Katia Viera: La Habana: efecto buitre y escritura posnacional




“en este año y en esta ciudad es preferible el grito, una mueca incomprensible, alguna forma de la locura”

JORGE ENRIQUE LAGE, VULTUREFFECT

[Sobre VULTUREFFECT, La Habana, (Ediciones Unión, 2011) de Jorge Enrique Lage]

Hoy, los debates teóricos humanistas (sobre todo en América Latina) en torno a la noción de territorio suelen tener como referentes a Deleuze y Guattari, Josefina Ludmer o Renato Ortiz, puesto que son autores que no solo piensan el territorio desde una perspectiva topológica, sino que -si bien presentan diversas problemáticas y posicionamientos-, también lo piensan a partir de una configuración abstracta que da cuenta de su complejidad. Para los dos primeros el territorio es una metáfora para designar el “espacio” en el que se producen los movimientos del pensamiento, la circulación de intensidades deseantes y los impulsos humanos y no humanos. Es, también, el soporte formal (o lógico no binario) que configura el sentido y posibilita el acontecimiento.

Esta noción de Deleuze y Guattari -que incluye junto a la idea de territorio otras variantes como la desterritorialización (definida como línea de fuga, como metamorfosis) y la reterritorialización (como nuevas composiciones que se producen luego de aquella línea de fuga)-, se sistematiza (aunque de modo particular pensado para la literatura) en el texto Aquí América Latina. Una especulación (2010), de Josefina Ludmer. En este libro, su autora propone pensar el territorio como “una delimitación del espacio y una noción electrónica-geográfica-económica-social-cultural-política-estética-legal-afectiva-de género-y de sexo, todo al mismo tiempo (2010: 122). De ahí que para trabajar con el territorio sea necesario “especular en fusión”, es decir, borrar las oposiciones y usar uno de los lenguajes (que sería en el caso particular de la literatura, el literario) para implicar otros.

Renato Ortiz, por su parte, será uno de los teóricos que de manera más lúcida presentará la relación entre el territorio (tal y como lo entienden los autores antes citados) y los procesos contemporáneos de desterritorialización y reterritorialización. Para él la desterritorialización es una de las características del mundo contemporáneo, cada vez más marcado por el “desenraizamiento que se desdobla en el plano de la producción (la fábrica global), de la tecnología (medios de comunicación) y de la cultura (imaginarios colectivos transnacionales)” (2002: 108.) Ortiz reconoce que el pensamiento latinoamericano del siglo xx estuvo muy enfocado en la definición de la identidad nacional por parte de los intelectuales, artistas y políticos; sin embargo, cree que para entender el mundo contemporáneo en su totalidad, “la perspectiva analítica, hoy, debe liberarse de las restricciones locales y nacionales (2002: XXI)”.

El concepto de desterritorialización, por tanto, para él, posee una fuerza explicativa; permite dar cuenta de aspectos poco visualizados en las ciencias sociales. Nombrar configuraciones del tipo «estratos desterritorializados», «referencias culturales desterritorializadas», «imaginario colectivo internacional-popular», nos permite una comprensión mejor del mundo contemporáneo. Nos obliga, sobre todo, a enfocar el espacio independientemente de las restricciones impuestas por el medio. Sin embargo, es necesario entender que toda desterritorialización es acompañada por una re-territorialización. Pero no se trata de tendencias complementarias o congruentes; estamos frente a un flujo único. La desterritorialización tiene la virtud de apartar el espacio del medio físico que lo aprisionaba, la reterritorialización lo actualiza como dimensión social. Ella lo «localiza». Nos encontramos, pues, lejos de la idea de «fin» del territorio. Lo que ocurre en verdad es la constitución de una territorialidad dilatada, compuesta por franjas independientes, pero que se juntan, se superponen, en la medida en que participan de la misma naturaleza. Su perspectiva cambia radicalmente nuestra concepción de espacio, tradicionalmente vinculada al territorio físico, ya sea la nación como los límites geográficos de las culturas. (Ortiz: 37)

