Carlos Lechuga: Un plano de Carlos Melián

Por Carlos Lechuga

A Carlos Melián lo veía de vez en cuando en las muestras de jóvenes realizadores. Una vez coincidimos en casa de una amiga y no hablamos de cine. Hablamos de lo dura que podía ser la vida y de Pólvora mojada interpretado por Beatriz Márquez. Sus cercanos lo quieren de verdad y siempre me están hablando de lo buena persona que es. No somos amigos, pero tampoco lo siento como un desconocido. Su película Pizza de Jamón la he visto más de diez veces. De los creadores de mi generación es de los que más me intriga. Me encantaría poder tener mucho dinero para dárselo y ver más películas suyas.

Este es un primer dialogo, nos faltan muchos más.

¿Cuáles son los temas que te apasionan?

Yo creo que no hay un tema que me apasione en especial. Pero sí hay una idea que me anima a escribir. Y es escribir cosas que signifiquen algo más de lo que cuentan. Por ejemplo si mi historia va de una mujer que aborta, a mi me daría por tratar de ir más allá y hablar de una vida que no nacerá, y la grandeza de esa idea, la grandeza de la idea de prohibir que una vida viva, ¿me explico? Ese sería el tema para mí, y no el aborto. Lo del aborto sería más para encontrar el financiamiento, los fondos están muy politizados. Y ese ir más allá consiste en que haya alguna resonancia, que una mirada sea más que una mirada, que un paisaje sea más que un paisaje. Mi próximo proyecto deberá ser más cercano a lo pictórico. La metafísica del cuadro. Eso está en Pizza de jamón, pero yo no lo sabía. Eso está en un guion que he estado desarrollando. Pero he estado mutando hacia otra zona ahora, hacia lo mágico, supongo que el realismo no me deja ir más allá. También como se hace tan difícil filmar estoy pensando en llevar lo pictórico a la escritura y pensar en la escena, en la luz, en el tiempo, pero en la ficción escrita. No siento que escribir periodismo sea lo que yo quiero hacer. No es arte, aunque he querido meterle de ese arte y llevarlo más allá de él mismo.

¿De que vive un cineasta en el Oriente de La Isla? ¿Cómo es tu día a día? Cuéntame un poco de tu familia. De tu esposa. ¿Cómo se conocieron?

Para mí el Oriente es lo mismo que para ti. No vivo en el Oriente. Ese lugar es imaginario, existe solo en la imaginación de la gente, creo yo, y lo uso desde ese principio: en el oriente, como Oriente, pueden suceder cosas maravillosas. Sinceramente no me gustaría vivir enganchado o asociado a esa idea, aun cuando políticamente le pueda sacar provecho. A nadie les conviene esa separación porque implica resentimiento y soledad. Resentimiento para los de Santiago, que se pueden sentir excluidos y justificados, y soledad para los de la Habana porque no conectan con los artistas del oriente y se quedan solos en sus reclamos. La palabra Oriente implica división, clase, secta, raza, asumirla para mi es volverme populista, o demagogo. Viajo tanto a la Habana que para mí esta viene siendo un barrio lejano, donde mis amigos hacen un poco más de dinero con pinchas que le caen y tienen menos tiempo que yo de leer, reflexionar y vaguear. Así que lo qué existe para mí realmente es una opción de aislamiento. En mi casa estoy más cerca de mí, más lejos de un pensamiento único, una única manera de ver el mundo, de concebir y usar el mundo. Quiero decir que me gusta mi disparate.

Yo vivo de lo que tu vives, vivo de hacer lo que me gusta, escribir. Y cuando he tenido mucha suerte he podido filmar algunos cortos. Trabajo en mi casa, y lo que más hago es leer. Chateo sobre arte, sobre escritura. Algo así. Me cuesta bastante escribir para ganarme la vida. O sea, que no me gusta ser esclavo de mi trabajo, ni de mis hijos, ni de mi patria, ni de nada. No tengo vicios, ni mi familia tampoco. Salgo apenas de mi casa así que ahorro mucho. Mi día a día es o leer o escribir algo.

