Tuvieron que desplegarle sobre la hierba, dibujo urdido por un paria y su cálamo, los tintes alegóricos para abrirle los ojos al público cautivo:
Esto que ven, rojo como el barniz ideal, viene a ser la dilatación del triunfo cuando decide labrarse peldaños, y sube, sube lento a los desvanes y se plasma en la acuarela que ayer fue sangre.
Este otro, azul de labios taciturnos, se disuelve en la tinta que gastan los escribas para exaltar los contragolpes: cobalto y Poder, cicatriz y sumisión.
Y ese vacío, blanco que nada cubre, grabado en las pupilas, es nicho neutral que refleja el sol una vez por día, iluminando apenas la sala del manicomio, como cruz que marca el sitio donde arrojarán nuestras vestimentas.
Tuvieron que tenderla, lámina que desgarraron otros, a ras del suelo estéril, para mostrar el efecto de los símbolos sobre las hordas que huían de la catástrofe.
Breves y lánguidos, sumidos en la ofuscación de lo real: así nos definen aún, nos ciegan los colores del fracaso.
Manuel Sosa. (Meneses, 1967). Poeta y ensayista. Se graduó en Lengua Inglesa, y ejerció como profesor universitario hasta 1998, año en que emigró de Cuba. Escribió para revistas y periódicos de la isla, sobre todo reseñas de libros y temas culturales. Sus poemas han aparecido en antologías cubanas, mexicanas, chilenas y norteamericanas. Ha residido en Toronto, Charlotte y Atlanta, y en esta última ciudad trabaja desde el 2000 como supervisor de servicios sociales. Ha publicado los libros Utopías del Reino (Ediciones Luminaria, 1992. Premio David 1991, Premio de la Crítica 1993), Saga del tiempo inasible (Editorial Letras Cubanas, 1995. Premio Pinos Nuevos 1995), Canon (Ediciones Cairos, 2000, Todo eco fue voz (Ediciones Unión, 2007) y Una doctrina de la invisibilidad (Bluebird Editions, 2008) .