George Mario Ángel Quintero: Corredor

(Foto: Cortesía del autor)

 

Camino por mi calle que atraviesa la noche. Vivo en aquella casa, allí. Con cada paso, penetro más allá en el silencio y la frescura. Las estrellas fijas, titilan débilmente como astillas gélidas en el firmamento. Camino hacia el lado hondo de la oscuridad. Los árboles gigantes desaparecen las estrellas. Cuelgan sus ramajes sobre mí, como los bronquios de pulmones inmensos. Exhalan sus fragancias frondosas.

Dentro de mi cráneo, escucho el eco rimbombante de las palabras. Ese movimiento de mis sílabas dibuja la inmensidad hueca que albergo internamente.

Tal corredor, tal olvido. Los espacios se alargan. Las sílabas se aíslan. La tristeza y la amargura son dos culebras que se trenzan desapercibidas en el vacío vasto.

Camino y me adentro más en un hábitat sin fronteras. ¿Cómo es posible estar en este abismo sin tiempo ni lugar, si hace algunos momentos caminaba por una calle de mi barrio, en una noche estrellada?

Escucho un sonido, lejos de mí, una fricción. Se acerca, algo que se roza, papel grueso al doblarse. Invisible pero localizable, este ruido se traslada por todo el páramo ciego y sin fin a mi alrededor. A veces parece pasar cerca de donde estoy.

De repente, y sin advertir que está frente a mí, un cuero amplio y grueso tapa y envuelve mi rostro. En el pánico de sentir que algo lejano ya me toca, y con el miedo de que esta membrana extraña está sellando los orificios de mi cabeza sin posibilidad de acceso a aire o luz, giro y logro zafarme de esa piel fría y pegajosa. Siento una garra rozar mi mejilla mientras me agacho para alejarme de aquella bulla que ya llena mis oídos.

¿Qué ocurre? ¿Un murciélago gigante me asfixia? ¿Un ladrón me ha golpeado la cabeza y he perdido la consciencia? ¿Caigo por la oscuridad dentro de mi mismo? ¿La noche se mete por mis ojos, por mi nariz, por mi boca, por mis oídos? Algo me sacude, me borra, me sepulta.

Me esfuerzo para caminar otra vez. Veo el ramaje de los árboles que se extiende encima de mí. Luego puedo ver el cielo, y la luz débil e indiferente de las estrellas cae de nuevo sobre mi cráneo.

Pero ya sé. Ya he sentido el aliento del cazador, lo abrupto que es el acecho y conozco también la ceguera con que el arrebato me puede apretar. ¿Cuántos corredores quedan por caminar antes de volver a encontrarme con este abrazo?

A lo lejos, percibo revoloteos. 

 

 

George Mario Angel Quintero. Hijo de padres colombianos, George Mario Angel Quintero nace en 1964 en San Francisco, California. Estudia literatura en la Universidad de California y es becado en creación literaria en la Universidad de Stanford. Como George Angel, publica poemas y prosas en revistas literarias estadounidenses y canadienses; también publica los libros en inglés: Globo (1996), The Fifth Season (1996), On the Voice (2016) y A Sheaf of Feathers (2022). Desde 1995 reside en Medellín, Colombia, donde, como Mario Angel Quintero, publica los libros de poesía Mapa de lo claro (1996), Muestra (1998), Tentenelaire (2006), El desvanecimiento del alma en camino al limbo (2009), Keselazboga (2014), Mapa de las palabras (2014), la materialidad (2020), Cardos (2020), los libros de dramaturgia Cómo morir en un solar ajeno (2009), La sabiduría de los limones (2013), y Calamidad Doméstica (2016), y el libro de cuentos Siete Retablos (2022). Su obra ha sido traducida al macedonio, portugués, sueco, croata, búlgaro, francés, italiano, albanés y árabe. También se publicó, en Italia un libro de sus poemas al italiano, Diventa l’albero (Samuele Editores, 2020), en Croacia un libro de sus poemas al croata, Moje svjetlo i druge pjesme (Druga priča, 2020), y en Líbano un libro de su novela al árabe, Aqrab (Dar Al-Rafidain, 2020).

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