Conocí a mi mujer en Gibara, en el Festival de cine. Tengo dos hijos, una niña de 10 y un bebé de 5 meses. Estar a la altura de una familia, de un buen texto, de un guion que competirá con otros guiones sin caer en los temas que suelen llamar la atención, los temas que siento que se consideran “temas urgentes”, exige concentración, y tiempo. Los cineastas en Cuba tienen un campo de batalla por delante muy duro, el tema financiero, el tema censura, el tema aislamiento, el tema policía política, y creo que eso lo sufre la familia, pero al mismo tiempo me parece justo intentar llevarlo todo a la vez, mi familia, una carrera, aunque se vaya más lento, porque siempre he intentando hacer cosas que me han dicho que no son posibles en mi entorno. Para mí es tan importante tener un hijo y criarlo, como tener yo mismo una vida y criarla.

¿Cómo llevas la cuestión con la libertad creativa? ¿Te autocensuras? Para mí, que soy bastante cobarde, si tuviera una familia me seria duro la situación esa de que te citen por un texto. No es fácil.

Yo me autocensuro sí, pero ya que no conozco la libertad, me interesa la autocensura, su fenomenología, sacarle provecho, de ahí quizá proviene ese gusto idiota, sonámbulo, de querer ir más allá de… o sea no lo descarto, pero si es así, si todo nace de la autocensura, pues me cuadra, me gusta un montón. Está la tesis de que Andrei Tarkovski fue fruto de eso. Para mi ver Tarkovski es como leer a Heidegger. Hay electricidad, fijeza, una fijeza esquizofrénica, en cada plano, en cada frase. Con Tarkovski el cine llegó a una totalidad, a un estadio al que todavía le cuesta llegar, se necesita una preparación una voluntad bien seria para estar despierto a tantas cosas al mismo tiempo, la dimensión pictórica, sonora, la actuación, en fin. Pero no creo en el destino manifiesto de nada, así que podríamos descreer en eso de que Tarkovski nació Tarkovski, creo que él se fue haciendo en un entorno de autocensura, creo que fue buscando en ese alquitrán un coto de libertad, y lo logró. Así que si despolitizas la autocensura -y sé que eso molesta, molesta e indigna despolitizar algo que genera el totalitarismo- te das cuenta que la autocensura es también un bien estético, es quizá el detector de mierda del que hablaba Hemingway, que escribía con libertad. La URSS fue un estado totalitario que obligaba a la autocensura, así que eso es lo que yo quisiera lograr, ese coto que encontró Tarkovski donde él se encontraba consigo mismo, y encontraba la libertad negada. Mucha gente encuentra la libertad fuera de Cuba, yo la busco dentro de Cuba, algo así. En mi primer corto 5 minutos yo siento que encontré algo así, siento me encontré a mi mismo casi en un 90 %. Pero aclaro que solo estoy diciendo como veo las cosas yo, no estoy haciendo proselitismo alguno, la manera de como los demás vean y asuman el arte es su maletín.

Me preguntabas sobre escribir. Escribir se me da bien, creo, no he podido tener en cine la práctica que tengo en la escritura. Trabajar para El Estornudo no es escribir precisamente contra el sistema político cubano, sino escribir y ya, con libertad, hacia el infinito. El Estornudo es un espacio plural, es la Cuba del futuro, que es donde yo vivo. Si te fijas a mi me motiva describir las sensaciones, la sensación de calor, o de hambre, o de ansiedad, pero si lo hago viene el censor y me dice que no me meta ahí, en describir la sensación de calor, o de hambre, o de ansiedad en cuya descripción yo suelo encontrar belleza. Entonces los censores la tienen muy fula, porque realmente no es una guerra contra manifestaciones naturales y físicas como el calor, el hambre, o la ansiedad, sino contra la eficacia, contra la calidad que implica generar vida en un texto, contra intentar escribir bien, que es lo que intento yo. En Cuba no hay reverencia hacia la calidad, hacia la belleza, reina lo político, lo político secuestra todo, es la medida de todas las cosas. Hay algo muy machista, muy patriarcal en todo eso, digo que hay algo muy formateado. Estamos formateados por una especie de determinismo. Aunque uno intente burlar la censura siempre el censor se da cuenta, porque él también es creativo, no importa si es un ñame, si tiene cultura o no, es un humano, y es creativo, se las huele como tú y como yo, y su labor es reducirte, implantar la mediocridad, allanar el paisaje anticipándose. El Tarkovski fue abortado, es abortado diariamente en Cuba, si o si, ¡fuera poeta de la república! Y lo hicieron irse de Rusia.

