Oliet Rodriguez Moreno: La guarapachanga

(Foto: Cortesía del autor)

 

 

Estoy sentado en un avión que apunta a Frankfurt. Todavía no me parece real que finalmente logre salir de Cuba. Hace apenas unos días me encontraba en la esquina de 13 y B en el Vedado con mi pasaporte abierto y vacilaba la pegatina de la visa Schengen. Todavía lo abro y lo cierro varias veces para ver si no es mentira. Me hubiera gustado quedarme en ese instante, unas horas más tarde un comemierda me jodió el día al preguntarme si estaba seguro de lo que iba a hacer. Solo estoy seguro de que no hay marcha atrás. En alguna casa ponían la música a todo volumen. No necesité afinar el oído, hasta dentro de la embajada alemana la tenían que escuchar. Desde aquel día la canción anda conmigo.

 

…La Guarapachanga se puede bailar, la Guarapachanga se puede gozar, Un dia me fui al central a casa de Mama Inés y del trapiche saqué guarapo para el café…

 

¿Pondrán la música así de alto en Europa? ¿Qué cojones voy a hacer en Alemania?, lo que hace todo el mundo que se va allá, trabajar. El comemierda preocupado cree que voy a correr delante de los cabezas rapadas. Si la mujer que tengo al lado no tuviera más de 60 años le daba un beso en la boca, con lengua y todo. Apoyo en mis rodillas el diario que me regaló mi tía Manolita y escribo. No me importa estar más solo que el elefante del zoológico, de alguna manera lo he estado siempre y a veces mal acompañado. La música es pegajosa.

 

…La Guarapachanga se puede bailar, la Guarapachanga se puede gozar, en Cuba se da la caña, en Cuba se da el café, en Cuba se da el tabaco porque Cuba rica es…

 

Me paro en el pasillo y comienzo a bailar, la vecina de asiento hace una mueca, parece que le molesta mi alegría. La aeromoza corre y me pide por favor que me siente. Casi no entiendo lo que dice en español. Danke, le respondo la única palabra que conozco del idioma alemán. En Cuba nadie dice por favor, me gusta su amabilidad. Ella tiene que escuchar la canción que no sale de mi cabeza.

 

La Guarapachanga se puede bailar, la Guarapachanga se puede gozar, Ya yo me fumé el tabaco ya yo me tomé el café y de Cuba yo recuerdo a la vieja Mamá Inés.

 

El asiento del avión es más estrecho que el de un Fiat Polaco, pero el viaje a Europa demora menos que una travesía a Santiago de Cuba en ómnibus interprovincial. Me arrepiento de no tomar en serio a la cartomántica que predijo mi salida cuando yo ni pensaba encontrar a mi esposa alemana. Terminé creyéndole más por deseo que por convicción. Esa buena mujer se alegraría de mi buena estrella, como era adivina ya se alegraba cuando me leyó el futuro. La sacaría a bailar para festejar la victoria.

 

La Guarapachanga se puede bailar, la Guarapachanga se puede gozar, Amalia Batista, Amalia Bayombe, qué tiene esa negra que amarra a los hombres.

 

Qué ganas tengo de despelotarme, cualquiera las tuviera si escuchara esa música. En Europa se debe bailar muy mal. Muevo la cintura en el asiento. La mujer de al lado me revira los ojos. Me decepcioné cuando pasé por la puerta del chequeo de inmigración, del otro lado todo era igual, todavía seguía siendo Cuba. Siempre pensé que la frontera era esa puerta, el punto de no retorno, pero la frontera es invisible y está en el aire. Dicen que en Europa la gente tiene de todo. Y si la vieja de al lado tiene de todo, ¿por qué

tiene esa cara? Ya cierran las puertas del avión. De aquí no me baja nadie. ¡Chofer sube el volumen y acaba de arrancar la guagua!

 

La Guarapachanga se puede bailar, la Guarapachanga se puede gozar, El Guarapo con Pachanga la Pachanga con café es un invento señores que yo nunca probaré.

