Ernesto Fundora: la poesía es un alarido contra la noche.

(Foto: Ulises Regueiro)

LA POESÍA ES UN ALARIDO CONTRA LA NOCHE.

 

Por: Lourdes de Armas.

 

Recientemente ha salido a la luz por la editorial DECO Mc Pherson S.A tu libro de poesía La acrobacia del salmón ¿Por qué este título? La editorial en su presentación refirió: “El poemario ejerce una influencia identificatoria sobre el lector en un mundo de resonancias, ecos y correspondencias, lo intiman a extraer connotaciones por disímiles vías: la del asombro y la reflexión; la súplica y la sonrisa; la confluencia y también la diferencia. Coincido contigo en que todos sentimos la urgencia de “la quinta pata de la suerte”. ¿Puedes abordar un poco más al respecto?

Ha iniciado usted con una ráfaga trepidante al estilo de las metralletas antiaéreas, lo que me produce a la vez cierto aturdimiento y éxtasis. A su curiosidad de qué significa el título La acrobacia del salmón, respondo sin lagrimar demasiado la queja e irradiando la bondad que requiere este mundo actual en el que nos arrojaron a vivir, padecer y comprender. Se trata pues, de un libro que lleva en la fusta la afilada idea de deponer las armas, de cambiar las viejas reglas del juego, de hacer evolucionar el trillado y conflictivo relato social del progreso hacia una propositividad dialógica, de dialécticas positivas y cooperadoras. Eso implica revisar los heroísmos y el molde prometeico donde quedó aprisonado nuestro corazón.

Mi generación, los que empezamos a manifestarnos artísticamente a finales de los 80s, justo a la altura de la caída del Socialismo real, estuvo muy influenciada por el credo origenista de la poesía fundando la historia. Esa teosofía salvífica aún reverbera en nosotros, o sea todavía pensamos que la poesía junto a las matemáticas, esas dos cúspides de la abstracción, son las herramientas que nos pueden sacar del atolladero. Vemos en estas disciplinas una especie de Sistro, aquel instrumento que aperturaba portales hiperdimensionales en la cultura egipcia, una suerte de maraca o cítara que en la pictografia de los templos aparece siempre en las manos de Hathor, la deidad del firmamento, usado para comunicarse con los dioses y con las fuerzas nouménicas. Perdone si divago, pero son temas tremebundos  e importantes que el economicismo numerológico cada vez  va eclipsando, pero que deben ser tratados con reverencia por una modernidad excedida en razones. Quiero decir con esto que, igual que pensamos que la poesía funda y reforma la historia, nos ha costado trabajo también detectar que La historia, esa que ha decir de Hegel es “el progreso de la idea de la libertad”, resulta víctima de un cúmulo de torpezas humanas y trashumanas que se repiten hasta la saciedad, porque a la historia le cuesta trabajo sacar la moraleja de sus propios tropiezos y para resarcir dicha ceguera, los convierte en patrones sociales y en costumbres arquetípicas. Con esta introducción ya usted puede sospechar la cartografía del vuelo que establece mi poemario. No hay salvación sin metafísica.

El hombre habita la tierra atorado entre dos fuerzas, entablando una esgrima entre el guión prefijado por los dioses – el destino condicionante – y lo aleatorio de su puesta en escena personal, es decir su experiencia irrepetible, su singular y libre albedrío. Vivir implica un reacomodo a perpetuidad que se teje entre dos aguas: obediencia vs rebeldía, o lo que es lo mismo, aceptar por un lado el llamado teleológico del programa humano y, por otro, provocar la azarosa eventualidad de reinventar nuestro designio. Al final, vivir consiste en aquilatar el factor del cambio entre lo que se propone la mente universal y lo que ansía o desea nuestra pequeña y particular mente egoica.

Atormenta saber que el hombre no rige su destino aunque le hace modificaciones parciales. Su voluntad, que puede ser también su terquedad, lo empuja hacia horizontes que amplifican su existencia, pero que no modifican la hipertelia marcada por la “causa de causas”, mapa sideral, guión prefijado, samsara, codificación matemática de nuestros pasos. Por eso celebro el heroísmo estoico del salmon como una epigenética que respeta y dinamiza los mandatos del ADN. A contracorriente el salmón obedece al destino pero emprende a su vez esta marcha que le impone y exige una épica singular, ese sannyas del desencanto que implica salirse de la inercia determinista sin abandonar la sagrada misión de perpetuar la vida a favor de su estirpe. Para el vigoroso pez, como metáfora humana, esto implica una argucia cargada tanto de luminosidad como de sorprendentes vicisitudes. La epopeya lo desborda y define.