Escribir bien, escribir que huela a sol, a mierda, a locura, a todo eso. Creo que eso implica más dolor que felicidad, y que en el éxito, en la sensación de victoria definitiva, hay mucho dolor. Tengo un amigo que pasa por todo eso a diario, y al verlo no quiero ser lo que él es, y lo que él ha perdido, pero cuando comienzo a escribir y me dejo llevar siento que se escribe de pinga o no se escribe, que se escribe como mi amigo ha querido escribir o no se escribe. Yo a veces he optado por no escribir, y ahí he faltado a mi promesa. Esa promesa que nos hacemos cuando niños. Te hablo de escribir porque nunca he sufrido censura por filmar, creo que he sido más libre cuando he filmado.

De tus obras “Pizza de jamón” es la que más me llega. El casting me parece muy bien logrado. ¿Cómo trabajaste con esas personas? ¿Cómo los encontraste? Al mismo tiempo la cámara, la composición y la puesta en escena está muy cuidada. Hay una dureza, una sequía, que es rara de ver en el cine cubano. ¿Cuánto tiempo trabajaste en esta película?

Sobre el tema casting: fui buscando gente que actuara contenido. No hay más nada que decir. Porque no se trata tanto de encontrar un gran rostro, sino de encontrar un rostro que no sea conocido. Cada rostro porta una historia, es como ver un cachalote lleno de marcas de arpones de barcos balleneros, a eso me refiero, a esas marcas en los rostros. La cámara fija, concentrada en ese rostro totalmente nuevo, te da la posibilidad de darle la magnitud que deseas. Tarkovski decía que hacer cine es esculpir en el tiempo. Yo suelo usar mucho el tiempo, el tiempo del plano. Ese tiempo en pantalla, hace retumbar tu película, porque hay un tiempo en el que conectas con los griegos, con Platón, con la búsqueda del origen de las cosas, y hay otro tiempo que es más informativo, fulano hace esto, y luego lo otro. Ese tiempo es el que menos me interesa. Ese tiempo tuyo, homogéneo en toda la peli, que suele sacar de quicio a los fotógrafos, genera un universo, algo que se corta y se come y que tiene sabor. Tu sabor. Cuando tienes la puesta lista, editada, es que los fotógrafos se dan cuanta que tenías razón. Al Padre de la niña me lo encontré en la calle. Vivía cerca de mi casa y su rostro para mí era legendario. Siempre quise tener su rostro. A mí me cuadran los rostros de boxeadores. Ponle la cámara a uno que actúe contenido y ya.

¿Cómo fue el trabajo de escritura del guion? ¿Cómo editaste? ¿Cómo conseguiste la financiación?

Yo escribí ese corto dos veces. Y lo edité dos veces. Y lo filmé dos veces. Pero me ciño al guión. No recuerdo qué me proponía ahí, quizá me proponía hablar de Santiago inicialmente, luego dejé eso y me concentré en algo mas, digamos, arquetípico, menos local. Mas mudo. Trabajé sobre la figura de un hombrecito pequeño dentro de una caja grande, tan grande que los protas eran apenas una figurita. Después leí que esa figura funciona para encontrar dinero en los pitching, yo ahí no obstante lo usaba porque creía en eso. Era eso lo que quería transmitir. Así me sentía yo en aquella época, y así me siento ahora.

