Ana Arzoumanian: Juana I

(Foto: Cortesía de la autora)

 

 

Juana I (Presentación)

 

“Juana I” es un poema extenso sobre Juana, la Reina de Castilla y Aragón, aquella llamada La Loca. El poema recorre la política expansionista de los reyes Católicos: el descubrimiento de América, la primera vuelta al mundo, el decreto de expulsión de los judíos en 1492 y de los moros en 1501. Si la cosa juzgada registra una resolución sentenciadora, la cuestión Juana consiste en una sucesión de momentos donde historia y mundo se entretejen sustentando una palabra nueva frente al poder del Imperio.

Juana I es un poema de amor que trata al cuerpo del amado como una materia al margen del cuerpo legal. El libro se desenvuelve alrededor del sintagma: Es justicia. En un lenguaje que salta del castellano antiguo (la lengua de Las Leyes de Indias) al castellano moderno- americano, de modo de hacer notar el efecto extendido, transoceánico. Esa confusión de registros evidencia de algún modo la zozobra de la geografía. La incertidumbre de un mundo que se imponía frente a las masacres en América en un momento de quiebre de la línea sucesoria al trono pusieron a Juana en una situación de conflicto con las Cortes. La supuesta debilidad mental de Juana abría el campo para encerrarla y poner al frente del gobierno primero a su padre, luego a su hijo.

El libro fue publicado en una primera y en una segunda edición en Argentina. En Buenos Aires se ha hecho una obra de teatro sobre el poema. Fue traducido al inglés y publicado en Chicago. Fue presentado en Nueva York y en Chicago. Ahora se ha traducido al francés y se publicará en París.

 

 

JUANA I (fragmento)

 

 

Lo que yo necesito es una boca

Envenenado. ¿O habrás muerto por haber bebido agua helada cuando te subió la fiebre? Te abrazaré durante diecinueve años. Prepararé especias y aceites perfumados, postergaré lo inevitable. Mirra pura molida, canela. Una pequeña hoz corta la piel sobre el esternón, unos golpes de mazo de madera sobre el cuchillo, como de latonero. Levantan el hueso del pecho; te buscan la raíz de la lengua. No por la boca. Por el esófago. Sacan la lengua por el esófago. Te abrazo, grito: lo que yo necesito mi lengua tu boca tu lengua.

Yo estoy desesperado desto.

Incisiones en los brazos, las piernas y los muslos para que penetre el tomillo, la flor de lirio, la canela. Cosen con costura de pellejero, y luego pintan con acacia. Treinta kilogramos de mirra y aloe y una piedra de ágata para pulir.

La Católica Reyna echa una resina de olíbano sobre un pedazo de carbón encendido. Supura y cristaliza; huele.

Deseo más que ninguno bolver a Flandes.

Están tus dedos, y tu mano; están tu cuello y tus hombros. Estás para siempre, tan quieto. Mientras, te crecen las uñas. Comerte esas uñas que van creciendo.

Tus dedos están ahí, pero es acá adentro donde se mueven; cálidos, dibujan lunas, soles, elementos circulares. Tus dedos moviéndose. Tengo una caja llena. Las reliquias de la corona; los cabellos de Cristo y de la Virgen, miles de huesos de distintas partes de cuerpos santos. Mi caja llena de un sudor dulce. Una colección de cuernos de rinocerontes, cornamentas.

No iré a misa. En los monasterios, en las criptas, saquearán mi caja llena. En esta caja donde te crecen las uñas. Donde te como las uñas mientras te miro, mientras viajo hacia la capilla real de Granada. Viajo abrazada con tus dedos rozándome la primerísima cuna.

Disponen una venda con un lienzo de seis centímetros de ancho. Sin embargo, no podrán vendarte aquí adentro donde estás. Acá, no entran vendas.

Yo estoy desesperado desto

Sahumar en incienso. El tercer, el séptimo, el trigésimo día. Desengancho los alfileres de hierro que sostienen el velo para que vengas desnudo. Desnudo el ombligo. A la altura de la pelvis, en columnas de espesor, hacia abajo; agua dura. Visos, ondulaciones que tienen las piedras, las maderas. Siento el latido del agua, su lecho vibra de azul río hasta mi vientre. Erguido, al mar, volcarte agua.

Debajo del hielo, Alteza, hay agua líquida.

Abren al abdomen con una piedra y lavan con vino de palmera. Paso mis manos sobre tus ojos, cavo un túmulo negro brillante, dejo caer una cuerda. Un aleteo apaga los cirios. Tieso, reclinado ahí. Tieso, al borde de ninguna cama. Te paso mis manos, y el umbral es alto.

Eliminan el agua. Bulto del Perú. Para que dures; persistir por la cuerda. (Los ojos mis manos, el bálsamo grueso). Te he visto en rondas, montando un caballo gris, atravesando el aire. Un caballo gris sobre el que creo reconocerme. Y el caballo cruza umbrales altos, se agarra de la cuerda. Los cirios se apagan. Bulto del Perú. Tenerte agua (embalsamada) todavía; demorar las huellas. La cabalgata gris sobre el umbral alto.

No tengo de dexar de hacerlo.

Ahí donde no hay ninguna cama. Recostado al borde. ¿Soñás conmigo?

No sé si fue a cielo abierto o bajo techo. Fue con furya.

Si perfumaras mi cabeza, la cortaras y la colocaras entre tus piernas.