Acometer tamaña herejía me ha cautivado desde niño.  Y para entender una epopeya que ronda lo delirante, me he inspirado en los próceres de nuestra independencia, aquellos gentiles que se dejaron capitanear por un poeta, el bíblico José Martí de los cubanos, un avatar que profesaba un sueño demasiado largo con respecto a lo que rinde una vida. Semejante inspiración nos contagia de trascendentalismo. Por tanto, hoy tenemos la obligación moral de practicar la “libertad bajo palabra”, mirar con fijeza “la aventura sigilosa” con que se nos apresta la verdad y entonar “el himno de la alegría” incluso allí donde se oxidan los candados, porque sabemos que dios, esa errabunda polisemia, nos ha reducido al perímetro laberíntico de una angustia antropológica. Pero para su suerte el poeta cuenta con la buenaventuranza de habitar un aleph domiciliado en las entrecalles de un cuerpo biológico efímero y de una consciencia que se presume infinitamente abarcadora. En esa paradoja, con ese barro, se labra el poema.

Y pretendiendo esa eternidad del día a día, surgen extravagancias como aquella llamada: “el hombre Nuevo”, un molde por el cual fuimos predicados, y por el que rendimos cuenta como generación de lo que hacemos y haremos. Dicho ser que en algo recuerda al ratón de la caminadora en el laboratorio, tiene inoculado el germen de lo tremendista porque fue concebido y entrenado para mejorar las reglas del cielo en la tierra, para reconstituir el descuartizamiento que se produjo con el destierro de Dios, la santificación del dinero, la parafernalia de los supermercados y el irresistible coqueteo con el algoritmo desalmado de las computadoras. Ese “hombre Nuevo” que como un algoritmo nos determina, logró sin proponérselo, constituir un ser con vocación de progreso, o sea alguien empecinado en mejorarlo todo, una suerte de producto superior a la catharsis guevariana, tan raro y fuera de molde que hasta desestimó a tiempo aquilatarse con la jitanjáfora marxista. Tal vez la embriaguez de su dulzor a favor de la justicia social le haga parecerse más a aquel rebelde que caminó sobre las aguas y que hizo prosopopeyas con el vino, buscando transustanciar lo sagrado en mundano, la eucaristía de lo áureo en virtudes terrenales.

Ese superhéroe llamado “hombre nuevo” tiene talante de salmón. Para lograr su eficiente ensoñación fue amamantado con pólvora o, en su defecto, con gasolina cuántica. No lo dudéis, su programa fue concebido para el futuro. Por tal razón somos una generación desfasada con la instrumentalidad pragmática neoliberal del presente, sin embargo estamos capacitados para sobreponernos a la defraudación que produjeron las izquierdas miserables y depredadoras. Por suerte contamos con las herramientas indispensables para reforestar el mundo. Nos fue dado en vena ese privilegio; por transfusión a chorro inocularon en nuestra conciencia el credo del progreso y la fe en lo imposible, porque como alertaba Lezama: “nada es tan peligrosamente fácil como renunciar”. Al “hombre nuevo” ni le estorba ni le aburre la dificultad. Amortiguando el golpe, encontró la correcta excitación en el Buda; le ha dedicado años a entender su fascinación por allanar el vacío, otra hipérbole insaciable. Imagínense la luminancia arrebatadora que proyectaba aquel alma ejerciendo la mendicidad, cuando por derecho de clase, podía desbordarse en concupiscencias. Pocos calculan las montañas que lograron estremecer ese tipo de seres, porque hay un heroísmo sinigual que se emprende solo cuando a un hombre la poesía le lastra en los genes, colgada como un rosario en la musculatura del espíritu o cuando a contrapelo del sentido común, presume la paz interior como el único asidero en medio de la precipitación por el abismo. Buda, Cristo y Martí son referencias sacrificiales al estilo del salmón. No esperen menos de un poeta que la ósmosis con lo total, que el retorno a la unidad acompasado con el fluido obediente de Lao Tse y la apostasía contra esa gravedad de las aguas que no supieron irrigar los cultivos.