En el marco de estas discusiones sobre el territorio, en el que también ha habido un reconocimiento de la crisis que experimenta a nivel político el estatuto del estado-nación, me interesa pensar en las relaciones entre literatura posnacional y desterritorialización-reterritorialización; toda vez que tanto una noción como otra se refiere, por un lado, a la salida de los límites, de las fronteras, a la fuga y; por otro lado, a la creación de algo nuevo cuando esa fuga se ha producido. Para Bernat Castany Prado, intelectual español que ha dedicado varios trabajos a discutir sobre literatura posnacional, el posnacionalismo es más que una teoría política, ya que no solo cree que la exclusiva organización en estados ha quedado obsoleta desde el punto de vista político y económico, sino que además considera que el alcance de la moral, la estética o la cultura no debe verse limitado por fronteras de ningún tipo, sino que debe ser mundial, (2010: 78). Por ello, para él, la literatura posnacional es “aquella que tiende a dar cuenta no tanto de una sociedad nacional como de una sociedad mundial. Sus estrategias narrativas y estilísticas así como sus temas y símbolos ya no contarán la historia íntima de las naciones, sino la del mundo.” (2010: 171).

Algunos de los rasgos característicos de esta literatura de corte posnacional, son presentados en su libro de 2010. Entre aquellos destacan los siguientes: textos producidos por escritores identitariamente problemáticos (biculturalismo, cosmopolitismo); obras heterogéneas (negociación conflictiva entre lo local y lo global, lo nacional y lo cosmopolita); lector implícito mundial y no nacional (intertextualidad cosmopolita); textos que desencializan la nación; escepticismo identitario; recuperación de la primacía del individuo sobre la colectividad (individuo vs sociedad, tradición vs familia); los textos proponen que el mapa del mundo no tiene espacios, esencias, o privilegios; “mundialismo literario” (estilo que da cuenta del mundo en su totalidad); enumeraciones de noticias internacionales, marcas comerciales, películas, comidas, aparatos electrónicos, lugares; mezcla lingüística provocada por las migraciones, exilios, desplazamientos, comunicaciones; así como, violentos cambios de enfoque espacial o temporal que obligan a pensar la realidad desde perspectivas más generales en las que no tiene sentido distinguir entre naciones o etnias.

Por el conjunto de aspectos que he venido apuntando más arriba, entiendo lo posnacional como una desterritorialización de la política (como proponía Habermas, aunque ello en la práctica aún constituya una utopía), y la literatura posnacional como una desterritorialización de la literatura de corte nacional-nacionalista. La literatura posnacional pretende ser, en esencia, una literatura desterritorializada, puesto que sale de los límites de los referentes nacionalistas (aunque ello implique a veces un diálogo en negativo con aquellos). Todo ello implica un proceso de reterritorialización en la medida en que saliendo de ese compartimento de la literatura de corte nacionalista crea otro territorio, otro espacio, del cual parece estar hablando la narrativa joven en Cuba.

Recientemente, con mucha suspicacia, ha apuntado Catalina Gómez que en la literatura cubana actual existe una tendencia sistemática hacia lo posnacional. Coincido con ella cuando afirma que “la indiferencia ante la cubanidad de los autores que empiezan a publicar ya bien entrado el siglo XXI parece ser de otro calibre. No se trata tanto por aniquilar o desentenderse de lo autóctono como de un afán por redefinirlo, en parte recurriendo a toda una serie de sustancias ajenas, de la que se apropian y con cuya resemantización parecen estar erigiendo una barrera que los separe tanto de la fruta tropical, el café o el azúcar de los abuelos, como de las ruinas de los padres”(2016: 305-306).

