Cari Faife: volver a vernos por los caminos del tiempo

(Foto: Jorge Gómez de Mello)

 

 

30 DE FEBRERO

 

                                                                       

                                                                     «Lo que digo es que en algún momento me distraje,

                                                                me caí del mundo, y ahora no sé por dónde se entra».


                                                                                                             Eduardo Galeano

Efímero día de los perdidos, de los tristes y los locos. Refugio de tenues seres que gravitan, viven al revés o en contra. Los que divagan o no encajan, los diferentes, raros, discordantes; los que habitan en un mundo paralelo de realidades intangibles.

No entienden de calendarios y años bisiestos, de horas interminables que manejan los instintos. Vienen de un lugar detrás del arco iris y un cielo color de lluvia que proclama espacio al aire libre.

Si no fuera por las estrellas estarían dispersos. Ellas les auguran regreso al universo del que nunca debieron salir.

Seres incomprendidos, capaces de ver la parte oscura de la luna y saber qué hace el Sol cuando se oculta. Pueden irse con él si lo deciden, y volver sin que nadie se percate.

Sin ellos este mundo sería diferente. Los girasoles reposarían estáticos, no estarían en telas y paredes, y las colinas no estuvieran esperando tontos que se animaran a escalarlas. Soñar sería exclusivo de la noche y el silencio se quedaría sin violines y guitarras.

No existirían escaleras hasta el cielo, muros convertidos en escombros, gritos que retumban en los puentes cuando el otoño convierte las hojas en papeles; miradas que se pierden en el horizonte o salidas por la parte equivocada, quizás por el deseo de llegar cuanto antes al alivio.

Camille Claudel sonrió a la locura cuando comprendió que no podían entenderla. Confiaba en las estrellas que conocían el lugar de los febreros largos. En una puesta de Sol se iría para siempre con la esperanza de que otros, como ella, llegaran al refugio: aquellos que levitan sin temor de perderse en las galaxias.

 

 

PENÉLOPE XY

Día tras día en el andén, un hombre espera, no se cuestiona el tiempo. Los trenes van y vienen: traen multitud y vacío. En uno de los vagones viaja la eternidad. Descubre al hombre. Y sigue su viaje.

El aire que deja el tren al partir lo perturba, levanta la cabeza, y ve alejarse el último vagón. Se distrae con la imagen hasta que un estremecimiento recorre todo su cuerpo. Se levanta, y por primera vez después de tanto tiempo decide no volver a la estación.

Con calma, saca una foto que lleva en el bolsillo. La deja sobre el banco del andén donde se sentaba todos los días. Se va despacio, sin mirar atrás. El viento levanta la foto y la lleva por el camino del tren.

 

 

MADELEINE…MADELEINE

                                                                     Para Giuliana y Jean Blaise

Estuve en tu casa, dormí en tu cuarto, y nos encontramos por los caminos de las montañas heladas. Muchacha intrépida y aventurera que soñabas con paisajes lejanos, diferentes a tus inmensidades y a la tranquilidad de jardines colmados de flores y nieve.

El día que decidiste atravesar las nubes y los mares para llegar hasta mi Isla, no sabías que era un lugar impredecible, demasiado veloz para tu tiempo, y que convertiría tu vida en la vorágine bordada por tus deseos en las frías tardes de Los Alpes.

Descubriste la incoherencia de los amaneceres, el transcurrir de los días sin planes previos, la burla al mañana que no existe. Te dejaste llevar para entenderlo, y tus sueños se cumplieron como oráculo que leyera el pensamiento.

¿Cuántas historias habrás vivido? ¿Qué pasiones escondidas te deleitaron? Solo a tus almohadas contaste los secretos. Algunos, inquietos, se escondieron por temor a desaparecer, y por azar o predestinación, los escuché en la noche de otro siglo cuando dormí en tu cuarto.

Tu vida cambió después de visitar mi país, la mía también cuando conocí el tuyo. Por eso, muchacha de Los Alpes, la única vez que nos encontramos bastó para quedarme con tu alegría antigua, lilas de regalo, y el deseo de volver a vernos por los caminos del tiempo.

 

 

PEDAZO DE LUNA BLANCA EN EL CIELO DE LA TARDE FRÍA

 

Sin pretexto, en medio de la tarde. Blanca, pedazo, mitad.

Preludio de lluvia sin nubes. Olor a luna blanca, sabor a tierra mojada en el cielo seco.

Rosa húmeda, pétalos de agua, remolinos, árboles, hojas sueltas.

No quiero a la luna blanca en medio de la tarde fría. Rasga el cielo, desafiante, pálida, escondida detrás de la luz.