Mi cabeza siempre le agradece ese Cinergia a Claudia Calviño. Ella me dio algunos consejos por correo. Me escribía para ayudarme, y eso me daba ánimo. Y me puse, y aprendí excel solo, y aprendí de todo. Envidio esa braza, esa pasión que yo tenía antes, ¿sabes? Ahora no puedo estar más que orgulloso. Ahora como que estoy apendejado.

Me decías lo de editar. Editar es muy fácil, es poner un plano al lado del otro. Y que haya una continuidad de atmósfera, y de historia. Es de la única manera que siento que toco a mis personajes, que están bajo mi total control. Editar es sentir ese control, esa fidelidad a ti. Es algo muy espiritual. Por eso me gusta tanto. No me gusta como están editados la mayoría de los filmes. Yo consideraba que era el mejor editor para mí mismo hasta que ahora en mi último corto, El Rodeo, conocí a Joanna Montero, que es extraordinaria, superior. Me divertí, y aprendí mucho con ella.

¿Cómo se hace cine en Santiago, en Holguín? ¿De dónde se saca el dinero?

No hay dinero allá. Se hace sin dinero, pero se paga. Nadie hace nada de gratis. Rafael Ramírez hizo su largo Years of meteors, con 300 pesos creo y con alguna ayuda logística de Cultura Provincial de Holguín. Rafa capta compinches siempre. Por ejemplo, Rafa me dijo algo una vez muy lindo, me dijo algo que todos saben y notan en mí, pero que no me dicen porque uno no le importa en realidad a nadie, solo a pocas personas, y esas personas son entonces quienes te advierten sobre tu propia actitud hacia la vida, de eso iba lo que me dijo Rafa. Por ahí saca cuentas con qué se hace cine allá. La gente cobra, pero cosas espirituales, se paga, pero con una moneda espiritual. Porque hay bilateralidad en los beneficios. La gente sabe, además, que con Rafa van a hacer piezas de culto, únicas siempre, y se entregan. Yo no he encontrado gente así en Santiago. Siento que en Santiago hay otra mística que no hay en Holguín, donde viví 6 años, (de allí son la mayoría de los actores de las dos versiones de Pizza de Jamón). La mística de Santiago es la de ser listo, ser vivo, ponerse pa las cosas, tener puestas la pilas.

5 minutos lo hice gracias a Amed Pérez, un socio que filmaba cumpleaños en la Habana al que contacté a sugerencia de un amigo. Amed quería dedicarse a la producción, dejar de filmar niñas y adolescentes, y odiaba filmar a reguetoneros, cosas así. Ahora vive en Miami, y todavía odia esa heráldica del reguetón, según veo por Facebook lo que publica. Y cuando yo le propuse ese corto el vio una posibilidad de avanzar. Fue a Santiago con un ayudante, más dos cámaras, micrófonos y luces en una Yutong para filmar esa historia. Pero luego de conocerlo me di cuenta que sobre todas las cosas era un hombre sensible, espiritual, quería alejarse del vacío que le provocaba filmar esas cosas.

La doctrina del pago espiritual siguió más presente que nunca en Pizza de Jamón. En términos de producción Pizza de jamón tuvo dos hitos, la aportación de Cinergia, y Ernesto Calzado el director de fotografía. Yo sentía que Calzado era dueño de la película, tenía un team de primera, tenia pila de luces, trípodes, gripería que corría por su cuenta, y que trajo en guagua, y por avión, era increíble. Le puso mucha fe a Pizza de Jamón. Me dijo algo que guardo para siempre, me dijo en murmullo, “Carlos rebájame el salario a mí y haz que todos ganemos igual”, estaba pensando en la moral de su equipo, ¿ves?. Es un tipo muy sano. Llevó un jefe de luces y un gaffer. Un día llamé al jefe de luces, de apellido Escuela, que era un tipo que pinchaba como un caballo, y le dije, bro, ¿cómo ves ese plano? Y vi como se le iluminaba el rostro. Descubrí que él no esperaba que compartiera algo así con él, sin embargo yo creía todo el tiempo que ellos eran como dioses, dioses que me estaban tirando tremendo cabo, ya partir de ahí vi como trabajó con más ánimo, incluso con amor. Calzadito es como mi hermano, cuando lo miro siento un que se yo muy filial, él y Maryulis Alfonso, la realizadora, que me hizo la asistencia de dirección (y que salvó el corto pila de veces sugiriéndome no filmar cosas innecesarias) son ahora marido y mujer, y son mis amigos, nos une algo muy filial, mutuo que se consolidó en ese rodaje.

