Aleida Liraldi: un colibrí canta como guardián del tiempo

(Foto: Cortesía de la autora)

 

 

 

Al poeta

 

Cuando te leo se eterniza lo breve

cien sortijas de humo resbalan

por mis párpados.

Cuando te leo el mundo empequeñece,

se fractura mi cuerpo, son fértiles las rocas.

Cuando te leo nada me pertenece,

gira el mundo a mis pies, la tierra y sus raíces.

 

(Del poemario Junto a la ventana, 2018)

 

 

 

 

Al margen

 

“Porque soy como el árbol talado, que retoño: porque aún tengo la vida”.

Miguel Hernández

 

Esta noche protesto por equivocarme,

por no definir el término dolor ni entender

el sustantivo muerte señalado hace tiempo

en mi almanaque.

Protesto por palabras vacías que añoran

mis oídos y por las cárceles, las celdas

donde habitan desconocidos, mientras

indiferente duermo en cama mullida.

Condeno todas mis memorias: la larga,

la indolente, la que piensa solo

en los amores idos.

Le pido perdón a mis muertos amados,

a esa cavidad que los olvida pero late y late

sin cesar.

Protesto por todo lo de siempre, aunque

yo sueño con una isla donde mi cuerpo

se desangra mañana, noche y día.

 

 

 

 

 

Culto de imaginar

“Los muertos tironeando del corazón.

La vida rechazando…”

Idea Vilariño

 

No mueras con la muerte,

le tienta tu partida llena de

tanta furia a lo desconocido,

quiere saber de ti, compartir

un espacio sentadas a la mesa,

(culto de imaginar)

cómo fuiste de niña, de qué seno

bebiste,

cuáles eran tus juegos.

Saber todo de ti,

los caminos trillados de los viejos

amores, los versos aún no escritos.

Saber todo de ti,

quién morirá primero, el último

pensamiento, las cosas que has

tocado, cuándo envejecerás.

Saber todo de ti,

si me quisiste un poco, con tanta

lucidez,

quién te pondrá una flor, si alguien

te llorará, quién cerrará tus ojos.

No mueras con la muerte, no le

permitas nunca saber todo de ti.

 

 

 

Cortejo para un sábado solo

 

Es tarde, estoy sola y todos

duermen.

En la calle el ruido de las hojas

al caer me avisa que aún es

sábado en mi vida.

Adentro, escucho la memoria,

evoco tu figura y revivo

boleros dulzones en el viejo

tocadiscos familiar.

Retorna esa añoranza absurda

que vuelve ridículo el pasado.

Mi respiración convierte en

insomnio la neblina.

Soñolienta me viro en la cama

mientras una hormiga pasea

mi espalda.

Trato de apresarla en su cortejo

y con desamparo ella me alerta

de nunca patentizar la soledad.

 

 

 

En el parque

 

Sufro sí, sufro,

soy el poema y no lo comprendes.

Desde la distancia soy el poema.

Quiero morir como él, desgajado

en el banco de este parque o en

el desierto abrupto en que aguardo.

Soy el poema sin sonido alguno.

Sólo el silencio apaga cada latido

y sus estrofas declinan en rimas

intocables, sordas entre mis manos,

mientras envejecen las tablas raídas

del banco donde te escribo hace siglos.

 

 

 

Interludio

 

Noche de transiciones y de

asientos vacíos.

Tras el telón un pecho

agitado.

In crescendo de tanta melodía,

la orquesta baja el tono, los

violines cesan.

Mi sangre se detiene y con ella

la cortina cerrada a destiempo,

deja oír un silencio de cuerdas

apagadas.

 

 

 

Piedra y luz

 

Entre las flores, entre los abedules,

camino diario de mis obsesiones,

te eternizas y provoca espanto tu

rostro de piedra donde el alba aún

duerme.

 

Mientras estrujo la pesada yedra

aún no me entero que un amigo

muere lejos del instante, del raro

momento cuando lo adivino tras

cristales viejos.