 

El avión se contagia con la música de mi cabeza, baila, coletea, se mueve, primero lentamente y luego desbocado. ¡Arriba que nos vamos! Me entra entonces una cosquilla muy cómica en la barriga y el suelo de La Habana se aleja del cristal, se hunde bajo mis pies y huye de mí. Qué fea es Cuba desde arriba, mejor es cerrar la ventanilla del avión y no mirar. Me fui, me fui, me fui, cojones. Abrazo a la señora de al lado. A la vieja no le gusta el contacto, me empuja, le pido disculpas, pero no me entiende, le digo Danke. Ahora me habla en inglés. Tengo ganas de cagarme en su madre, respiro, cuento hasta diez, pienso en la música.

 

La Guarapachanga se puede bailar, la Guarapachanga se puede gozar, A mí me gusta el café tomármelo bien caliente, me gusta fumar tabaco porque mi negra lo enciende.

 

Soy libre, pero qué puedo hacer con tanta libertad. Por lo menos tendré la culpa de mi éxito o de mi fracaso. Eso es un buen progreso. Soy el avión que busca altura y se posa encima de las nubes. La turbulencia me zarandea. Esta mierda se puede caer en cualquier momento, solo basta que alguien no haya apretado bien una tuerca o aparezca el iceberg del Titanic. Tengo ganas de ir al baño, pero dice la aeromoza que no puedo pararme. Me estoy cagando y tengo que quedarme castigado en el asiento. La hijaeputa de al lado se ríe. Las turbulencias le hacen saltar la barriga como una natilla y ella cierra los ojos para dormir. ¿Imaginará que La Guarapachanga es una canción de cuna?

 

La Guarapachanga se puede bailar, la Guarapachanga se puede gozar, Hay hay hay Mamá Inés mira, mira que a todos los negros nos gusta tomar cafe.

 

Ya no hay traqueteo. Estamos en un limbo de nubes y el avión parece que no se mueve. Ya puedo ir al baño, pero está ocupado. Pienso en mi familia, se acabaron los cumpleaños, las borracheras con amigos y los velorios. Nadie vendrá un domingo de imprevisto ni podré llamar a la guasasa cuando esté desesperado por acostarme con una mujer. Adiós a las novias que nunca me quisieron, a las que todavía me esperan les va a salir barba. Apagaron las luces del avión. Resulta una manera curiosa de mandar a dormir a los pasajeros. Y si no tengo sueño, ¿qué hago? ¿Acaso no era un hombre libre? Tengo los motivos para hacer de este día el más feliz de mi vida y el más triste también. Prefiero tomar la vida como una Guarapachanga, ya veremos lo que sucede cuando llegue a Europa, mientras tanto en estas once horas de viaje voy a cantar en voz alta para joder a mi vecina.

 

La Guarapachanga se puede bailar, la Guarapachanga se puede gozar, la Guarapachanga se puede bailar, la Guarapachanga se puede gozar…

 

Oliet Rodríguez Moreno. Habanero de nacimiento y de corazón desde 1971 e Ingeniero mecánico de formación desde 1994. Trabajó de taxista circunstancial en los 90 en Cuba. El siglo XXI lo sorprendió en Alemania. Viajó por Europa y Norteamérica hasta que llegó a la ciudad mexicana de Puebla, donde vivió por tres años. En el verano de 2018 regresó a Alemania, donde hoy reside. Cursó el diplomado de escritura literaria en el Centro Mexicano de Escritores en el 2021. Ilíada Ediciones publicó su primera novela “Fata Morgana”. El cuento “La rata “se publicó en la revista mexicana “Anestesia”. Su cuento “Mujer de humo” es parte de la antología de cuentos de Ego de Kaska, “Cuentan que un perro, cuentan que un gato”. Resultó finalista y publicado en el IV Concurso de relato breve Círculo Creativo en Burgos, 2022, España. En su blog personal www.orod-oficial.com se divierte, escribe lo que quiere y no deja de soñar.

 

 

Compartir esta entrada