Aleisa Ribalta: Donde tus muertos, la vida
(Foto: britanica.com)
Serás un hijo más de tu clan, el tercero para ser exactos. Tu padre estará a la hora exacta en el puerto de Macao para zarpar contigo y tus dos hermanos. Hace una mañana fría y no tendrás cómo cubrirte pero el sueño de lo desconocido te dará calor y esperanzas. Las niñas se quedarán en casa. Esto no lo sabes ahora pero nunca más las verás, ni a ellas ni a la madre amantísima que ha preparado el huacal para un viaje tan largo como incierto. Cuando el barco zarpe hoy, verás por última vez esas montañas en bruma que son todo tu tesoro y el de los tuyos. Aunque no lo sabes, esa visión te acompañará hasta la eternidad.
Tampoco sabes lo que hay del otro lado del mar, ni que yo escribo esta historia sin que me la hayas contado, sin que nos hayamos visto, pero sabiéndonos. Tu sangre es mi sangre, mi vida no será sin ti. Cuando hayas llegado allí, yo todavía no seré y cuando yo sea ya no estarás; pero en esta historia, aquí y hoy por fin nos encontraremos.
Está la mar en calma y saldrá la goleta a su hora, se ve un cielo de plomo y el I Chin ha dicho:
”El solemne espectáculo se despliega allá arriba. Actitudes de obediencia y docilidad, de humildad, de justicia y rectitud exhibidas ante todo el mundo. Miran (al sacrificador). Ha lavado las manos y no se apresura a hacer el ofrecimiento. La devoción se apodera de los ánimos. Miran suspensos. La gente de abajo mira y se va impresionando y llenándose de devoción. Contemplar el prodigioso espectáculo del obrar del Cielo”.
Te encomendarás, con toda la mansedumbre de un hijo de tu estirpe. Tu padre hará lo mismo y tus hermanos también. Tus hermanas y tu madre seguirán al hexagrama, pondrán toda la devoción y la fe en que los tres llegarán con vida, abrirán el camino y volverán. Ellas saben del gran sacrificio, tienen arroz para un mes, algo de pescado ahumado y muchas ilusiones.
Cuando hayan pasado tres largos meses, la malaria aún seguirá cobrando vidas en la goleta enclenque. Todos los muertos serán hacinados en cubierta con los vivos, ya muy débiles y una hambruna sin fin irá devastando tu ánimo de niño de treces años que cambiará de apellidos y de nombre sin olvidar a los Wang. Serás el niño que se ha quedado solo y no sabe a dónde va, que no hablará más lengua que la de la soledad. La madre te hablará en sueños, te dirá: ”Hijo, eres el sacrificador, todos estamos en suspenso, pero contempla el cielo, es necesario que hagas el ofrecimiento.”
Hoy va a tocar tierra ”Isabelle”, goleta francesa zarpada desde Macao con 150 chinos de los que solo quedarán 59 vivos. La cuarentena es la única vía para salvar a los afectados por la malaria y se necesitará enterrar rápido a los restantes. El barco apestará, tú sobrevivirás.
(Foto: britanica.com)
Mirarás al cielo de un azul intenso nunca antes visto, las montañas de tu recuerdo se llenarán de bruma como de un añil febril este mar de ensueño. El I Chin ha vuelto a decir:
”La gran contemplación proviene de arriba. Muestra entrega y suavidad y al ocupar el centro y obrar lo correcto, ofrece un motivo de contemplación para el mundo entero. Se han completado las abluciones, pero todavía no se han hecho las ofrendas; se muestra sinceridad y apariencia solemne: los que están por debajo lo contemplan y quedan transformados. Al contemplar el divino Dao del Cielo, se puede observar que las cuatro estaciones jamás se desvían.”
Cuando el último puñado de tierra haya cubierto a tus hermanos y a tu padre, todavía estará tu alma de niño asustado mirando al cielo y repetirás: ”Siempre donde mis muertos, aquí me quedaré, madre. Tú cuida bien de las niñas y de mí, cubre el cielo de mi soledad con esa voz que me visita en sueños, todo fue necesario”.
La madre responderá desde el I Chin con rectitud y justicia, su voz no te abandonará. Hoy cuando yo haya recibido esta foto de mi abuela con su padre, una mujer de Sichuán desde las monedas dirá, como cada día de tu vida y hasta el final:
”Adorar, chien: honrar a los dioses y antepasados; hacer sacrificios; recomendarse o presentarse uno mismo.”
Dirás con entereza: ”Me quedo donde mis muertos”. Aquí empezará mi vida.
Aleisa Ribalta (La Habana, 1971). Nacida en Cuba, reside en Suecia desde 1998. Poeta, traductora y coordinadora cultural. Ha publicado Talud (Ekelecuá Ediciones, 2018), poemario traducido también al catalán en edición bilingüe (bokeh, 2018) y Tablero (Verbo Desnudo, 2019). Ha participado en las antologías Poesía escrita por mujeres (Verbo(des)nudo, 2018) y Todas las mujeres (de fulanas y menganas) (Fundacionarte, 2018). Coordina el cuaderno digital La Libélula Vaga (www.lalibelulavaga.com), donde se difunde autores de todo el mundo.