la gran obra de Martí.
Precisemos antes ciertas cuestiones. Es cierto que la obra de nuestro más grande y fructífero escritor, que abarcó todos los géneros, ha sido rigurosamente estudiada a nivel filológico literario por especialistas y escritores. Cito a la Dra. Ana Cairo, recientemente fallecida, rigurosa y extraordinaria en el abordaje de la vertiente literaria de Martí, y a los poetas Cintio Vitier y Fina García Marruz, que dedicaron parte de su vida a la obra martiana, aunque ellos si pecaron de poner por delante lo ideológico-político revolucionario, para edificar un Martí muy conveniente para sus “rectores”. Ahora bien, si se ha tardado en reconocer a Martí masón, también creo, que se ha leído con muy poca atención su obra, en sentido de la gran connotación masónica que aparece en muchísimos de sus textos.
Esto, a modo de dar alguna explicación, puede deberse a que los grandes intérpretes de la escritura de Martí, no han sido miembros de la Sociedad Masónica ni estudiosos de la misma. Esto se traduce en el desconocimiento de la simbología y el ritual , que se reservan únicamente para los hermanos, aunque la apertura de esta Orden en las últimas décadas haya permitido acceso a investigadores profanos y a que muy al contrario de lo que se piensa, la Orden o Sociedad Masónica no es secreta, si no discreta. No obstante es cierto que muchas interpretaciones de cualquier texto alusivo a la masonería requiere de pertenencia a la misma y del trabajo de perfeccionamiento humano que se pretende de cada hermano, centrado fundamentalmente en la develación individual y personal del símbolo y el rito, escalado según el conocimiento de cada uno, para el bien de la Orden Universal y de la Humanidad. Poniéndolo en boca de Martí, “con todos y para el bien de todos”.
Sin embargo, la apertura de la que hablo anteriormente y esta indagación de años sobre el la vida masónica de Martí, presente dentro y fuera de las Logias y llevadas a todos los foros intelectuales dentro y fuera de la isla, deberían haber producido, entre los críticos literarios y estudiosos de la escritura martiana, cierta inquietud por verificar a fondo, si esta arista de Martí dejaba impronta en su obra. No ha sido así, y tengo la impresión, por conocer personalmente el talento de muchos de los investigadores de la obra de José Martí, y sus altas capacidades para producir líneas de investigación novedosas, que son otras razones las que han apartado a los estudiosos de esta lectura, razones de ideología y política, más que razones científicas.
Es bien sabido que desde los años sesenta hasta hoy, la masonería cubana ha sido vestida continuamente, con una fuerte carga peyorativa, incluso en muchas décadas, hermanos y logias han sido perseguidos, en un afán de etiquetar la Sociedad u Orden en un maniqueo concepto de disidencia y cuando no, de disentimiento político, y esa imagen se ha proyectado sobre el constructo social y ha funcionado como repelente para que los notables investigadores, no sólo corran un tupido velo sobre la masonería y Martí, si no para que intenten desviar la atención de tan polémico asunto. Se ha considerado al Hermano Masón como un burgués clasista y a las logias como reservorios de una ideología burguesa, enemiga del pueblo llano, por supuesto todo desde el desconocimiento de los ideales de la Orden. Por lo tanto, si se ha construido la figura martiana como prócer e intelecto del proceso revolucionario, su vínculo con la masonería y la presencia en su obra de los ideales de la misma, pondrían en incomodo apuro a los rectores ideológicos que o reconocen la masonería como institución plena y libre de poderes para accionar socialmente, y así alinear la obra martiana en una lectura nueva o sencillamente difaman de la inoperancia social masónica en la nueva Cuba, para seguir colocando a Martí en una cabeza de proa del barco revolucionario insular. No obstante, el valor de los hermanos masones cubanos, su honradez y honor, quedan patentado en el nombre de la Gran Logia Cubana, José Martí, derecho que han ejercido por encima de cualquier poder absurdo.
Después de estas precisiones, quiero recalcar que este breve ensayo, no pretende abarcar, el contenido masónico de la obra de Martí, ni siquiera estudiar de forma minuciosa lo que lleva un tiempo investigándose de mi mano, su poesía. Quiero simplemente recoger aquí la primera incursión, a modo de clarificar la presencia de componentes del símbolo y ritual masónico, en su poesía, para lo cual he escogido, el poema que más claramente es de principio a fin una declaración de su filiación a Los hijos de la Viuda, y que está compuesto únicamente por símbolos y su correspondiente significado para los hermanos iniciados.
Me refiero a uno de sus poemas más conocidos, el Nº XXXIX de su libro Versos Sencillos, escrito en 1891, mientras residía “in tempore” en la ciudad de Nueva York. Trascribo a continuación:
XXXIX
Cultivo una rosa blanca
En julio como en enero,
Para el amigo sincero
Que me da su mano franca.