La acrobacia del salmón resulta de una arquetípica conducta idealista, de una moraleja vivificante. Los heroísmos son inexplicables cuando se ejercen dictados por la estocástica del más allá. No esperes menos de un poeta que querer arreglar el mundo que se porfía en desaciertos. Habitamos la gloria de la hipérbole y ni siquiera reconocemos en ella una elección propia. Alguien con mano santa o con impecable tremendismo, como diría Lichi Diego, “le puso una vacuna antirrábica a una hormiga”. Por ende, la suerte del “hombre nuevo” está echada, la cosecha es irreversible, no hay vuelta atrás porque la rimbombancia viene atada al mantra carbonífero que destila la tierra en su obsecado afán  por hacer germinar la vida. Aquí o allá, en la tierra o en Saturno, en la Via Láctea o en la esdrújula constelación de Andrómeda, lanzaremos la semilla, invocaremos la vida, enseñaremos el arte de los abrazos, la doctrina del “puente que no se le ve”. Es decir, danzaremos como ese heroico salmón que enfrenta la corriente buscando las aguas mansas del origen donde se insemina y se garantiza el futuro. Bajo ningún concepto  quedaremos varados entre esas dos calamidades pendencieras que aturden la vergüenza modernista: el capitalismo neoliberal y el socialismo pseudomarxista.

Nadie sabe a ciencia cierta si nos empuja un élan vitalista o si nos acarrea la encrucijada de un destino mayor. El hombre tiene por regla salir a caminar aunque presienta la ferocidad de los barrancos. El poeta cumple con  optimismo la misión celestial de propagar su canto y trascender todos los impedimentos. Ninguna dictadura puede contra el imaginario galopante de una metáfora. La misma libertad que encuentra el místico en la delicadeza del silencio, la conquista el poeta en su retozo incandescente con  las palabras. Hay orgías de la existencia que nadie puede controlar, ni siquiera el mismísimo dios cuando se pone extravagante una galaxia de sombrero.

El poeta hace madriguera en la infinitud sinestésica ha sabiendas de que la inmortalidad de un hombre acontece en el extraño esplendor de un rapto, en el itinerario de alguna paradoja – Martí cayendo entre Dos Ríos, sembrándose para siempre a favor de Cuba y de la justicia universal. Entre las epifanías de un poeta está la de renacer póstumo a través de la cantata como una síntesis audaz del heliotropismo. En la búsqueda de tal excelencia reside una altanería cósmica, tambien la grandilocuencia del manicomio, porque el poeta como su hermano el marinero, se aferra en la tormenta al mástil mayor aceptando la virilidad del hundimiento. Ese heroísmo distingue al poeta del parlanchín, lo protege del priapismo infértil con que muchos bravucones abonan el bullicio insaciable de la historia. Verdad que no hay muerte más altisonante que la del monje discreto. En su humildad está cifrada la convicción peregrina del alma errante. Lo que para un hombre común puede ser desventura para el poeta resulta ditirambo, elogio emancipado. El poeta siente una severa vergüenza ante el letargo humano, por eso no huye del sinsentido, por eso pone el pecho a las balas y repara, una y otra vez, las piezas del rompecabezas. No hay que aclarar que hablo de la alta poesía, no de las plañideras. Ante el reto de las puertas, el poeta no se mide tanto por la anchura del umbral como por la altura del dintel.

¿Puedes hablarnos brevemente sobre tus obras publicadas y de los premios obtenidos?

Me preocupa versar y revisar todas las formas humanas en que enmascaramos el progreso. Por ende me interesan las genealogías, más la tradición órfica en la literatura que el academicismo, la indagación profunda, los caminos esotéricos, herméticos, la excitación filosófica que promueve surcar lo desconocido intentando estrechar la relación entre el hombre con sus dioses, juguetear con la creación como un acto derivativo de lo divino y lo sagrado. Me interesa ahondar en el poder sanador de las palabras. Me ilusiona relinkear lo humano con lo eterno, simpatizo con esa filosofía Lezamiana. Ya lo demás, lo restante, el mundanal, eso otro que significa hacer gloria de este oficio de escritor, ese afán desmedido por protagonizar, profesionalizarse, de estar en las vidrieras mediáticas como un fenómeno de circo, no es verdaderamente mi ilusión con el arte de las metáforas. He aprendido a rezar en soledad los mantras que restituyen, a balbucir mis zozobras y a surcir mis heridas en la intimidad de un hogar. He sido curado con la sonrisa de mi hija Avril que apenas cumplió 3 años. Eso me da una felicidad incomparable con respecto a todas las demás cosas y manifestaciones del vedettismo.

