Laura Giordani: polvo encendido en la frente de algún dios

(Foto: Cortesía de la autora)

 

 

Viaje adentro, al fondo, a ese barro primero

solícito para las manos, los algodones

tendidos en coincidencia con la herida.

Lo blando: refugio de las aristas

que nos duelen.

Viaje por los corredores

de la sangre, el andamiaje de calcio

que nos alza en rebeldía incesante

ante la gravedad.

Para ser polvo encendido en la frente

de algún dios, reconciliación

de puntos cardinales, fervor

que nos eleva a esa colina

desde donde podemos ver

la infancia que nos aguarda.

        [Viaje adentro]

 

 

A dónde van a morir

los pájaros, sus pulmones

calcinados de vuelo por qué

sumidero celeste o anti-nido

se fugan, desde dónde

esa caída de estrella

discreta como la muerte.

Cielo y tierra se tocan

porque existen ellos
trazando esas líneas

invisibles que unen la sangre

al relámpago, la garganta

a la lluvia, las plegarias
de la madre al desastre

inminente.

Qué ciudad de hormigas
reclama su sombra, qué

viento se lleva sus huesitos
blancos, naufragados en la altura
hasta hacerlos transparentes.

En qué momento de nuestra ceguera

se desploman.

[Pájaros]

 

 

Porque el agua se me fuga

y yo – pura sed- soy un zahorí

que remata sus varas.

Porque las palabras regresan de un viejo abuso

y ya no tienen fuerzas para escalar los labios.

Tendré que invocar una caída

en el umbral mismo del verbo

con la fe de todas las manzanas.

Saltar muy dentro, libre

al fondo de las cosas, deshabitar

la memoria, su ciudadela

adoquinada, su lacre, los arquetipos

rotos en las esquinas

ofreciéndome su cuerpo.

Dejar de buscar advientos

en el pan de ayer, las migas con que solía

despilfarrar el hambre, sacudir las cortezas

que ya no pueden recordar su savia.

No bastará con la poesía:

habrá que tener además

los huesos livianos de los pájaros.

[El salto]

 

 

El sobretodo azul que pusiste

sobre los hombros de la muchacha aquella

volvía empapada del interrogatorio

temblando

la mojaban la picaneaban

cada noche

la dejaban junto a tu colchón

con un llanto parecido al de un cachorro

ese gesto a pesar del miedo

a pesar del miedo te sacaste el sobretodo azul

para abrigarla

no poder dejar de darle ese casi todo

en medio del sobretodo espanto

la dignidad puede resistir

azul

en apenas dos metros de tela

y en esos centímetros que tu mano

sorteó en la oscuridad hasta sus hombros

sobre todo

[El sobretodo azul]

 

 

Primera vez

 

Sus noventa y siete kilos y toda

su lujuria, cayeron sobre tu pubis

de nieve aún blanda.

Si hay dios, que esta noche

caiga de rodillas y llore

todo lo creado.

 

 

La rebelión consiste en mirar una rosa

hasta pulverizarse los ojos.

Alejandra Pizarnik

Descrucifica a la niña, este cielo ya no tiene nada que ofrecerle.

Abriga sus manos azuladas de espera, pronuncia en su oído izquierdo las palabras espantamiedo hasta que vuelva a elevarse su diafragma. Hasta que algo se rompa y vuelva a latir el árbol de la infancia. Tierra abajo se disuelven las certezas, se pudren -uno a uno- los contornos. Y se vuelve afásica la voz que dice: hasta aquí yo y desde aquí lo otro, la ceguera de las tapias.  Humus humilde: mantillo que crepita vivísimo, fecundando el claro más escondido del monte, allí donde crece una hierba que jamás será cortada. Donde las raíces conversan (si auscultas con tu corazón-potrillo-de-enero las escucharás repitiendo Alejandra, Alejandra) y las lilas resucitan (escucha cómo cantan al dios de los indigentes y dan las gracias).

Ahora lo sabes, imposible vencer con sus reglas: están hechas para que fracases. Tu revolución es otra. Álamo y niña bebiendo en el mismo pozo, la insurgencia luminosa del poema.

 

 

Laura Giordani  (1964, Argentina). El lenguaje poético y la creatividad como instrumentos de resistencia del espíritu humano frente al arrase sistémico constituyen el núcleo de su labor como escritora y docente. 

Ha publicado Materia Oscura (2010, Baile del Sol), Noche sin Clausura (2012, Ediciones Amargord), Antes de desaparecer (2014, Ediciones Tigres de papel), Una lengua impropia (2014, Ediciones del 4 de Agosto, Planeta Clandestino) La infancia que nos aguarda (2016, Ejemplar Único, Colección Poética y Peatonal), Manca terra (2020, La Garúa Ediciones) y las plaquettes Celebración del brote (2009, Zahorí-Poesía en minúsculas), Las varas del zahorí: poemas de la sed (2013, Fundación Inquietudes) y Monte adentro [imantaciones] (2018, Las hojas del baobab).

Sus textos han sido incluidos en diversas antologías y ha colaborado en distintas publicaciones nacionales e internacionales

Compartir esta entrada