Aleisa Ribalta: Entrevista a Nuvia Inés Estévez



Es sencilla y es nívea, aún tiene cara de adolescente, pero camina ya con una trayectoria consolidada y una curiosidad sin límites, que nunca le abandonará. Tiene los ojos redondos y la mirada saltarina, es una juguetona algo tímida, pero cuando escribe es fiera leona y es de la raza de Carilda Oliver, la de Calzada de Tirry. Como ella, no le tiene miedo a las palabras, a las dos no parece importarles lo que húmedas, penetrantes, desfachatadas y siempre eso: «palabras» puedan provocar. Conversar con Nuvia Inés ha sido y es una experiencia de vida.

A.R: ¿Tienes consciencia de cuándo empiezas a escribir en serio? ¿Cómo y por qué descubres que eres poeta?


N.I.E.: Cuando parí, con 21 años, en pleno enero de 1993, tuve una especie de catarsis rara, que ahora, distante en el tiempo y los espacios, miro como una fuerte crisis post parto, de la que salí ilesa (creo) gracias a la necesidad que tuve de expulsar palabras, una tras otra, y escribirlas, en todo momento posible… Amamantaba a mi hija, por ejemplo, la ponía en la cuna, y me iba corriendo a escribir un ¨desahogo¨ en versos. Líneas compulsivas, desesperadas, desaforadas, llenas de la pasión del principiante (pasión que no he perdido) por lo que me considero una aprendiz eterna, empedernida, amante fiel en absoluto de lo que elijo hacer. En esa etapa todo tenía que ver con mi hija, con el hecho de dar a luz, con los miedos que no abandonan a las madres. Escribí oraciones de protección, especies de salmos. También grité por hambre literal, por la angustia de aquellos años crueles en que no tenía materialmente mucho que ofrecerle a mi hija, más que mi leche y mis palabras. Grité de pobreza, de escasez. Y como ningún grito es falso, ni risible, ni superfluo, pensé que mis poemas, sirvieran o no, eran otra razón decorosa, esperanzada, que me impulsaba a andar, a no querer morir tan temprano.

Bébeme la leche pobre
que brota de la placenta
a los pezones    Revienta
la soledad    este cobre
tan opaco   tan salobre
que derramo en tu estatura
Bébeme la leche pura
Arráncame ya la huraña
madre que soy    Esa extraña
mujer de fuego y tortura.

Durante mi vida he descubierto muchas cosas, lo he creído así, porque han sido mis hallazgos, mis asombros… Pero casi todas han sido descubiertas ya. Es que todo está escrito bajo el sol… También me descubrieron como poeta, alguien me señaló en algún momento y dijo: “Estás escribiendo poesía”, entonces empecé, algo asustada, a procesarlo… A veces lo creí, más veces no. Para mí los poetas eran dioses, seres luminosos e intocables mirando el mundo e irradiando desde lo alto. Ya, desde pequeña, había idealizado a Martí, con su aureola y su égida. ¿Cómo podría creerme así, sagrada, si en otra dimensión estaban los ángeles, las vírgenes, los poetas de verdad? Si estaba Dios en otra y todas las dimensiones.


A.R: Y ahora que me cuentas todo ese recorrido tuyo, ¿has probado con otros géneros, o eres por convicción o vocación, y casi por entero, solo poeta?


N.I.E.: He escrito algunos mini cuentos que considero surrealistas. Cursé hace años un taller de técnicas narrativas, que todavía da (para bien) de qué hablar en Cuba. Aprendí mucho de mis maestros y colegas escritores que sí sabían narrar. Fue provechoso. Esos conocimientos los atesoro, los uso en mis lecturas, me sirven para el ejercicio de la crítica. Pero no me considero cuentista, ni novelista. He escrito alguna que otra crónica, que guardo con recelo, porque hay que respetar. Soy, por convicción, por vocación, por enamoramiento, y porque no sé ser otra cosa: una poeta.