Yo he tenido carreritas fugaces bajo la incidencia de los reflectores cinematográficos y reconozco lo mucho que esa parafernalia extravía al individuo. Hoy prefiero el sosiego de la reflexión, o su inquietante desasosiego ante el desacierto de no hallar las respuestas. Voy marcando otros pasos en la literatura, tal vez menos espectaculares, y no quiero contaminarlos con los perfiles vanidosos del egocentrismo. Al final, un hombre no se ilumina con la luz que salpican los faroles. Se requiere de otra forma del entusiasmo y de una épica subatómica para alcanzar la fotosíntesis de la luz. Se exige de un mayor respeto hacia el “avaro silencio”, bucear con rigor, sin miedos, desafiando “la masiva noche” de la que advirtió Mallarmé. Hay que aprender a caminar ligeramente por la vida sin que te arañen los quejidos superfluos de la moda fenoménica. Soy de la idea de que toda medalla implica un peso extrafalario para un corazón sensible.

¿Cómo ha sido tu experiencia con esta editorial DECO Mc Pherson S.A? ¿Qué opinas de este proyecto?

Mira, yo publiqué este libro gracias a la generosa invitación de mi amiga y mentora, la neuróloga y poeta Thais Lima Calderín, quien a su vez comparte responsabilidad en Deco Mc Pherson con su madre, la editora y poeta Odalys Calderín; juntas llevan esa aventura prometeica de prolongarle la vida a los libros. La edición ha salido bonita, con esa portada de José Luis Fariñas que me hace sentir como un personaje del Bosco o de Leonardo, y encima con una elogiosa nota de contracubierta de Juana García Abás, una marciana a la que tanto debo intelectualmente. Por tanto, estoy muy complacido de la hechura del libro, de la pasión con que la editorial lo promueve, de cómo se ocupan de que esa otra selva de posibles extravíos que se llama Amazon no se lo devore a uno, ni lo confunda con las bacterias invisibles. Es decir, que estoy muy agradecido y contento con la experiencia. El público va respondiendo positivamente, qué más puedo pedir.

Además de escritor, te desempeñas como Director de cine y autor de guiones cinematográficos, ¿cómo asumes cada uno de estos géneros: ¿uno se nutre del otro? Háblanos brevemente sobre tu experiencia en el mundo de los audiovisuales.

Son dos platos gourmet servidos en la misma mesa del gandío. Son digestiones complementarias como diría el hereje de Trocadero. Ambos mundos se basan en la creación de imágenes, uno desde la cinemática y el otro labrando en la alquimia sonora y alfabética. Pero ambos son trampolines poéticos desde donde salta el duende de la locura luminosa. El cine, si acaso, es más tribal y orgiástico, la literatura en cambio, se produce en solitario. El cine se hace gritando, la literatura balbuciente. El cine requiere tecnologías y aparatosidad, la literatura apenas requiere de la lengua sibilina que lacera, que perdona, que increpa, pronostica, describe, regodea y reeinventa el mundo por medio de una síntesis donde todavía, al día de hoy, el pensamiento alcanza su mayor esplendor.   

¿Cuáles son tus escritores  fundamentales, los que en tu opinión han marcado tu obra?

Transmuto en verso y me inspiro al centro de un revolcadero. Todo lo que he leído se alborota y relampaguea en un gran desorden. Reconozco varios tipos de herencias intelectuales, las heterodoxas, las devotas, las equidistantes. Muchos y disímiles poetas moldearon mi sensibilidad y mi gusto por la versificación libre, sin que necesariamente se advierta alguna semejanza entre sus poéticas y mi forma mandálica de escribir. Primero, por supuesto, agradezco a los clásicos con que comparto una lengua: Cervantes, Martí, Lorca, Lezama, Borges, Vallejo, Nicanor, Roque, Paz y Loynaz. Y en otras músicas idiomáticas, agradezco a Shakespeare, Novalis, Goethe, Emerson, Whitman, Pessoa, Pavese, Gibrán, Mallarmé, Rumi, Basho, Wilde, Evtuchenko. Ya más reciente están los que me contagiaron con un sonido, porque no es lo mismo el poeta que conmueve con la letra impresa que el juglar que con su música y oralidad nos contagia en la sobremesa. Hablo de mis contemporáneos e interlocutores, Lichi Diego, Rafael Alcides, Jorge Boccanera, Raul Ortega, Ramón Fernández Larrea, Alberto Rodríguez Tosca, Frank Abel Dopico, Elena Tamargo, Angel Escobar, Osvaldo Navarro, Froilán Escobar y Juana García Abás. Tal vez soy la voz dormida al final de un coro, el niño pícaro que le pisa el calcañar a la mejor soprano.