Presagio de tempestad.

Llega el sonido del viento, el desamparo, me pierdo, y no quiero. Desata los deseos de partir hacia el misterio que palpita en imágenes inconexas.

Pedazo de luna blanca, no eres buena para mis instintos.

 

 

DANIELA
                                                  

                                                       Mi hija

Trajo el Sol como premisa. Llegó cuando quiso. Rotunda, vertical y plena. Un día deseado pero no el que debía, y así ha sido siempre: una ventana que se abre intempestiva, una puerta que se cierra.

Es hermosa Daniela. Todo lo llena porque va despacio. Sus vacíos son abismos donde no puedes asomarte porque el amor los envuelve para protegerle el alma.

En sus ojos de miel y café te pierdes y no encuentras el regreso. Mirarla de frente es un atrevimiento, para quién no sepa que sus manos pueden envolver al mundo de estrellas infinitas.

Va con el amor colgado de un arete, pegado a su sonrisa, o suelto por el pelo. Lo ve por la ventana y lo detiene porque Daniela llegó cuando quiso, y cuando quiere, cambia su destino.

Intercambia deseos con la luna, o convierte una estrella en mariposa para no sentirse sola. El Sol que la acompaña anda tranquilo de su mano. Ella siempre sabe.

 

 

VIRTUDES Y DEFECTOS

                                                         Vivo al margen de la sociedad, y las reglas de la

                                                    sociedad normal no aplican para los que viven al

                                                    margen”.

                                                                                Tamara de Lempicka*

Declaro mis defectos para vivir y deleitarme con la mujer que soy. Femenina por consenso hormonal libre de prejuicios. Frágil y sensible ante las circunstancias de una realidad que no comprendo, ni comparto, si los sueños y las utopías suponen falta de sentido que no tengo ni quiero ni necesito.

Adoro los rituales que por orden personal disfruto para no ser anodina ni perfecta. Amo los amaneceres sin tiempo, la libertad de elegir visiones en un mundo imaginario, caminar sin rumbo ni tenerlo. Ser parte de los incomprendidos para ver los milagros que no ve la mayoría. Creo en Dios y en el regreso después de la partida; en lo intangible, que existe más allá de la mirada.

Prefiero la tranquilidad de una ventana, el susurro de mis plantas, el silencio de la soledad, al bullicio contaminante de la ciudad y sus intercambios. Excluyo el raciocinio que genera inquietud a mis sentires si no beneficia —tan perfecto— a calmar el hambre de los niños, la angustia de los menospreciados, la furia desatada impunemente, el poderío absoluto sobre los humildes, la terrible emoción de la arrogancia, el ego desmedido por absurdos, la acumulación sin mirar hacia adelante, el llanto de dolor por la injusticia, las madres desvalidas y los hijos moribundos; la piedad perdida y el mundo a la deriva.

Me concedo la incoherencia de no tener cordura ni seguir el camino para recuperarla. Llorar cuando mi corazón lo necesite por alivio y también cuando quiera por deseo. No quedarme con la sal que socava y llena al alma de orificios.

Soy un derroche de defectos, incapaces de contener la soberana declaración de virtudes que me hacen buena con todos los adjetivos inherentes y me confieren el sagrado derecho de no nombrarlas en estas confesiones, con las cuales me quedo, y me proclamo: incorregible.

 

* (Tamara de Lempicka (1898-1980), pintora polaca)

 

 

 

Cari Faife (La Habana, 1962). Licenciada en Bibliotecología. Tiene publicado el libro El rojo de París, Ediciones Extramuros, 2017 con el cual participó en la Feria Internacional del Libro de La Habana, 2018.

Uno de sus cuentos está incluido en la Antología El equilibrio del mundo y otros minicuentos, del Concurso Internacional de Minicuentos El Dinosaurio 2007, Centro Onelio Jorge Cardoso (Caja China, La Habana, 2008). Textos suyos se encuentran publicados en las ediciones 29, 33, 35 y 36 de la Revista Extramuros (La Habana, 2011, 2012, 2013).

Colaboró con la Revista Cuba Contemporánea: en el No.3 de la Revista publicó el texto “Vino Tinto”, ilustrado por la artista plástica Alicia Leal (La Habana, 2013). En el No.7 el texto “El puente”, ilustrado con una obra del artista de la plástica Luis E. Camejo (La Habana, 2014). En el No. 16 el texto “Sombras”, con obra del pintor Mario García Portela. También publicó en los números 8, 11, y 17, de dicha revista.

En proceso de impresión el libro: Una ventana y los espejos, Editorial Extramuros, 2021.

Compartir esta entrada