Hay algo que tiene que ver con ese cómo se hace. Ese algo lo he notado en la que yo siento que es mi generación. Como no fui a ninguna escuela de cine mi generación era la de realizadores de provincias que iban a la Muestra Joven. Hablo de Lázaro Lemus, Alejandro Alonso, Víctor Alfonso, El Muke, Emmanuel Martín, Marcos Menendez, Victor el ruso. Cuando esa gente de provincia llegaba a la Habana, a la Muestra, no llegaban con trabajos de clase de

FAMCA. No llegaban con sus tesis de grado, llegaban con obras que salían de la nada. De ellos mismos, de su necesidad de crear.

¿En qué proceso está El caso Nolberto, es tu primer largo?

Es mi primer largo, sí, y tengo una ganas de hacerlo… Con el corto que filmé ahora con Daniela Muñoz como productora, y Lena Hernández de fotógrafa, que solo podría hacerlo con un par de tipas así, me pasó algo curioso, pasamos un trabajo de tres pares de cojones, no había agua, no había jama, un día comimos tenca por la noche, y nadie la comió, eso parecía Camboya lloviendo, Apocalipsis Now, estábamos en un albergue al lado de un central que olía a miel batida con caca, bueno después de todo eso, cuando di el corte final siete días después, yo no aplaudí ni nada. Fue lo más seco del mundo. No aplaudí porque para mí aquello no hacía más que comenzar. Era el desayuno para mi ¿ves? Estaba esperando el almuerzo y la cena. Y todo el mundo, los locales, estaban inspirados, digo los actores, algunos iban allí solo para estar con nosotros, para sentir aquella energía.

Un lector de un festival muy potente leyó mi guion y me seleccionaron para Málaga, fui seleccionado dos veces para el Sundance en la Habana, incluso tengo un bolso Sundance Alumni, que estaba guardando para pasearme por ahí y que se viera, pero ya lo cogí para meter mis cosas del diario, sentí que guardarlo me estaba dando mala suerte. Envío aquí y envío allá y nada. El dinero fluye por un lado, y mi guion por otro. Uno compite contra niñas violadas, contra guerrilleros arrepentidos y perseguidos, contra curas pedófilos, Latinoamérica es un rio revuelto la verdad, donde la gente suele estar entre la vida y la muerte y mi guion va de otra cosa, va de mí. Creo que voy a tener que filmarlo con mi móvil.

¿Cómo es tu día a día? ¿A qué hora escribes? ¿Cómo es tu proceso creativo?

No soy muy sistemático, no estoy creando a full todo el tiempo. Tengo también pila de vectores que se me cruzan, un hijo pequeño que llora si no lo cargas, una hija que me saca en cara que no la atiendo lo suficiente y que quiere que yo le hable de cosas, porque lee y lee eso de que “los padres muy ocupados no atienden a los hijos”, mi papá que también necesita atención, mi mujer que me exige que converse con ella y atienda a mis hijos. Me he ido liberando del móvil poco a poco.

Trato de llevar todo esto junto, pero no es fácil, porque es difícil concentrarse y regresar a un texto si tu hijo llora, o si viene alguien y te comenta esto o lo otro, o sea, me suele costar. A veces me entra ansiedad. A veces escribo con un solo dedo porque en el otro brazo tengo a mi hijo cargado dando bateo. Ahora se suma que estoy sembrando, no por un asunto de armonía, o de alimentación orgánica, sino porque temo por mis hijos, por mi mujer lactando, temo que se pierdan los alimentos. Estoy sembrando cosas de corto plazo, habichuelas, quimbombó, calabaza. Luego voy a preparar lo que comeremos dentro de un año, que es plátano burro. Por suerte sembrar da algo de paz, es una especie de budismo, pero más útil, porque “siembras dentro de tí mismo” cosas que te vas a comer de verdad. Durante el Periodo Especial nosotros comíamos lo que sembrábamos casi en un 60 por ciento.