¿Qué es para ti la poesía?

En verdad soy irresponsable porque ejerzo la pasión poética sin tener mucha claridad de sus sobresaltos. La pena no es lo mio, afortunadamente. Incluso nunca he logrado poder definir la poesía porque dicho empeño implica una malicia conjetural, sucede parecido a cuando intentas atrapar el agua o pretendes moldear el firme paso del aire. Cuando me veo obligado a precisar, digo que la poesía es un alarido contra la noche de los tiempos, el púlpito de lo inefable, un rapto o reminiscencia, el arrebato en su tesitura mayor, brecha cuántica por donde el dios perplejo nos susurra los secretos de su creación. Con la poesía, el susto de vivir se pervierte, se transforma en canto levítico contra la desesperación. La poesía es la murmullosa evidencia del rastro sagrado que pulsiona a la especie. Es dictado, revelación, fogonazo, balbucir el numen, indiscreción de la desdicha, gradilocuencia de la emoción; trance al linde de lo absoluto, orgía perpetua, el alma eyaculando; por fin, el hombre asistido, resonando, emancipado. Justo el odio que profesa el poder contra la poesía se debe a que el poeta es de entre todos los mortales, el único aventurero que no define su libertad en los límites del lenguaje, porque el poeta habita y se regodea en la infinitude, no acepta rejas.

¿Qué te da miedo?  ¿Qué es lo que más te enfurece? ¿A tu juicio cual es la palabra más peligrosa? ¿Cuál la más esperanzadora? ¿Qué opinas de la palabra feminismo?

Todas esas preguntas ameritan un mayor espacio. Son temas importantes que prefiero no maltratarlos con mi exabrupto: el miedo, la furia, el religamiento sagrado de la palabra, la esperanza como tabla  de salvación, el odio como la pronunciación peligrosa, y al final, las batallas de género tan resucitadas y puestas de moda por las oligárquias financieras del globalismo. He escrito un reciente libro de ensayo que se titula INSTINTO DE BARRICADA que explica la finalidad sin fin de las revoluciones sociopolíticas, un libro que sirve como manual exopolítico para un sujeto post revolucionario frente al Nuevo Orden Mundial. Te propongo abrir un segundo capítulo en una próxima entrevista y que nos metamos a fondo en esas arenas movedizas de la razón ilustrada o de esa lógica formal “redentora” que nos ha enseñado y adiestrado en destruir para construir, algo tan macabro, tan patriarcal y machista. Sigo creyendo que la salvación del mundo está cifrada en la mujer, en la recuperación de la sensibilidad y paradigmática del matriarcado misénico, en el retorno a ese paraíso donde la hembra era el eje y centro de las certidumbres, del orden y de la alegría tangible. No he visto sobre esta tierra ningún otro ser ni algún otro atributo que supere en belleza y magia a la diosa hembra. Soy devoto y vasallo de su feminidad, un mamífero postrado de rodillas ante su estatuaria dimensión paridora, por tanto seré un enemigo acérrimo de todo aquel que pretenda masculinizarla.

A modo de despedida: qué nos aconsejarías en estos momentos difíciles que estamos viviendo a causa de la pandemia Covid 19: ¿un libro, un audiovisual?

Creo que algo de esto lo he expresado de una manera oblicua en el libro que nos ocupa hoy, La acrobacia del salmón. A través de esos poemas hago un reclamo de update social, una plegaria a favor de un ansiolítico civilizatorio. Este poemario aspira y plantea un borrón y cuenta nueva, un desechar los lastres, taras y miedos secularizados por la memoria, el historicismo y el sentimiento trágico de la vida. Esta acrobacia sugiere además que podemos vivir planteándonos metas pero aprendiendo a fluir a merced de la deriva cósmica, navegando sin soltar el remo, siempre dispuestos a redimir nuestra consciencia de todo lo que nos oprime, llámese el poder, la historia, los tabúes o los límites que impusieron nuestros ingenieros biológicos y nuestros arquitectos sociales. En ese salto vertiginoso, en esa acrobacia epigenética a contracorriente típica del salmón, se metaforiza una parábola humana a favor de la excelencia y de nuestro papel en la historia. Allí, sutilmente manifiesta y a la vez en acción vertiginosa, reside la verdadera redención del ser, la develación de un gran secreto acerca de cómo soltar las amarras, una maniobra libertaria de impecable tesón donde nos religamos con un proyecto galáctico mayor, advertencia que apenas recientemente se nos va insinuando gracias a la indiscreción de la tecnosfera. Muy pronto accederemos a una reclasificación de nuestros dioses y a la recuperación de nuestro menoscabado carácter divino.