A.R: Por cierto, ¿te gusta la palabra ¨poetisa¨? Te lo pregunto porque yo tengo un serio problema con ella, me interesa tu opinión.


N.I.E.: La poesía, como Dios, es andrógina. He aprendido a amar a las palabras, incluso a las consideradas ¨obscenas¨. Todas encierran un mundo, cada una tiene un significado único, una forma, una función, y aunque me he atrevido a cuestionar la raíz de muchas, y me he sentido inconforme con la estrechez que pueda propiciar alguna a la imaginación, siento que todas son útiles al lenguaje. Prefiero poeta a ¨poetisa¨, pero cuando han usado ese calificativo, refiriéndose a determinada escritora e incluso a mí, tampoco la desprecio. Esa palabra no me hace debatirme en conflictos de género. Personalmente, siento que ha sido empleada con afecto, con deferencia.


A.R: ¿Escribes preferentemente para adultos? Alguna vez probaste con los más pequeños, háblame de eso. ¿Tienes proyectos pasados y futuros para niños ahora que eres abuela?


N.I.E.: En 2002, cuando mi hija tenía nueve años hice un cuaderno titulado Claveles para Rachel. Lo escribí de golpe, y fue su regalo de cumpleaños. Cuenta con pocos poemas y bellas ilustraciones del pintor Helier Batista. Ahora, en este instante en que respondo tus preguntas,  te aseguro, no sé si lo hice para mi hija o para todas las madres, o sólo para mí, o para mi nieto, quien ya vivía en las entrañas de la niña que me lo inspiró. 

No se escribe para nadie. Se escribe solamente. Cuando Antoine de Saint-Exupéry escribió El Principito, no sabía que abuelas como yo seguiríamos estremeciéndonos al saber que nosotras mismas éramos responsables de la flor que cultivamos.


A.R: ¿Qué lees mayoritariamente, qué géneros, qué autores? ¿De qué te nutres para escribir? ¿Cuáles son esos fetiches tuyos?


N.I.E.: No persigo autores, prefiero obras. Sobre todo las obras, y los autores, que vienen de los inicios de los tiempos. Y las, y los, que repetimos una y otra vez a nivel esencial, aunque no formal, porque el tiempo cambia las maneras de expresión. Imagina que yo escribiera ahora: ¨Qué palabras soeces se escapan del cerco de tus dientes¨ . Sin embargo, según Jorge Luis Borges, perseguir la belleza es como perseguir la eternidad, porque para Borges la belleza era eternidad. Pero, para gracia y desgracia de los seres humanos, la eternidad es todo el tiempo del mundo jugando con nosotros, y cuando la alcanzamos, aquellos que la alcanzan, no están para disfrutar tamaña conquista.

«Nunca ha habido otro comienzo que este de ahora,

Ni más juventud que esta

Ni más vejez que esta

Y nunca habrá más perfección que la que tenemos.» Dejó dicho Walt Whitman para que lo supiéramos, pero somos tan pésimos alumnos que aún no lo hemos aprendido. Piensa solamente en este verso de más de quinientos años y que aún así parece escrito hace diez minutos: ¨Polvo serán (seremos), mas polvo enamorado¨. Nos advirtió Francisco de Quevedo. Pero cuán necios somos y cuánto nos enceguece  no percibir que todo es:  «Vanidad de vanidades, dijo el predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad.»


A.R: Y en cuanto a tus exilios, los que sean, pudieran ser muchos… De cada migración, ¿qué aprendiste? ¿Escribiste sin parar, o te quedaste muda en los trasiegos? ¿Cómo viviste el desarraigo profundo de tus primeros años en Miami?


