Julio Hernández: un minuto en el poema
Arte por Ética
Las tetas censuradas
y los falsos desnudos,
con la pupila clavada
en los voyeurs del Instagram,
probablemente son provocación,
pero no poesía.
Aludir al olor dulzón de las bragas
de quién toca la imaginación
del que escribe,
como si ese acto huérfano,
y al parecer, erógeno,
no fuera mas que un sainete
y las voces torturadas,
con que el sol juguetea,
y la sombra en los corazones maltrechos,
que vacilan con los ojos en blanco,
no son poesía.
Poesía no es pose.
Y esto mismo que ahora escribo
y tú lees, por muy bien cocido
que quede, tampoco es poesía.
Poesía no es nada
que nazca en las neuronas.
O lo es, absolutamente TODO.
Manual de Arte Política
El poeta debe reservar
un minuto en el poema
para agradecer. Por ejemplo:
“yo agradezco a las 6:20 de todas las mañanas,
cuando invariablemente me levanto,
preparo la tartera con resacas, insomnio
y los restos de la cena,
para hacer el ganapán“
Acto seguido, el poeta ha de abandonar
su habitual tono lastimero
para buscar en la tripa de su tiempo
qué amenazas buitrean
al ser, como humano.
Y en el poema debe invitar a la revuelta.
Y el poeta ha de avivar las brasas.
En ese preciso instante,
el poema debe comenzar
a hablar por el poeta.
El tipo que es siempre amenaza
Puedo aceptar que mi barrio viva al rojo vivo,
que abracen las abuelas sus carteras
llenas de miseria en los transportes públicos.
Puedo esquivar la curiosidad de los niños,
las miradas lascivas de las MQMF,
los sky bars donde entrar es una lotería.
Puedo relativizar incluso la sorpresa,
es decir, el terror cerval que te asalta
al verme girar por la esquina,
las bromas, los clichés,
los consuelos que pretenden ser paternalistas, y lo consiguen.
Puedo seguir; como si nada, agitando la cucharilla en el café
mientras una afirmación estúpida rebota como una bala
desde telediario hasta cada cabeza, provocando
un movimiento reflejo de consentimiento, igualmente estúpido.
Puedo parecer un buen trabajador, pagar mis impuestos y mis
multas,
representar un suspiro en la población penal,
un nada por ciento en las consultas médicas,
vivir al margen de lo posible en esta sociedad
de lo diariamente imposible
y dar gracias por que no me identifiquen
cada vez que me cruzo con la autoridad.
Y podría aún ser peor. Podría tener 16 años
y pinta de querer bailar en la mira del desencanto
como un iluso.
Soy el arquetipo.
Más español que el 25% de este país y para ti
sigo siendo la amenaza.
[Estos poemas seleccionados pertenecen al volúmen Manual de Arte Poética (EdicionesLiliputienses, 2018)]
Julio Hernández. Nace en La Habana, Cuba. Cantautor y escritor autodidacta, siente la necesidad y vocación de escribir. Sus poema aparecen antes de componer canciones e impregnan su obra posterior. Participa activamente en talleres literarios y grupos de trabajo, y participa certámenes primero como concursante y luego como jurado. Paralelamente desarrolla su labor como compositor e intérprete.
Radica en Madrid, España desde 1995. Ha publicado: Por si olvido que escribí (Huerga y Fierro Editores, 2016), Manual de Arte Poética (EdicionesLiliputienses, 2018 ) para el Aula Literaria de la Fundación Obra Pía de los Pizarro, Trujillo, Extremadura.
Ha participado en el 2019 en Antología de encuentros poético artísticos de otoño en La Lobera de Gredos en VV.AA. Editorial Juglar. Ocaña, Toledo y Contigo sí para la Asociación Argandini. VV. AA. Madrid.