Magnus William-Olsson: como parte de algo entero desconocido.

(Foto: Lina Hagelbäck)

 

IRAE RABIDUS

 

Fue un tiempo de rabia: la ira se fue depositando sobre la ira hasta que se des

 

bordó como brea saliendo por todos los orificios del cuerpo de la sociedad. Los injustamente oprimidos. Los deshumanizados. Los que perdieron su vida por nada y quedaron como fruta podrida en sus humores, sin enterrar

 

Añade que todos los anexos, todos, se tumbaron unos junto a otros paratácticamente, sin resistencia.

Añade que nadie podía ya imaginarse como parte de algo entero desconocido

 

¡Magnus!

¿Se ha perdido el lugar donde enterraste tu único tesoro?

¿En verdad ya no pueden despertar felicidad en ti las personas que has amado?

 

¿Qué clase de enfermedad es esa, Magnus, que te ha azotado como el viento a los robles de la montaña?

 

La rabia, eso

era. El odio silencioso se había desbordado. Los postergados, los pisoteados, los injustamente oprimidos. Cuando tú luego

 

saliste a la colina una noche novembrina. Luz preauroral.

Todas las flores yacían pisoteadas por el suelo

 

Tú dejaste que la mano acariciase suavemente el pecho, el vientre, el sexo, el muslo. ¿Qué ocurre ahora?

 

Que la libertad negativa

se presentaba como el único acto de liberación

Que lo que quedaba

ya no prometía desaparición

Que la muerte ya no hacía promesas

 

¿Eras por eso tú una parte de la rabia?

¿Eras por eso tú una parte de lo que destrozó la rabia?

 

 

MATANZA 3

potnia Auos

Safo

 

 

El aire fresco rezumaba arena aceitosa. Mucosas hinchadas.

Ojos

 

goteantes, morros, sexos. Asfixia. Tú

 

refunfuñabas en tu hoyo, el hoyo del entierro, regañabas sin fuerzas. El amarillo amanecer te arrastró

 

como un hilo por la aguja a través de la fila de los instantes. ¿Qué

 

hay además de lo que existe? ¿El ser más allá de la existencia? Sueña pues que tú, como el pendenciero, estás

 

junto al borde y tienes la sensación

 

de que tu mundo sigue existiendo junto al no de los otros. Que tú existes, eres. Alza la mirada hacia

 

el cielo amarillo de azufre, expectora tus flemas

 

y canta: ¡Oh, qué maravillosa es la tierra, oh

qué maravillosa! Hosanna, hoshiah, hoshiah, cómo

 

se llena la boca de arena. Así que calla. Vuelve tu mirada hacia lo alto. ¡Cierra los ojos y mira!

 

Aurora, ¿no es cierto? Los rosados dedos de Eos. Soberana del alba. ¡Túmbate!

 

Échate, perro

 

y muérete

 

 

 

 

FARMAKÓS [FARMAKIS]

 

Fue en la época de los grandes calores. Envueltos todos

en una atmósfera de sudor e inquietud. La inquisición

 

escudriñaba bajo capirotes. Brillaban ojos en rincones y callejas. En torno a

 

las mesas de los jueces se sentaban

 

sólo hombres y todos olían a animales domésticos. Las mujeres existían sobre todo como

 

testigos, informantes, delatoras (Sí, el patriarcado tenía sus reglas)

Todo en aquella par

 

ticular comunidad dependía de la engañosa ídem alter ídem de los pronombres y claro de las formas de la carne, de la grasa, la piel, las mucosas y los cuerpos hinchados. Fue

 

en los tiempos recientes de los capirotes. El carnaval de los juristas. Fue

 

en la época de las inquisiciones, de las encuestas. Alguien lo sabía todo

 

de nosotros y nosotros no sabíamos nada

 

de ese alguien. Las flechas de muérdago del miedo volaban silbantes en todas las direcciones. Sí, pero

 

saca ya de una vez tu cuchillo y afílalo bien en la piedra de afilar. Hay

 

una noche en la noche, eso lo saben todos, y en esa noche otra noche más, la serie no tiene fin. Sin embargo tenemos

 

que defenderla, algunos con su vida. En cualquier caso todos tenemos que morir como animales, ¿o qué? eliminados

 

por las circunstancias más obvias. Nada es siempre demasiado tarde.

 

Los cascabeles sacrificiales tintinean. Los capirotes se inclinan al resplandor

de las antorchas y las cabezas se lanzan hacia atrás en carcajadas relinchantes. Baba. Dientes relucientes de saliva. Es probablemente ahora cuando

 

utilizarás el cuchillo. Cortarás un tendón de Aquiles, abrirás una garganta o lo meterás hasta el mango en la tersa piel del vientre de alguien. Lo único

 

que tienes ahora para dar es todo

lo tuyo

 

[De Nada es siempre demasiado tarde, Traducción de Francisco J. Uriz, Libros del innombrable, 2020. Original: Inget är alltid för sent, Whalström & Widstrand, (2020)].

 

Magnus William-Olsson (Estocolmo, Suecia, 1960). Poeta, traductor, y ensayista. Libros en Español: Una ciudad sin muros – poesía escogida 1989-2011, trad. Ángela Inés Garcia, Libros del aire, España 2012. Cansiones del cangrejo ermitaño, trad. Francisco J. Uriz, Ars poetica, España 2019. Nada es siempre demasidado tarde, trad. Francisco J. Uriz, Libros del innombrable, España 2020. Traductor  de entre otros Antonio Gamoneda, Gloria Gervitz, Constantino Cavafis, Alejandra Pizarnik, y Safo. Vive en Estocolmo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La importancia que Safo atribuye a las rodillas,

cómo sus miembros

 

se desatan, cómo se incorporan al baile

 

las ágiles crías de corzo, cómo no

 

nos sostienen cuando entran en juego temblores, sacudidas,

 

estremecimientos

 

Magnus, no más grande que una hoja

en una rama de álamo temblón, participas con una plegaria en tus labios

 

espasmódicamente temblorosos. Tormenta final. ¿Crees, idiota, que la

 

muerte se preocupa de tus rodillas, tu amor, tus eróticos pinchazos de reptil? Su

 

beso es crudo y carnal, sólo quedan jirones

 

de la mejilla, tus labios cuelgan como tiras rotas, la lengua es un amasijo sanguinolento. ¿Tienes nostalgia,

 

tienes tú nostalgia de la tierra negra? ¡Llora! No,

 

no llores cabritillo, la ubre de tu madre…¿ verdad? Ay, ese pezón se estremece como

una hoja seca en

 

la ausencia de viento

 

 

 

 

 

 

Nada es siempre demasiado tarde, Traducción de Francisco J. Uriz, Libros del innombrable, 2020. Original: Inget är alltid för sent, Whalström & Widstrand, 2020.

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