Y para el cruel que me arranca
El corazón con que vivo,
Cardo ni ortiga cultivo;
Cultivo la rosa blanca
En un análisis rápido, de tipo literario, diríamos que este poema está compuesto por dos estrofas de cuatro versos cada una. Está escrito en redondilla, con versos de arte menor, conocidos como octosílabos. Su rima es consonante, siendo que riman los versos primero y cuarto de cada estrofa, al igual que los versos segundo y tercero. Es importante destacar esto ya que le confiere gran sonoridad al poema. Una sonoridad no exenta, de fervor, de declaración de principios y quizá, aludiendo a cierta forma de oratoria rimada, pues sabido es la calidad de orador de Martí. Voy a excluir el análisis de figuras retóricas (hipérbaton, hipérbole, et al) que para el filólogo, serían cruciales para comprender el poema en un significado llano, pero que a ojos de esta lectura simbólica en clave masónica carecen de sentido. Alejémonos pues de una lectura formal y correcta de tipo clasificatoria.
El poema se inicia y se cierra con el mismo verso: “Cultivo una rosa blanca” que ya avisa desde el inicio de su significado oculto a ojos profanos. Una frase con mucha fuerza que se asienta sobre tres símbolos: cultivo, rosa y blanca y también una frase que se gestiona desde la primera persona del singular del presente simple. Y esto también forma parte del gran entramado de la misma, el símbolo y su construcción. El verbo cultivar en consonancia con lo que le continua, lo que cultiva, hace alusión aquí a la perseverancia, cualidad cardinal masónica, que simboliza el arduo trabajo de perfeccionamiento interior de un hermano, de sus virtudes y de poder alcanzar con esto el CONOCIMIENTO. Usa cultivar y no sembrar, pues este último es alusivo más al acto de plantar, algo nómada y poco consecutivo en el proceso de crecimiento. Cultivar implica un estado de permanencia y compromiso, de cuidado entregado, de perfeccionamiento. Es un acto extendido en el tiempo y en el caso de un masón este perfeccionamiento interior, este cultivo personal es para todo el resto de la vida terrenal. Martí, aunque habla del trabajo sobre sí mismo, alude al bienestar de sus hermanos, porque el trabajo personal de cada masón sobre “su piedra bruta” se realiza siempre para el bien común.
Pasemos al símbolo de la rosa blanca, que es lo que Martí cultiva. Uno de los símbolos más importantes de la masonería es la rosa. Entre muchas combinaciones de este símbolo, que el masón va descubriendo en su camino de perfección y conocimiento, la rosa aquí significa la morada del corazón puro, plena de luz, al ser blanca, pues el blanco es el color de la luz, que con desvelo buscan alcanzar cada vez en más intensidad los hermanos masones. O sea que solamente aquí en este verso de apertura y cierre, de ahí su importancia, Martí ya elabora toda una declaración de honor, al presentarse como aprendiz eterno, en busca de la perfección de las virtudes y costumbres humanas, alejadas ya de su velo profano y vanitas, para encontrar la luz del conocimiento para él y para el resto de sus hermanos dispersos en toda la tierra. De ahí que este verso cierre y abra el poema.
A continuación, Martí altera el orden de los meses “En julio como en enero” para muchos simplemente una forma de lograr la rima, o sin mayor significado que la voluntad poética. Sin embargo, este verso da quizá la clave para leer el poema como una suerte de comunicación masónica. Me explico. Las Logias Masónicas, son conocidas entre los iniciados como Logias de San Juan. Esto se basa en que una de las ceremonias masónicas más importantes es la celebración de los Solsticios. Estos se asocian ahora a los Juanes: Solsticio de Verano (22 de Junio) asociado a San Juan Bautista y Solsticio de Invierno (22 de diciembre) asociado a San Juan Evangelista. La celebración de los solsticios estaba en la tradición esotérica romana, asociado a Juno. Para los masones, estas celebraciones, tienen una importancia capital, porque representan, ambas, aperturas de ciclos rituales propios de las Logias y reservadas a ellas. Así Martí, aquí, nos da el hilo para tirar. Se está refiriendo al primer mes solsticial de verano, julio y al primer mes solsticial de invierno, enero. Completando el símbolo del tiempo de tenidas o trabajos de los talleres. Es decir el calendario anual de la Logia. Y manteniendo la persistencia en el tiempo, año tras año, en su vida como miembro activo de la Orden.
A continuación, el tercer y cuarto verso, y continúa la oratoria masónica “Para el amigo sincero” / “Que me da su mano franca”. La forma amigo sincero, está asociada a que a pesar que el nexo masónico es de hermano, históricamente, y más en el tiempo en que Martí vivió la masonería, se le llamaba al hermano, amigo sincero. Esto puede comprobarse, acercándonos a discursos impresos de masones, donde usan muchas más veces esta frase, quizá para eludir públicamente, el término “secreto” hermano. Textos como Martí, Ideario Masónico, del Hno. José. D. Echemendía, de 1943 (Archivo personal de la autora), Martí en la masonería, de Camilo Carranza Trujillo, de 1946, sobre una conferencia del autor en 1939 (Archivo personal de la autora) y Martí, Masón, de Miguel Ángel Valdés, de 1937 (Archivo personal de la autora), son algunos de estos citados discursos donde se emplea a menudo, amigo sincero.