 

Al llegar el alba un colibrí canta

como guardián del tiempo, y en

el camposanto del pueblo vecino

dos muchachas se besan muy

cerca de mí.

 

 

 

Presentimiento

 

Tal vez nunca estuviste allí, solo te imaginé,

acaso una advertencia, un sideral momento,

ese instante de muerte en mi rostro tan pálido.

Los libros por mis muslos rodaron hasta el

suelo, entonces presentí la llegada a mi espacio

de un mundo habitado por cadáveres perfectos,

a quienes amenacé con rezarles rosarios y cada

mediodía ofrecerles la misa.

Con esa advertencia y mi extraña visión recobré

la ilusión de lo no imaginado, y retornaste tú.

 

 

 

Simplezas

 

“Quise escribir sobre la muerte, pero,

la vida irrumpió como siempre.”

Virginia Woolf

 

Aquella mañana carecía de planes,

faltaba el impulso de vivir,

se había callado un poco mi

existencia, me sentía domesticada.

Pensé en Virginia y quise llenar

de piedras mis bolsillos o encender

el horno como Sylvia para acomodar

mi cabeza en él.

Miré al patio con vaga inquietud,

el vecino cortaba el césped,

entre los árboles una ardilla jugaba

con su sombra y los pájaros volaban

asustados huyendo del rodar de una

pelota.

Al ver correr el sudor por el rostro del

hombre recordé que debía regar las

plantas y darle de comer al canario.

Pensé con alegría en Virginia y Sylvia,

en cómo le cantaron al amor.

Entonces cometí el error… de no morir .

 

 

 

Sopor

 

El mundo no es ahora lo que será después,

estoy lúcida, y me aterra, una mirada palpa

todas las sinrazones de alegrías borradas,

de esperanzas inútiles, ausencias sin retorno.

Estoy despierta, despierta, en larga pesadilla,

mis pupilas alertas piden poco, tan poco:

esa antesala breve, ese momento único, de

corta duermevela, cuando cierras los ojos y

eternizas un sueño que deseas soñar.

 

 

Variaciones

 

Sinfonía apagada,

acordes de tormenta,

silencio en la habitación.

Nuestros cuerpos oscilan,

como dos manecillas

marcan cierto compás.

Bajo un sudor inhóspito

transpira el universo.

 

Vibrato de violines,

huérfana melodía.

Un solo para dos

 

 

((Del poemario Entre mundos sin nombres, 2020)

 

 

 

Aleida Lliraldi, periodista, escritora y poeta cubana residente en los Estados Unidos. Ha publicado dos libros de poemas, Entre mundos sin nombres (2021) fue publicado por la Editorial Dos Islas, y Junto a la ventana (2018) por la Editorial Vitrales. Más recientemente, publicó un libro de cuentos infantiles, Armario de ilusiones (2021, Editorial Vitrales), dedicado a su primer nieto. A menudo, sus poemas son escogidos para aparecer en diferentes antologías poéticas. Entre las más recientes se encuentran Pájaro que lleva en su pico la jaula (2022), una colección de César Curiel por la editorial Dos Islas, y Que lo diga el mar (2022), una compilación de mujeres cubanas de la diáspora, publicado por la editorial Primigenios. Esta última editorial también incluyó tres de sus poemas en la antología La Habana convida (2019), dedicada al 500 aniversario de la fundación de la ciudad. Además, Aleida se ha presentado en la biblioteca visual de autores cubanos Sentado en el aire, del poeta Juan Carlos Recio, y sirvió como jurado en el Concurso Internacional de Poesía El mundo lleva alas (2019), convocado por la editorial Voces de Hoy. A lo largo de su carrera, ha colaborado con un sinnúmero de publicaciones, escrito prólogos de libros como el más reciente trabajo del poeta y escritor Rolando Lorié y ha cursado postgrados en especialidades culturales y de periodismo informativo. Aleida es graduada de periodismo de la Universidad de la Habana y realizó estudios en la Escuela Nacional de Arte en la especialidad de Artes Escénicas en Cuba. Actualmente, radica en Carolina del Norte.

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