Osiris Gaona: Seresenazul

(Foto: Cortesía de la autora)

 

Subo los peldaños de dos en dos hacia mi cuarto, como siempre que estoy triste. Huyo del adiós hiriente golpeando en la entraña, acompañado de la frase que lo envuelve todo: estoy enamorado de otra. Busco en los laberintos de mis cuadernos aquel resultado médico: embarazo positivo. Lo aproximo a mi pecho. No puedo evitar percibir el olor del talco, sutilmente evoca risas y piernas enrolladas. Es suave la sensación de la piel tersa de los bebés. Toco el vientre plano, seco, infértil. Siento rabia, también tristeza, no puedo moverme. Escucho los ecos bailando en mi cabeza: Preciosa, cuente en orden descendente del diez al cero. Percibo caricia en el pelo, susurro al oído: todo estará bien. Miro cubrebocas perdiéndose en la niebla, grandes ojos de seres en azul. Siento su desprecio, rencor, incriminación, negación absoluta. Cuento diez, nueve, ocho, me miran, los miro, pronuncio el siete. El número de mi suerte. He muerto. Estoy contigo tomados de la mano. Caminamos en la selva maravillosa, verde como las vaginas, olores exóticos. El sonido estruendoso del saraguato. Las guacamayas con sus colores colman el cielo. Te acaricio, te beso. Nos escondemos de los monos araña defendiendo su territorio. Te enseño los contrafuertes de la ceiba, inmensos, impenetrables. La abrazamos y perplejos admiramos su enormidad. Somos dioses en silencio. Te nombro mi hijo. Mi amor interrumpido.

Despierto en una habitación fría con paredes blancas, aparatos metálicos. Letras borrosas con nombres diferentes: Claudia, Roxana, Amelia, Caritina, Rosa María, Soledad. Sí, soledad y frío. Estoy vacía, más vacía imposible. Como la presa sin agua. El almanaque sin números. Un pentagrama sin notas. El latido extra se ha apagado. Se ha extinguido para siempre. Sueño ojos verdes, llevan adentro nebulosas hermosas, acaso una constelación inmensa. Manos extendidas tocándome. El tacto suave de piel identificándose con la mía. Resisto al llanto. No quiero, no puedo llorar. Aparecen, mi madre, mi padre, mi hermanita.

—Señorita, ¿cómo se siente? Es hora de irse. Afuera la esperan.

No hay respuesta verbal, asiento con la cabeza. Alcanzo mi ropa talla 2. Entro en los jeans embarrados. Coloco la toalla femenina de flujo extra. El bra talla 32B. La blusa con escote. Calzo los tenis. Atravieso el umbral de mala muerte. Clandestino. Clandestino. Una cara conocida me saluda.

—¿Cómo estás?

Escucho mi voz húmeda que se ha quedado en la selva: Estupenda, ¿qué tal si vamos por las chelas?

 

 

Osiris Gaona Pineda. Nació en 1969. En Ciudad de México. Es bióloga egresada de la Facultad de Ciencias, UNAM. Ha trabajado por 20 años en el Instituto de Ecología, UNAM. Su experiencia se centra en la Conservación y Manejo de Vertebrados. Mención Honorífica y candidata a la medalla Alfonso Caso en Doctorado en Ciencias Biológicas.

Realizó el diplomado en la SOGEM con mención honorífica en la segunda generación en línea marzo-agosto 2022. Recientemente publicó su primer libro Señora de la noche, microrrelatos presentados en la Biblióteca Central Manuel Cepeda Peraza el 19 de agosto de 2022. Ha publicado un par de cuentos en Aquitania ediciones, en Mujeres en el Enjambre, en la Nigüenta que cuenta programa de Costa Rica ha relatado sus cuentos. En la Revista SOMA, arte y cultura de Mérida, Yucatán México han hecho una reseñas sobre Señora de la noche por Óscar Muñoz como una narrativa embrujada. En la Jornada Maya el maestro José Juan Cervera ha reseñado Intimidades nocturnas. El cuento de Magnolia Tango ha sido publicado en editorial Aquitania y SOMA, también Tiza negra en el mismo libro.

Compartir esta entrada