Ya en el cuarto verso, que se encabalga con el anterior para enriquecerlo y precisarlo, vuelve Martí, a dar otra velada referencia al ritual y el símbolo. “que me da su mano franca”. Empezando por el vocablo franca, no se refiere Martí a la acepción de honesto o transparente al hablar, sino que recurre al significado libre, que proviene raigalmente del germanismo Frank, nombre dado a los
Francos, que se consideraban en la antigüedad la clase noble o aristocrática de la Galia y que estaban exentos de pagar impuestos, es decir, eran libres. Cuando un masón que va a ser recibido en Logia y se le pregunta por qué se le debe dar entrada, responde siempre, “porque soy hombre (mujer) libre y de buenas costumbres”, pues la Libertad es la cualidad básica exigida a un miembro de la Orden Masónica. Aquí identificado el portador de la mano, que se tiende hacia él, se puede observar otro aspecto del ritual. La identificación y reconocimiento de un masón ante quien cree hermano. Son tres las formas de identificarse, y esta, llamada toque se realiza estrechando la mano del otro y accionando de forma secreta según el grado de cada uno. Con lo cual es explícita aquí la referencia de quién es y quién puede ser quien extienda la mano. Sobre esta imagen, una más velada y quizá sólo visible para iniciados: ningún hermano puede llamarse a sí mismo masón, ni presumir de serlo, sólo lo es, si es reconocido por el resto. De ahí la importancia en masonería de lo individual para consolidar la experiencia de grupo, sin la cual, todo acto masónico carecería de significado.
Pasando a la segunda estrofa, concurre aquí un problema que quizá muchos han pasado por alto, al hacer una lectura plana de este poema. Cuando Martí escribe: “Y para el cruel que me arranca” / “El corazón con que vivo” damos por sentado que se refiere a una persona a la que él enfrenta como enemigo. Sin embargo hay un vacío, una elipsis visual entre y para el (…. ) cruel; ¿El cruel qué? Cruel define a alguien, alguien obviamente que ya está mencionado, si leemos con la correspondiente fuerza y reflexión el poema. Ese que falta es “el amigo sincero, el hermano”, ….cruel que referencia a sus hermanos españoles que se agrupaban en las Logias madrileñas y españolas que frecuentó. Y que representaban aquellos que oprimían a su patria y a él mismo en la vida profana, de ahí la alusión al corazón como mero órgano anatómico de la vida “vulgar”. Esos hermanos provenían de la raza de aquellos que pisoteaban los derechos y las libertades de la Cuba que él amaba, pero sin embargo eran sólo eso representación, pura identificación racial, étnica, porque realmente eran sus hermanos de Logia. Aquí Martí sin decir más allá de aquello que pueda leerse como mensaje entre líneas, está cumpliendo con uno de los juramentos masónicos, y es el perdón al hermano que pudo ser o representa al enemigo, porque el único enemigo de un masón es él mismo, en tanto en cuanto no trabaje por perfeccionar su esencia interior y caminar hacia la luz del conocimiento, por el bien de sus hermanos todos y de la humanidad. Por eso cierra el poema diciendo “Cardo ni ortiga cultivo”; el cardo símbolo del carácter vengativo del hombre y la ortiga, simbolizando la crueldad y el dolor que un hombre profano inflige a otro, para concluir ratificando el juramento primero “Cultivo una rosa blanca”.
En este poema, tan conocido, releído y declamado, José Martí de su puño y letra, deja evidentemente clara su condición de masón vocacionado. Muchos símbolos como la luz, lo blanco, el silencio, la traición, son recurrentes no sólo a lo largo de su obra poética, sino de sus discursos, de sus escritos, incluso de su Diario de Campaña. Con lo cual queda por hacer mucho trabajo de investigación al respecto.
Si se ha demostrado documentalmente la presencia de Martí en la masonería, creo, teniendo en cuenta la filosofía masónica, el pensamiento de los masones, su actitud ante la vida, las ideas de libertad, igualdad y fraternidad que precede toda obra de un masón, que no es tan importante su presencia en logia, como si lo es el estudio y definición de su obra literaria, como un gran corpus de pensamiento masón y por ende, de búsqueda del perfeccionamiento humano, del conocimiento y del trabajo libertario, igualitario y fraternal dedicado al progreso de la humanidad. Espero que seamos muchos investigadores, aunados por fraternal y respetuoso análisis, quienes coloquemos el ideal masónico martiano en manos de quienes desean el progreso y la luz como forma de asumir la vida y mejorar el mundo.
H:.D
Virginia Ramírez Abreu. (La Habana, 1971) Dra. /DPh. por la Universidad de Santiago de Compostela, España. Profesora Ayudante Doctor. Investigadora. Especialista en Arte Contemporáneo Latinoamericano y Género. Directora/Fundadora y Profesora Titular de Antropología de la Cultura e Historia del Arte de la Escuela Superior de Artes Cinematográficas de Galicia. Guionista y Directora audiovisual. Miembro de la Academia Gallega de Cine. Actualmente, CEO fundadora, mentora y coach de VIRARTE ALFAS NET, empresa multidisciplinar, donde se dedica a formar a talentos en áreas de creación de empresa y emprendimiento. Reside desde 1994 en Vigo, España.