Me levanto de madrugada. En verano esa es la única hora en que se puede crear o leer fluyendo bien. Hay silencio, y buena temperatura. Como yo he vivido lejos de la ciudad me he levantado de madrugada siempre. Cuando me ves levantándome a las 3:30 am es que estoy al tope creativo. Si me levanto a las 5 am es que algo no va bien.

¿Qué te apasiona? ¿Qué te entristece? ¿Cómo logras combatir el desinfle emocional, la falta de ganas, el pesimismo; si es que te pasa esto?

Me pone muy triste despertar y darme cuenta que vivo en un entorno sin libertad. O sea, comúnmente yo vivo en libertad, un 90 por ciento del tiempo vivo entre ideas libres. Pero me doy cuenta que no vivo en libertad cuando a algún amigo mío lo ha llamado la Seguridad del Estado, la Policía Política y le ha dicho que lo pueden meter preso por decir algo en Facebook o en su blog, o en algún medio independiente, o filmando algo. Eso lo proyecto sobre mí, no es que sea un justiciero, es que realmente sé que van a venir por mí. Otra cosa que deprime es cuando vas a pedir algún permiso de rodaje y te dicen que no por cualquier criterio secretista, y arribista, por ejemplo en Pizza de Jamón no pudimos filmar en una cafetería de Palmares porque es del Minint. No sé que secreto militar hay en una cafetería de CUC llena consumistas tragando helados, pizza o cerveza. O sea, creo que las cosas que me deprimen están muy vinculadas a la imposibilidad de crear que se manifiesta a menudo en Cuba. Tengo desinfle creativo también. Creo que eso se quita leyendo. Hay escritores suculentos que le devuelven a uno el apetito creativo. Balzac, por ejemplo, Cortázar, Vargas Llosa, Cormac Mcarthy, Naipaul. Veo muy pocas películas, leo mucho más.

Dime 11 realizadores cubanos que no sean de La Habana que debamos seguir…

Jorge Molina (siempre fue de provincias, un outsider, pero Molina lo es también en su bondad. Es la única persona, por ejemplo, de peso, que ha ayudado incluso económicamente a Emmanuel Martín. Es un Cronenberg, pero también es un Wenders, aquel Wenders que ayudó generosamente a cineastas proteicos como Jarmush o Egoyan. Una vez participé en su taller, nos orientó un ejercicio y me dio dinero para que nos alimentáramos en el rodaje); Emmanuel Martín (Hay que ser culto para superar el ruido de la precariedad material con que suele filmar. Ahora hizo un largo sobre el universo del ajedrez muy tierno, honesto y accesible), Rafael Ramírez, Lázaro Lemus, Alejandro Alonso, Víctor Alfonso, que para mí es un genio, El Muke, Maryulis Alfonso; hay una realizadora en las Tunas… vi dos cortos suyos que me parecieron preciosos, se llama Waldina algo; Marcos Menéndez un animador minimalista de las Tunas que está ahora en Miami; José Armando Estrada (Ciervos para mí es el núcleo del imaginario de ese cine en provincias, que es ese cine cubano emancipado, inocente de Fidel), Rosa María Rodríguez.

Bueno Carlos, muchas gracias por acceder a esta conversación.

Carlos Lechuga. La Habana 1983. Director, guionista, script doctor, ghostwriter y muy cinéfilo. Estudiante de la FAMCA del ISA y de la EICTV. Ha dirigido hasta ahora varios cortos y dos largos. Ha trabajado con cineastas como Humberto Solas, Juan Carlos Tabío, Iciar Bollain. Sus obras han estado en varios festivales internacionales como Toronto, Rotterdam, San Sebastian y en museos como el Moma.

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