Que seamos una especie desdichada lo demuestran disímiles y tortuosos desaciertos, incluso el gravamen que destila nuestra ansiedad poética, versificar la nada, urdir con suave rumor la ansiada dicha. La humanidad actual tiene el imperativo moral de ser feliz, de vivir en estado de gracia y comunión, por lo menos de practicar la filosofía del amor antes de que una azarosa piedra cósmica saque de rumbo a este planeta o lo convierta en el “polvo enamorado” que entonces será abrazado por alguna estrella de luz más promisoria. La humanidad ya está apta para desovillarse y superar la lástima patológica que siente por si misma. El humano no es un animal feroz, sino en todo caso, una bacteria de la ternura.

 Ciudad de México. Verano 2021.

Ernesto Fundora Hernández. Nace en La Habana, Cuba 1967. Vive desde 1994 en Ciudad de México. Es Director de cine, productor audiovisual, escritor literario y autor de guiones cinematográficos. Ha dirigido 3 cortometrajes , 20 documentales, más de 90 Music Videos para importantes artista de la música hispana: Celia Cruz, Olga Tañón, Francisco Céspedes, Alejandra Guzmán, Willy Chirino, Compay Segundo, Diego Verdaguer, Oscar D´León,  Amaury Pérez, Pandora, Carlos Varela, David Torrens, La India, Albita Rodríguez, Iskander y Santiago Feliú, entre otros, así como varias campañas publicitarias para marcas de prestigio internacional y videoartes. 

Ha realizado las Series documentales Cuba Transition (2016) de 5 capítulos y Cuba suena (2019) de 17 capítulos. 

Ha publicado el libro de cuentos El perpetuo envés. 1996, primera edición y 2012 segunda edición. Su poemario Amago fue premiado y publicado por el Instituto Leonés de Cultura en España en 2002 y en el 2013 salió en segunda edición bajo el sello mexicano Tenaz. Su poemario La acrobacia del salmón fue publicado en el 2020 por Dmcpherson Editorial y se encuentra a la venta en Amazon. Su libro de ensayo titulado  Instinto de barricada, será publicado en 2023 por un sello  editorial español Verbum.

Escribe como colaborador para revistas de arte, literatura y cultura.

Ha sido premiado como cineasta con los premios Billboard, Emi Latino, Grammy Latino, MTV Latino, MI gente, Ases de New York, Pantalla de Cristal, entre otros. Sus cortometrajes Oblivion y Apócrifo  han sido premiados y selección oficial en varios festivales internacionales, entre ellos, Baja california, Roxbury Boston, Ciudad Juarez, Montreal, Colorado, Vladivostok, Guadalajara, Hoboken New Jersey, Georgia, Mill Valley, Short Shorts, Brownfish, NYC Indie, Bahamas, Miami Short Film, Pantalla de Cristal, Mexico DF, Bangalore, entre otros.

Su documental Los vencedores del desierto obtuvo el Premio Mejor Producción Documental  en el 7mo Festival Brasil de Cinema Internacional, Rio de Janeiro. 2021. Su documental Lezama Lima: soltar la lengua, ha estado como finalista en varios festivales internacionales y ha sido adquirido por más de 25 Universidades y Bibliotecas de USA  e hispanomérica

Ha impartido cursos y talleres en más de 50 universidades de México, Latinoamérica, España y EUA. Actualmente trabaja en la producción de su primer largometraje titulado Baches y en su novela literaria inédita Propulsión a chorro.

Desde 1996 tiene en CDMX una empresa audiovisual, Video Vueltas Producciones SA de CV, desde donde ofrece servicios transmedia a una diversa cartera de clientes de las industrias culturales. El impacto demográfico de sus variados trabajos a través del  community manager online alcanza entre los 7 millones y los más de 100 millones de views, además de contar con miles de  seguidores y subscriptores.

www.efundora.com

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