Ernesto Sierra: Broselianda, Pasolini, la Belleza…

(Foto tomada de Internet)

 

 

Brose, definitivamente soy un hombre muy viejo, viejo y torpe, a pesar de que lo negaras a ratos y que insistieras en concederme una juventud que no ejerzo ni poseo. Hoy debo despedirte, a ti, a la hija de mi amiga: tu madre. ¿Ves que soy mayor que tú? Primero fue ella; luego tú. Aunque cuando llegaste todo fue original, auténtico, único, a tu manera. Yo tenía la ventaja de los despreocupados, de los que solo tienen que estar sin ser. Era el 95 el 96, no recuerdo, aquellos días intensos de montaje de «Morir de noche», con Roberto Ramos en La Habana y tú que ya estabas en «El público», y el exitazo que fue y tu deslumbrante desnudo que todavía nos hacía reír, con recuerdos graciosos, hasta hace unas pocas semanas.

Ese comienzo marcó todo, lo hablamos, porque visto lo visto, fueron creciendo con naturalidad un respeto y una admiración hacia ti que eran lo único posible, el conocerte sin prisas, la complicidad sin aspavientos en los momentos claves, en los fortuitos. Creciste, te hiciste grande en el teatro, en la televisión, en el cine, nos cautivaste a todos con tu voz irrepetible, con tu sorprendente entrega en cada personaje. Le diste a una generación lo que más espera: un símbolo ¿no te diste cuenta? Te tocaron los tiempos de la fragmentación pero allí donde estuvieras, estábamos. Tú público se amplió contigo. Una noche te llamé para decirte que mi hijo se había enamorado de ti en «El ojo del canario» y me dijiste: -¡Pónmelo! Hablaron. Cuando colgó le pregunté que quién era y me dijo: – ¡La madre de Martí! Ese día fui su héroe pero gracias a ti, a tu talento, a tu generosidad, a tu instinto maternal, a ser sencillamente, Brose y un poco Leonor Pérez.

Esto lo entendí ahora, tarde, viejo ya y torpe. Eras un poco cada personaje tuyo, por eso te veíamos con esas entradas arrolladoras, esas explosiones de cubanía y júbilo, otras, como la adolescente tímida que pide permiso para pasar, para ser. Pero siempre seductora, y uno, seducido sin remedio.  Hablamos, intercambiamos sobre aquella foto imposible de Arthur Miller y Marilyn Monroe. Y nos reímos, otra vez, con tu imaginación refinada y sin límites, como es la de los artistas verdaderos. Te confesé mi vieja predilección por la «Oración por Marilyn Monroe», de Cardenal; tú, la tuya por «La Rabbia», de Pasolini. Insistías en decirme que los escritores eran serios y yo intentaba convencerte de que Miller había sido un buen bailarín  de bailes de salón ¡Qué regalos de conversaciones! ¡Qué de risas! Se me ocurrió escribir un monólogo para ti –lo sabe Abelito (González Melo), tú, Marilyn en La Habana, con Hemingway en los 50, con Miller y Styron en 1994, el acabose. Pero no te lo dije, me he vuelto torpe con los años. Tú seguías con Marilyn en tu reparto de personajes añorados y ambos sabíamos cómo termina la rubia de Los Ángeles en cualquier poema, en el de Cardenal, en el de Pasolini. No hacía falta atravesar todas las puertas para convertirte en mito, ya eras un mito y todavía esperábamos los milagros por venir ¿no te diste cuenta?

Te buscaré te reconstruiré en cada escena que nos dejaste, en cada risa, cada travesura. Intentaré olvidar esta última. No puedes ser tú -como un alga a la deriva que intenta besar las dos orillas- la imagen de una unión posible; tampoco puedes ser el símbolo del precio que impone la fractura. Tú eres la belleza que ha sobrevivido al mundo antiguo y que habiendo poseído el presente, será reclamada por el mundo futuro, como anuncia tu querido Pasolini.

Te deseo la paz, la redención. Tuyo es el reino.

 

 

Ernesto Sierra (Güines, 1968). Es escritor y profesor universitario. Graduado en Letras por la Universidad de La Habana y Diplomado en Estudios Amerindios por la Casa de América de Madrid y Master en Letras y Humanidades por la Universidad de Castilla-La Mancha. Artículos suyos aparecen en publicaciones periódicas cubanas y extranjeras. Ha dictado cursos y conferencias en Latinoamérica, Europa y los Estados Unidos. Es miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, de la Unión de Periodistas de Cuba y de la Asociación Internacional de Hispanistas.

 

Broselianda Hernández. Nacida en La Habana, la actriz desarrolló una intensa labor en la televisión, el cine y el teatro de la isla tras graduarse del Instituto Superior de Arte en 1987. Entre sus trabajos más recordados sobresalen las películas Barrio Cuba (2005), bajo la dirección de Humberto Solás; Una rosa de Francia (2006), del español Manuel Gutiérrez Aragón; La anunciación (2009), de Enrique Pineda Barnet; Nada (2000), de Juan Carlos Cremata, y José Martí, el ojo del canario (2010), de Fernando Pérez. En la televisión protagonizó la serie Cuando el agua regresa a la tierra y la telenovela Las honradas.

Su trayectoria en las tablas como parte de los grupos Buscón, El Público y Buendía, incluye Calígula y Hamlet, entre otras producciones. A lo largo de su carrera la artista recibió el premio a la mejor actuación femenina en televisión, que otorga la Unión de Escritores y Artistas de Cuba por su labor en televisión en Cuando el agua regresa a la tierra y por su su desempeño en las obras Morir de noche El público.

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