En este mismo sentido, en un breve texto, también reciente, apuntaba el crítico cubano Rafael Rojas que la literatura que se está escribiendo actualmente en Cuba, por autores nacidos después de los años 70, “es una literatura que se autolocaliza en el después del después, es decir, en el después de la caída del muro de Berlín, de la desintegración de la URSS, del derribo de las Torres Gemelas y otros hitos finiseculares que marcaron a las generaciones previas. (…) Es otro el país que narra esta literatura porque es otro país el que la produce. La decadencia y la ruina acabaron su obra, y es preciso narrar las nuevas comunidades con una ficción global. (Rafael Rojas, 2016).

Vultureffect, texto del escritor cubano Jorge Enrique Lage resulta útil para mostrar cómo se presentan a nivel estético-narrativo las nociones apuntadas más arriba. En este libro La Habana parece estar sin el color del verano, una ciudad en/de la que estamos ausentes, en la que hay que poner algo de pop, de jerga personal, de insoportable (Vultureffect: 92). Ciudad inscrita-escrita en el picoteo carroñero de buitres que la sobrevuelan y que poseen la esencia circular del regodeo, del estar en medio de sustancias descompuestas, y no salir de ese movimiento cotidiano. Existe en este texto un collage “caótico” de referencias políticas, científicas, literarias, una pasarela de actores relevantes del mundo del espectáculo que quizás esté hablando a sus lectores de la posibilidad de (re)crear un territorio, un espacio (una ciudad, un país) que “es el laberinto en cuyas paredes nos proyectamos a nosotros mismos” (Lage en entrevista citada por Rafael Grillo), al tiempo que es el lugar que intentamos perpetrar y fundar en/desde la literatura.

En este libro de Lage -como también en el posterior, La autopista: the movie- subyace una relación conflictiva entre lo local y lo global, lo nacional y lo cosmopolita. La Habana es también Nueva York, Madrid, Buenos Aires, espacios todos en los que conviven naturalmente, los buitres que vuelan sobre la ciudad habanera, con Jackson Pollock, Peter Handke, Kurt Cobain, Charles Darwin o Wendy Darling. Estos cortos relatos del libro parecen ser pequeños archivos de noticias del mundo, de películas, de aparatos electrónicos; todo lo cual da cuenta de la posibilidad de romper con la oposición entre lo nacional y lo mundial, y de instaurar el mapa del mundo como lugar que no tiene espacios, esencias, o privilegios definidos. Estos textos desencializan la idea de nación (y la de ciudad) asociada con referentes de muy larga data a los que aludía de manera certera Catalina Gómez en el ensayo anteriormente citado.

La escritura fragmentada que conforma este libro deja entrever aquella crisis de la historicidad de la que hablaba Jameson, toda vez que trasluce la incapacidad del sujeto posmoderno de extender activamente sus pro-tensiones y re-tensiones en las diversas dimensiones temporales, y en la incapacidad de organizar su pasado y futuro en forma de experiencia coherente” (Jameson: 47) La forma fragmentada y desarticulada de este libro hace pensar en una especie de relato esquizoide de la ciudad, de la nación, puesto que se establece una ruptura con los referentes identitarios de la ciudad (nación), y se crean, en forma de deshechos, significantes perturbadores que imposibilitan relacionarlos coherentemente entre sí (Jameson: 28). Nunca tuvo tanto sentido relacionar todo esto que pasa en el libro de Lage (y que lo he querido subrayar al colocar aquel exergo al inicio de este texto) con lo que declararan dos de los locos más emblemáticos de La Habana en el documental Existen, del también joven cineasta cubano Esteban Insausti, cuando decían: “Ser cubano es completamente la parte posterior de lo que es la cuarta tercera novena de las causas ideológicas que tiene que ver con la procesión de la parte tercera de la intensificación de la naturaleza” (minuto 3:05) O cuando en un acto totalmente esquizoide pero también muy cuerdo, Manolito, el otro personaje (real) de este material cinematográfico expresa: [Es necesario] Poner de acuerdo todo lo que haya que poner de acuerdo, solucionar las cosas que haya que solucionar, y ya después todo se resuelve, estoy hablándote de solución, de solucionar, no de pueblo, de solucionar, olvídate del mundo o de pueblo, so-lu-cio-nar. Todo lo que dije, perfecto” (Existen, 2006, minuto 12:55).