No ay duda sino que tu aposento esta caluroso, a lo menos de noche, y asi será bien que pases a dormir a my camera (porque esté fresca de noche).

Guardarte de claro a claro como sombra polar. Durando.

Sustraer el aire. Una ligera ebriedad. De fatiga, de vértigo, de sed intensa. Sofocado en derrumbes de túneles. Están a punto de sacar el silencio del vacío (embalsamar). Olor a almendras. Ciertas mujeres tienen poder sobre la luna. La presión de la pulpa de los dedos. Contusiones semilunares.

Preguntame mi nombre. Preguntame, ¿cómo te llamás? Tus ojos mirándome, tu boca queriendo pronunciar. Preguntame un nombre de mujer. El nombre bendecido, santificado. El día de mi nacimiento. Fernando e Isabel, un nombre. Loca (un nombre). Preguntame.

Me acuesto sobre la tierra. Yo, Juana. Yo, reina. Me acuesto; te espero. En la tierra. Ellos sustraen el aire. Una suspensión del cuerpo comprimiendo el cuello. Un surco plateado recto y transversal. Colgarte por el antebrazo. Destellos. Y la pupila dilatada. Y algo; todo, moviéndose sin coordinación. Por la virtud de sangre de las cinco llagas de Cristo. Hoy. Como si te ahogaras brazada tras brazada. Yo, un lazo sobre la laringe. Hongos de espuma. Brazadas. Preguntame el nombre. Pregutame si más fuerte; ahora, ¿sí? Más.

Se començó a llover, que no supe donde esconderme, y todo era agua de nieve.

Aire colado. Un viento frío corre entre callejones, tropieza con nubes, se pliega. Mi error habrá sido no quemar enseguida las cortinas, tu ropa de cama.

Un cordel calcado al ras. Una línea circular, enrollada. Ahora, hoy. Se sofoca la línea, la base sobre mí. Contusiones semilunares del cuello entre dos bastones. Del cuello entre mis piernas. Compresión. Sin aire.

Se me ha renovado mucho la soledad que tengo de vos.

Te van a abrir las costillas. Para que esté así de hermoso, dicen los médicos, los obispos (los embalsamadores). Yo no les digo; para parirme. Te abren las costillas, te rellenan con otra carne. Y esta vez sí. Mientras dormís, salgo por tus costillas. Salgo con un pueblo en mi vientre, enfundada en un tapado con el signo del sol y los caracoles de Jacobo. Es la noche alrededor y los médicos, los obispos, los embalsamadores te hacen sólido, como de cera. Salgo al otoño destocada. No es jueves ni viernes santo, los flagelantes no corren por las calles.

Debajo de la última costilla izquierda, succionan. Un movimiento hacia adentro, hacia afuera. Nos mezclamos íntimamente; absorbemos el calor. Como un juego de niños, algo que he de buscar. Hielo raspado con jarabe, un fluido que pasa del líquido al vapor. (Debajo de la última costilla, un juego de niños). Sacan a los muertos por un agujero de la pared del palacio para que no vuelvan. Los muertos tienen hambre, vuelven a buscar comida. Yo juego friofrío. Desde el casi africano Levante se escucha ese sonido como de espada golpeando el agua.

No hay que dezir, sino sentir my desgracia.

Herido, atado al sueño, cabalgás nueve mundos hacia abajo. Yo camino sobre olas montada en gatos negros. La luz les contrae los ojos en línea recta. La luna o el sueño falso. Los gatos gritan al aparearse. Del calor al frío. La piel se eriza; gritan. Los médicos, los obispos, hacen sonar un manojo de llaves, patean a los gatos. Paciencia felina. Virtud del buen soldado, esparcir cenizas por los campos. Balancearse gato rojo de África en Egipto y gritar por toda España, por las dos Sicilias; cruzar el grito. Copular de gato por los mares de la América, que grita.

Se veía mucha mar, mas vos ya no estabais en el golfo.

Ato una cuerda a la estaca, me deslizo. Como si envolviera una cabeza rota en un paño. Gastarnos.

Terminan el trabajo (embalsaman), te dejan rígido. Te conservan así por la gracia de Dios, para siempre soberano de Castilla.

Pero yo clavo una estaca a la que ato una cuerda y me deslizo. Tomo las tijeras, corro a buscar a la flamenca. Le corto esa abundante cabellera. Le clavo las tijeras en la cara. Ahora sabrá. (Conservarte, en la cicatriz). Para siempre rígido sólo en la cicatriz de la cara de la flamenca. Cantaba conquistas bajo el signo de la cruz. Pero hoy mastico hostia untuosa convertida en carne. La carne se disuelve, se hace savia. Un minuto el tiempo que tarda la sangre en circular por las venas. Nos gastamos en un minuto el aliento la fosa y la gracia del soberano rey de Castilla (que se disuelve).

Ana Arzoumanian. De formación, abogada; poeta, ensayista y traductora.

Publicó los libros de poesía: Labios, Debajo de la piedra, El ahogadero, Cuando todo acabe todo acabará, Káukasos, La Jesenská; las novelas La mujer de ellos, Mar Negro; los relatos La granada, Mía, Juana I, Infieles; y los ensayos El depósito humano: una geografía de la desaparición; Hacer violencia. El régimen insurrecto en el arte.

Es miembro de la International Association of Genocide Scholars

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