N.I.E.: Como aconseja Joan Manuel Serrat, por el camino del pueblo hebreo he buscado otras muchas lunas, pero he descubierto que entre tantas lunas, halladas y desechadas, sólo logra iluminarme la de mi universo interior. Cuando de ella me exilio todo puede resultarme ajeno, o nada de esos  mundos a donde arribo o parto puede resultarme ajeno. De esa relación que se establece entre mi astro interior y los exteriores que he ido descubriendo, brota lo que escribo, sólo como un diario personal que siempre me hace recordar que el ser humano, con toda su carga de virtudes y miserias, es el mismo a donde quiera que vaya, y  que se puede huir de todo, menos de uno mismo. Toda migración es pura marcha por la sobrevivencia cuando la tierra donde estás se enferma y ya no puede sustentar a sus hijos. El ser humano es nómada por naturaleza. Busca la fruta que sacie su hambre. Pero el poeta padece otro tipo de hambre y es un nómada de otra estirpe. El poeta siempre está en silencio, pero muy alerta, para cuando suene el verso poderlo escuchar. El poeta sólo rompe su mutismo si es asaltado por aquella música que propiciara mejores sonidos que esa elevación. Yo guardo silencio y escribo versos. Mi más reciente intento se titula: Las muñecas, las putas, las estatuas.


A.R: Háblame de ese poemario, de su proceso de creación y de edición. Observo cierta madurez y como un deseo de conectar con la madre de todo el universo, la proto Eva.


N.I.E.: Ese poemario es la continuidad de los anteriores. Quien conoce mis libros primeros  sabe de lo que hablo. No dejo de desligarme de la niña-madre-mujer en mi travesía por el mundo de las palabras. Y eso es precisamente Las muñecas, las putas… Creo que se escribe un sólo poema a lo largo de la vida. Al final sólo quedará la esencia, el recuerdo de un verso, o la vibración que provoca el encuentro con lo leído o con la huella del recuerdo. “En el principio era el verbo…” Esa es La Biblia a mi entender. “Ama al prójimo como a ti mismo” es el mandamiento que tengo clavado en el fondo y en la superficie… No recurren a mi memoria más que esos versos. “Ámate bien -me digo continuamente- para que sepas amar a los demás”. Por ahí va también lo que he escrito, o el paisaje de fondo donde se mueven o se transportan mis inconformidades y mis búsquedas. 

Este es mi primer poemario publicado en Estados Unidos bajo el sello editorial Cuban Artists Around the World, INC. -CAAW. Una suerte de editorial donde pienso continuar, si me lo permiten, con  mis publicaciones. 


A.R: ¿Y qué escribes ahora? ¿Qué ronda tus días y tus noches, qué te traes entre versos?

N.I.E.: Amaso lentamente las ideas como se amasa la harina para el pan de cada día, por eso me traigo entre manos a La-Vandera. Un libro con poemas mayormente escritos en una lavandería del North West de Miami donde trabajo, y hago a la vez una especie de diario de mi vida y de la vida de la gente que sale y entra lo mismo a lavar que a confesarse, lo mismo a comprar un quitamanchas, que a mostrarme una fotografía familiar. Tal vez este sea un libro de exilios. Yo también me confieso, y salgo,  y entro y me paseo por algunos sitios húmedos donde fluye la vida y me agrada suspirar. 



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Nuvia Estévez Machado nació en Puerto Padre, Cuba, 1971. Poeta y narradora. Licenciada en Español-Literatura. Ha publicado los poemarios Últimas piedras contra María MagdalenaPenancolíaClaveles para Rachel (Poesía para niños), Maniquí desnudo entre Escombros,Misterio de ClepsidrasPreludio del Cuervo, y Las muñecas, las putas, las estatuas. En el 2001 obtuvo el premio nacional  David de poesía de la UNEAC y  también fue galardonada con el premio Farraluque de poesía erótica. Su obra aparece en varias antologías en Cuba, México, España, Costa Rica, Estados Unidos y otros países. También  ha sido estudiada por especialistas de género en poesía cubana y caribeña. Ha participado en diversos festivales internacionales de poesía donde ofreció conferencias y recitales. Actualmente reside en el Sur de La Florida.

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