En suma, es este un libro que toma nota del corte posnacional que viene adquiriendo la literatura joven (aunque de modo general viene sistematizándose también, en jóvenes realizadores audiovisuales) en la Cuba pos-2000. Libro este que desterritorializa la ciudad y la nación, al tiempo que las reterritorializa en un intento de sumarlas a un espacio global en el que sean coherentes aquellas referencias culturales a las que allí se aluden, puesto que “los mensajes, los símbolos, en fin, la cultura, circulan libremente en redes desconectadas de este o aquel lugar” (Ortiz: 35)





Referencias bibliográficas

Castany Prado, B. Literatura posnacional. Murcia, Editum, 2010.

Deleuze, Jules y Felix Guattari, Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Valencia, Pre-Textos, 2004. Grillo, R. “Vultures in the desert of Havana”, https://www.isliada.org/vultures-in-the-desert-of-havana/, consultado el 4 de enero de 2018.

Insasuti, E. Existen, Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, La Habana. 26 minutos, 2006.

Jameson. F “El posmodernismo como lógica cultural del capitalismo tardío” Ensayos sobre el posmodernismo. Buenos Aires, Ediciones Imago Mundi, 1991.

Lage, J.E. Vultureffect. La Habana, Ediciones Unión, 2011.

————–La autopista: the movie. La Habana, Editorial Cajachina, 2014.

Ludmer, J. Aquí América Latina: Una especulación. Buenos Aires, Eterna Cadencia Editora, 2010.

Ortiz, R “Territorio y Territorialidad”, Otro territorio. Ensayos sobre el mundo contemporáneo. Bogotá, Convenio Andrés Bello, 1998.

Quesada Gómez, C. “Arqueologías globales de la literatura cubana: de las ruinas al chicle” Cuadernos de Literatura, no.40: 301-312, 2016.

Rojas, R. “Hacia la ficción global”, http://www.librosdelcrepusculo.net/2014/04/hacia-la-ficcion-global.html, consultado el 4 de enero de 2018.




Katia Viera (1989) Lic. en Letras por la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana. Se desempeñó como profesora de Literatura en el Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana, de 2012 a 2016. Actualmente realiza su Doctorado en Letras en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina (UNC), es becaria del CONICET y estudia de modo particular, la obra de los narradores cubanos: Dazra Novak, Ahmel Echevarría y Jorge Enrique Lage. Es miembro del proyecto de investigación «Territorios y cuerpos en las escrituras latinoamericanas contemporáneas (1990-2019)» e integra el programa de investigación «Escrituras latinoamericanas. Literatura, teoría y crítica en debate». Actualmente es profesora adscripta de la cátedra de Literatura Latinoamericana II en la carrera de Letras Modernas de la UNC. katiaviera4@gmail.com

Jorge Enrique Lage (La Habana, 1979) es uno de los más destacados y perturbadores escritores de la narrativa reciente que se escribe en Cuba. En el conjunto de su obra escritural destacan los libros de cuentos: Yo fui un adolescente ladrón de tumbas (Cuba, 2004), Fragmentos encontrados en La Rampa (2004), Los ojos de fuego verde (2005), El color de la sangre diluida (2008), Vultureffect (2011) y, las novelas: Carbono 14. Una novela de culto (2010), La autopista: the movie (2014), Archivo (2015) y Everglades (2020). Ha sido además redactor de la revista El Cuentero; editor de Ediciones Cajachina, del Centro de Formación Literaria “Onelio Jorge Cardoso” (La Habana, Cuba), compilador del libro La zona y la mezcla: Nueve novelistas cubanos (2015); coeditor de la revista digital, ya desaparecida, theREVOLUTION EVENING post (eZine de ESCRITURA Irregular); y colaborador de las revistas digitales Cacharro(s), 33 y ⅓, La noria, Oncuba News e Hypermedia Magazine.

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